
Descripción de Sucumbiendo al vecino 2r395c
La vecina feminista se enfrenta a su peor pesadilla. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 3q1o1y
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Hoy presentamos, Sucumbiendo al vecino.
Carolina y Sergi eran una feliz pareja, llevaban cinco años juntos y cada día daban gracias de haber encontrado un ático tan maravilloso donde poder vivir juntos.
El edificio estaba localizado en el extrarradio de la ciudad. Era pequeño, de cuatro plantas, y cada una se componía de dos viviendas. El piso de la pareja era acogedor y luminoso, con una distribución sencilla, un amplio salón con un balcón que ofrecía vistas al horizonte, una cocina moderna, un baño y dos habitaciones.
Todo pintado de blanco para parecer más espacioso y amplio.
Aunque ella estaba pasando por una mala racha, había perdido su trabajo en la asociación feminista debido a un cambio de gobierno local, así que pasaba mucho tiempo en casa. Por suerte para ella, amaba el orden y la pulcritud, así que eso la entretenía, se había vuelto aún más meticulosa con la limpieza desde el despido. El novio, por su parte, trabajaba como educador social en un centro de emergencias, con turnos rotativos de mañana, tarde y noche, lo que a menudo significaba que sus horarios eran impredecibles.
Una tarde, después de uno de sus turnos largos, Sergi llegó a casa cansado. Dejó caer su cuerpo fondón en el sofá y abrió una lata de refresco, colocando la bebida sobre la mesa.
—¿Sergi? ¿Puedes usar un posavasos, por favor? dijo Carolina, frunciendo el ceño al ver el anillo húmedo que la lata había dejado en la madera. El hombre suspiró y levantó la lata, colocando un posavasos debajo antes de devolverla a la mesa. Luego se meció la frondosa barba antes de responder.
—Lo siento, Caro. No me di cuenta. He tenido un día muy largo en el centro, perdona.
Se recolocó las gafas de pasta negra y agachó la vista, resignado ante el regaño de su novia.
—Sabes que odio ver manchas en la mesa. Y ya que paso todo el día en casa, lo mínimo es que me ayudes a mantenerla limpia, respondió ella, agitando la cabeza y cruzándose de brazos.
—Entiendo, amor. Pero debes relajarte un poco. Sé que estás frustrada por lo del trabajo, pero esto no ayuda, suplicó, arqueando las cejas hacia arriba. Sin embargo, la manera en que los ojos esmeralda de su novia lo miraban no auguraba nada bueno.
Carolina lo miró con una mezcla de enfado y resignación, haciendo que le temblara ligeramente el párpado izquierdo. Llevaba tres meses en el paro y su paciencia se estaba agotando.
—No quiero trabajar en cualquier cosa. Lo sabes. Necesito un trabajo que esté relacionado con mi grado de género. No puedo simplemente conformarme con otra cosa después de haber estudiado tanto, dijo, mientras se recogía el pelo castaño detrás de las orejas. —Sí, pero tal vez deberías considerar algo temporal mientras encuentras lo que realmente quieres. Sólo para que no te sientas tan estresada y podamos ir mejor en casa. —No, Sergi. Estoy segura de que algo saldrá pronto. Solo tengo que seguir buscando. Respondió, agitando la melena ondulada y dejando claro que no la iba a hacer cambiar de opinión. El trabajador social suspiró de nuevo y añadió.
—Podrías salir a correr o hacer algo de ejercicio. Te ayudaría a despejar la cabeza y mejoraría tu ánimo, además de mantenerte en forma. Piénsalo, corazón. Ya sabes el daño que me hago por culpa de estas tetas. No necesito que me lo recuerdes cada vez. Y olvídate de que busque trabajo de otra cosa. —No me voy a rebajar después de haber estudiado tanto, respondió, formando los labios una fina línea, dando por terminada la conversación.
La mujer de piel clara todavía se conservaba bien a sus 38 años, en parte debido a su infertilidad causada por un accidente en la adolescencia. No era algo que le doliera, ya que nunca había albergado el deseo de ser madre. A pesar de su estatura normal, siempre había destacado por su figura voluptuosa y bien proporcionada, con caderas anchas. Su piel clara y suave, y sus facciones delicadas, realzaban su belleza. Lo que más llamaba la atención era el tamaño de su gusto, que en su juventud le había ocasionado innumerables comentarios machistas, llevándola a cubrirse incluso en verdad.
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