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Sin Ficcion
#SinFicción56. Historias criminales. Con Santiago Tarín

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15/3/2025 · 37:33
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Historias de desalmados, de gente sin conciencia, de delincuentes desaparecidos y de truhanes de otras épocas. Historias dramáticas e historias divertidas o curiosas. Esto es lo que encontraremos en el nuevo libro de Santiago Tarín, "Los crímenes de los pasos perdidos". Con Santiago charlamos sobre los casos que más le han llamado la atención a lo largo de su trayectoria como periodista de sucesos. Nacido en Barcelona en 1959 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, Santiago Tarín es escritor y periodista; e hijo, hermano, sobrino y cuñado de periodistas. Ha trabajado en Radio Nacional, Radio Barcelona-Cadena Ser, Agencia Efe y los diarios Ya y La Vanguardia, medios en los que ha cubierto temas tan diversos como campañas electorales, política local, atentados terroristas, crónica judicial y de sucesos, visita del Papa, las actividades del crimen organizado en España, la corrupción política, el asesinato del obispo Ellacuría en El Salvador o la guerra de Pablo Escobar y los cárteles de la droga contra el Estado colombiano. Es autor de los libros Barcelona, en rosa y negro (2002), Viaje por las mentiras de la historia universal (2007) y En el tsunami catalán (2020). Más información en https://alreveseditorial.com *** Sin Ficción es una colección de libros escritos a ritmo de novela, sin nada de ficción, que narran los episodios más oscuros de la crónica negra, y que está dirigida por la periodista y escritora Marta Robles. 82b4n

Lee el podcast de #SinFicción56. Historias criminales. Con Santiago Tarín

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

El epitafio es una foto, en blanco y negro.

Los dos tonos antónimos expresan dramáticamente un instante, un presente, pero también un pasado y un futuro que no se podrán describir en color.

Sólo los define en el blanco y negro.

La foto forma parte de mi herencia, porque los hijos de los periodistas heredamos historias que son retales de tiempos pretéritos que nos cuentan cómo era el país de nuestros padres y nuestros abuelos.

Yo heredé muchas fotos y muchas historias.

Esta es una de ellas.

A pie de calle el frío es soportable.

Atrás ha quedado el temporal que dejó el país cubierto de hielo y nieve.

Pero el sótano es húmedo y huele a humanidad.

La luz de las lámparas es mortecina y triste, como si fuera un reflejo más de la pesadumbre de los inquilinos.

La constatación de que el futuro inmediato será una penitencia.

No hay alegría en este lugar, nada reconforta.

El fotógrafo espera el momento de iniciar su trabajo en el edificio de la Vía Layetana de Barcelona, sede de la Jefatura Superior de Policía.

Arriba están los grupos de investigación.

En el piso inferior, bajo el nivel de la acera, los calabozos, dispuestos en una hilera.

Hoy es 17 de febrero de 1954.

Es una de las noticias del día, más allá de las notas oficiales que inundan los periódicos.

El fotógrafo apresta su cámara y se sitúa frente a una celda, esperando el momento de captar la imagen que su diario necesita.

Pega el ojo al visor y ante él aparece la escena.

Abren la reja y sacan del cubículo a un hombre joven que ocupa el primer plano del encuadre.

Está esposado y luce un aparatoso vendaje en la cabeza, además de un ojo amoratado.

Viste con prendas toscas, una chaqueta vasta sobre una camiseta.

A su lado izquierdo, un policía uniformado con correajes y pistola le sostiene el brazo.

El hombre se deja conducir mansamente. Está conmoído.

Otro agente está tras él, con gafas oscuras y sonriente.

Cuatro hombres más, con americana y corbata, completan la composición en diferentes planos posteriores.

Todos miran a cámara. Todos menos dos.

Uno es el detenido. El segundo, el más alto de todos, es un reportero.

El fotógrafo aprieta el disparador. Refulge el flash.

Atrapa los pasos vacilantes, los que le van a conducir al patíbulo.

Él debe saberlo. Los que le rodean deben saberlo.

Difícil escapar entonces a ese destino con dos muertes en el bolsillo.

Una, la de un agente de policía. El hombre alto, con sombrero, lo mira con tristeza.

No debe de tener muchas dudas sobre el final, porque otros asesinatos se han resuelto de la misma manera, con el garrote vil.

El hombre alto odia la pena de muerte, porque sobre él mismo pesaron dos durante la guerra civil, y se salvó en el último momento, por un tecnicismo.

Al ser condenado era menor de edad, y no se podía quitar la vida a un menor de edad.

¡Qué cosas! Ese hombre alto con sombrero, el de la mirada triste, era mi padre, Manuel Tarín Iglesias.

Entonces reportero de sucesos.

Mi padre guardó esta foto, y en el reverso dejó escritas dos palabras.

El mula. Enrique Sánchez Roldán. Ese era su verdadero nombre.

Bienvenidos, bienvenidas a Sinficción, el podcast sobre crímenes reales y literatura de la editorial Alrevés.

Soy Ana Vallabriga, y el día 15 de cada mes entrevistaré a un autor o autora de True Crime o de novela negra.

Sinficción es la colección de libros de Alrevés que aborda crímenes reales escritos por periodistas y criminólogos.

Está dirigida por la periodista y escritora Marta Robles. Tenéis más información en alreveseditorial.com Hola, soy Santiago Tarín, he sido periodista durante 42 años, en diarios como Ya y La Vanguardia, y en radios como Radio Nacional y Laser, y he escrito varios libros, y ahora he sacado uno que se llama Los Crímenes de los Pasos Perdidos.

Bienvenido Santiago, en la contraportada de Los Crímenes de los Pasos Perdidos.

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