Subimos a #LaAzotea con Santiago Alba Rico 6t64c

Santiago Albarrico es un escritor, ensayista y filósofo español. Desde sus inicios, siempre escribió libros críticos, los primeros de filosofía marxista, junto a Carlos Fernández Liria.

En 1991 se trasladó a vivir a El Cairo y desde 1998 vive en la ciudad de Túnez.

Ambas ciudades en una zona del mundo en la que él dice que ha aprendido mucho y en la que se siente cómodo.

Ambos lugares han configurado otro albarrico dedicado al análisis del mundo contemporáneo y a la interpretación del mundo árabe.

Hasta la fecha Santiago ha escrito más de 30 libros de filosofía, política, antropología, cuentos y poesía, en donde ha volcado su honestidad intelectual, su amor por la literatura, las personas y su curiosidad por la vida cotidiana.

Bienvenidos, bienvenidas a La Azotea, un podcast presentado por Ignacio Álvarez Osorio, Leila Nachawati y David Perejil y realizado por Enrique Oro Mendía.

Hola Santiago.

¿Qué tal? David, qué gusto estar aquí con vosotros.

Bienvenido a La Azotea.

Santiago, estudiaste filosofía en la Universidad Complutense, pero ya hemos hablado un poco, tus intereses vitales han sido siempre muy amplios y han estado ligados a un montón de campos, a la antropología, a la economía, incluso a la pedagogía, con tu libro leer con niños.

¿Por qué esta mezcla? ¿Qué dice eso de una persona llamada Santiago Albarrico? Pues la verdad es que no tengo ni idea, porque nuestra vida está regida por muchos azares que convergen en un momento dado y cambian por completo tu existencia.

En mi caso yo creo que ocurrió algo decisivo que tiene que ver al mismo tiempo con lo íntimo y con lo público en el año 1988 y cuando yo más bien todos mis intereses estaban orientados hacia Europa y particularmente hacia Italia, pues de pronto me vi desembarcando en el Cairo en 1988, como cuento alguna vez, medio en broma, medio en serio, huyendo al mismo tiempo de la movida y de mi madre.

Acabé en el Cairo y desde luego fue como volver a nacer en algún sentido.

Además de ser una persona muy introspectiva, reservada, que pasaba muchas horas en la habitación intentando escribir malas novelas, me encontré en un espacio urbano infinito, populoso.

Yo era muy hipocondríaco, imagínate, se puede ser hipocondríaco en el Cairo, es imposible ser hipocondríaco en el Cairo, o te marchas o aceptas que tienes que compartir toda clase de objetos, que todos los objetos están ya previamente usados por miles de personas y eso de hecho va a dar lugar a uno de mis libros que tuvo un relativo éxito porque fue finalista del premio Anagrama en el 95, que es Las reglas del caos, que está claramente fundado en esta experiencia, en esta mutación antropológica y ahí hablo mucho del uso de los objetos y de los cuerpos, digo que es una línea de investigación en mi vida que lo va a acabar con ser o no ser un cuerpo.

Yo en realidad no puedo decir que me interese todo, me he sentido más bien empujado a ocuparme de cosas que nunca hubiera imaginado que iban misquiera a atraer.

Trabajas mucho con la orilla sur de Mediterráneo, con nuestros vecinos desde este norte en el que hablamos y quería preguntarte qué diferencias ves, o si ha cambiado, o si es mejor o si es peor, la visión que desde el norte se tiene de esos vecinos tan vecinos, tan cercanos, que atraviesan cambios y tantas convulsiones en los últimos años.

¿Cómo crees que es esa relación de vecinos?