
SOMOS HIJOS NO JORNALEROS. - PASTOR ANTONIO BURGOS k688
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En esta predicación reflexionamos sobre una verdad poderosa: no somos jornaleros, somos hijos de Dios. Aun así, muchas veces la culpa nos hace sentir indignos, como si no mereciéramos Su amor y gracia. Este mensaje nos recuerda que, aunque la culpa quiera alejarnos, el corazón del Padre siempre está abierto para recibirnos como hijos, no como siervos contratados. ¡Vuelve al abrazo del Padre! 72p6e
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Vamos a pasar directamente a la palabra del señor en el día de hoy y he titulado la predicación somos hijos y no jornaleros. Somos hijos no jornaleros. La semana pasada hablamos acerca del peso de la vida. No sé si recordáis el mensaje de la semana pasada de cuando el pecado pesa pero no todo lo que pesa es pecado. Hay situaciones de la vida donde provocan peso y estuvimos hablando ayer acerca de eso el domingo pasado perdón acerca de eso y hoy vamos a hablar acerca de que no somos jornaleros sino que somos hijos de Dios porque hoy el tema principal es la culpabilidad, la condenación.
Cuando arrastramos culpabilidad y condenación no nos permite ser libres y soy consciente aquí de que muchos de nosotros vivimos con una condenación por algo que pasó en el pasado, por algo que sabemos que Dios perdonó pero que nosotros por alguna razón todavía no hemos llegado a perdonarnos. ¿Cuántos están conmigo? ¿Sí? Hay algunos por aquí que todavía siguen arrastrando esa asignatura. A veces a mí tengo que tener cuidado porque si no los muertos resucitan. Cosas que ya había afrontado, había pasado, quieren resucitar de nuevo y hay que arrancarle la cabeza y no estoy diciendo a ningún amigo, estoy diciendo cosas espirituales.
Ayer estuve visitando a un preso en la prisión de Córdoba, no la primera vez, de vez en cuando suelo acudir y cuando estaba allí entregando mi DNI a los funcionarios para registrar en el sistema que todo estaba correcto, que todo estaba bien, me di cuenta de que en el ambiente se respiraba un ambiente de silencio. Los familiares estaban acudiendo a ver a alguno de sus hijos o hijas que por alguna razón estaban en prisión y es posible incluso que ahora no estén escuchando porque en la cárcel de Córdoba también se escucha en nuestra radio Oasis FM, estamos en directo en estos momentos, y cuando estaba por allí en medio de una sala esperando a que nos pudieran llamar para poder entrar, me observé, yo soy muy observador, me gusta observar a las personas, ¿no? Observé que todos nosotros, por alguna razón u otra, había un ambiente de silencio.
No importa cuántas veces hayas visitado a un familiar que está en prisión, cuando uno va se nota en el ambiente un ambiente de tristeza, un ambiente de seriedad, un ambiente de silencio, no hay fiestas, no hay gente alborotando, y habíamos aproximadamente unas 90 personas aproximadamente, no había un ambiente de regocijo, no importa si lleva el preso 30 años, lleva un día, el rostro sigue siendo el mismo, la historia sigue siendo la misma, y dentro de esa similitud de cosas me di cuenta de que todos estábamos ahí por algo en común, y estábamos ahí porque teníamos a alguien conocido dentro que había sido condenado.
En este caso, por un juez o por una jueza, le había caído una sentencia u otra, y todos estábamos allí porque de alguna manera u otra se había puesto una condena, ¿no? Y nosotros en nuestra vida podemos estar aquí fuera, pero también vivir condenados o en condenación.
Si yo siempre digo que la condenación no tiene, o la condena no tiene nada que ver con unos barrotes de hierro, tiene que ver con una actitud en el corazón. Hay personas que por mucho que quieren intentan librarse de la culpa, de algún hecho del pasado, pero los remordimientos no lo dejan avanzar, el peso de la culpa no lo deja avanzar, y por alguna razón nos encerramos, no en una prisión física, sino en una prisión espiritual, por así decirlo. Y todos nosotros hemos podido ser víctimas de ese sentimiento. Todos nosotros nos hemos equivocado.
La cuestión es si hemos afrontado, hemos enfrentado aquello que nosotros hemos pasado, ¿no? Por ejemplo, hay personas que todavía se sienten quizás culpables porque en un momento determinado de la vida tuvieron que abortar, y cuando hablan con nosotros es como que pareciera como que Dios no ha perdonado eso, cuando Dios, por supuesto que lo ha perdonado, pero nosotros no nos hemos perdonado nosotros mismos. Hay personas que enfrentan la culpa por haber abandonado, y digo este abandonado entre comillas, a la familia, porque tuvieron que salir de sus países de origen y dejaron allí hijos, hijas, familiares, por intentar dar una mejor vida a su familia, y sienten como ese peso de vivir en condenación.
Me siento culpable por haber dejado a un hijo, a una hija, a un primo, a un primo, a un familiar en mi tierra. Hoy estoy aquí, pero aún no he conseguido su perdón.
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