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Las LLamas del Pecado
Siempre te esperaré

Siempre te esperaré 6h4e11

22/4/2025 · 59:03
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Las LLamas del Pecado

Descripción de Siempre te esperaré 6g1f2y

Un accidente con el viejo cascarrabias de mi vecino; me lleva a conocer nuevos placeres que no olvidaría jamás. _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 213i4t

Lee el podcast de Siempre te esperaré

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Las Llamas del Pecado, tu programa de relatos eróticos más caliente en español.

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Hoy presentamos, Siempre te esperaré.

No soy muy buena conduciendo, pero es un miedo que sé que se vence con práctica.

Cuando mi hermano me prestó su coche para ir al supermercado, manejé tanto la ida como la vuelta con el corazón en la garganta.

Fueron, básicamente, las seis cuadras más largas de mi vida.

Puede sonar ridículo, contraproducente en extremo, pero estaba charlando con mi novio por el móvil mediante el «manos libres», porque en serio necesitaba comentarle a alguien de que fui capaz de conducir sola, lo veía ridículamente como una victoria merecedora de ser compartida.

Aunque me arrepentí de haberlo hecho porque él aprovechó para decirme guarrerías que intentaré reproducir.

Estoy llegando, Christian, estoy llegando a casa.

Perfecto Rocío, y tú todo el rato pensando que ibas a atropellar mínimo un gato.

Esto hay que festejarlo de alguna manera.

No sé, ¿qué te parece una noche especial en la playa de Gardel? Imbécil, sé muy bien por qué lo dices.

Deja de soñar con mi cola, pervertido.

No dije que fuera a hacerte la cola, pero ya que lo mencionas, me dejarías hacerte la cola, ¿nena? Me muero por ese culo jugoso, sobre todo cuando te pones esos vaqueros apretaditos, uf, no puedes seguir negándote toda la vida, hacerlo de noche en esa playa es mi fantasía.

Jajaja, sigue fantaseando, cabrón.

Y pasó lo que tenía que pasar debido a mi tontería de hablar por móvil, el chirrío de las ruedas en el asfaltado rebotó por todos los rincones, me estampé contra la parte trasera de un coche bastante viejo.

Pertenecía a mi vecino y estaba sacándolo de su garaje para, imaginé, ir a su trabajo o algo similar.

Rápidamente, mientras aún intentaba acomodar mis pensamientos, un altísimo hombre se acercó a mí.

De más de sesenta años, canoso pero con un aspecto físico bien conservado.

Se acomodó su camisa a cuadros y tomó respiración al ver que yo no tenía heridas de ningún tipo.

La zarta de groserías que me profirió fue de hórdago.

Es decir, no esperaba escuchar palabras e insultos tan fuertes de un hombre de su edad, que yo los idealizaba como gente amorosa.

Y lo peor de todo es que yo tampoco estaba dejando en muy alto estándina la juventud.

Aún dentro del vehículo, reposé mi cabeza en el volante, me quebré y terminé llorando como una condenada oyendo sus paridas.

—Casi me matas, rubia de mierda, el cerebro lo tienes en tus tetas o qué.

—¿Rubia? —Tengo el pelo castaño.

—Te pones a pensar en el color de tu cabello en este momento.

—Dios, lo siento, señor.

Me puse nerviosa y confundí el freno.

—Te confundiste de...

—¿Lo dices en serio, estúpida? Retrocedió un par de pasos, pasó su mano por su blanca cabellera y me señaló su vehículo con temblorosos dedos.

—¿Ves cómo ha quedado mi puto Mercedes? —Lo ves.

Aparentemente, entre las groserías y humillaciones que seguían desfilando, entendí que ese coche lo estaba sacando de su garaje porque iba a venderlo a un coleccionista de, aparentemente, coches de mierda.

Lo digo porque, sinceramente, era un vehículo viejo y horrible.

Es más, la bolladura parecía hacerle un favor y todo.

Aunque no creo que conseguiría tranquilizarlo si me excusaba con eso.

Mi hermano llegó al rato pues oyó el choque y, tomándose de la cabeza al ver el apocalíptico escenario, suspiró.

—La puta, ni siquiera tengo seguro.

Un silencio sepulcral invadió la calle por unos segundos.

Miré con mis ojos acosos a mi vecino y lo que vi me hizo estremecer.

Venas brotando en su frente, ojos rojos desorbitándose, un ligero tembleque en sus manos.

Todo en uno, todo en un instante.

—¿No tienes seguro, dices, muchacho? Se giró hacia mí con su mirada asesina.

—De algún lugar vas a sacar el dinero para repararme el coche, rubia.

Esa noche toqué el timbre de su casa con los ojos aún enrojecidos de tanto llorar, en mis manos llevaba un tapar con comida dentro.

Me acompañó mi novio, quien parecía que le divertía toda la situación.

Más a la izquierda, tras la valla que divide su casa de la mía, mi hermano curioseaba también con una gigantesca sonrisa.

—Tu vecino se llama Mario Cartes, ¿no?

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