
Descripción de El príncipe y el mendigo tm52
Quique Pesoa es uno de los grandes narradores de la radio argentina. Cada medianoche del sábado al domingo, desgrana una narración de los grandes escritores de todos los tiempos. Relatos sociales, fantásticos, cómicos… Una verdadera colección de joyas literarias para amenizar las noches de los sábados en la mejor compañía. Aquí vas a encontrar todos los podcasts de los relatos que se emitan. 2tt5
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Cuentos de medianoche. Hoy voy a leerte el principio de una novela titulada Príncipe y mendigo de Mark Twain. Bueno, si te engancha, después la buscas y la lees completa. Cierto día de enero, en su habitual recorrido de pordiosero, vagaba desalentado por el sitio que rodea Mensing Lane y Little East Chip, hora tras hora, descalzo y con frío, mirando los escaparates de los figones y anhelando las formidables empanadas de cerdo y otros inventos letales ahí exhibidos, porque para él todas aquellas eran golosinas dignas de ángeles, a juzgar por su olor, ya que nunca había tenido la buena suerte de comer alguna.
Caía una fría llovizna, la atmósfera estaba sombría, era un día melancólico.
Por la noche llegó Tom a su casa tan mojado, rendido y hambriento, que su padre y su abuela no pudieron observar su desamparo sin sentirse conmovidos a su estilo, de ahí que le dieran una bofetada de una vez y lo mandaran a la cama.
Largo rato le mantuvieron despierto el dolor y el hambre, y las blasfemias y golpes que continuaban en el edificio, mas al fin sus pensamientos flotaron hacia lejanas tierras imaginarias y se durmió en compañía de enjollados y lustrosos príncipes que vivían en grandes palacios y tenían criados salameros ante ellos o volando para ejecutar sus órdenes. Luego como de costumbre soñó que él mismo era príncipe.
Durante toda la noche las glorias de su regio estado brillaron sobre él, se movía entre grandes señores y damas en una atmósfera de luz, aspirando perfumes, escuchando deliciosa música y respondiendo a las reverentes cortesías de la resplandeciente muchedumbre que se separaba para abrirle paso, aquí con una sonrisa y allá con un movimiento de su principesca cabeza. Y cuando despertó por la mañana y contempló la miseria que le rodeaba, su sueño surtió su efecto habitual, había intensificado mil veces la sordidez de su ambiente. Después vino la amargura, el dolor y las lágrimas.
Tom se levantó hambriento y hambriento vagó, pero con el pensamiento ocupado en las sombras esplendorosas de sus sueños nocturnos. Anduvo aquí y allá por la ciudad casi sin saber a dónde iba o lo que sucedía a su alrededor. La gente lo atropellaba, algunos lo injuriaban, pero todo ello era indiferente para el meditabundo muchacho. De pronto se encontró en Temple Bar, lo más lejos de su casa que había llegado nunca en aquella dirección. Se detuvo a reflexionar un momento y enseguida volvió a sus imaginaciones y atravesó las murallas de Londres.
El Strand había cesado de ser camino real en aquel entonces y se consideraba como calle, aunque de construcción desigual, pues si bien había una hilera bastante compacta de casas a un lado, al otro solo se veían unos cuantos edificios grandes desperdigados, palacios de ricos nobles con amplios y hermosos parques que se extendían hasta el río, parques que ahora están encajonados por horrendas fincas de ladrillo y piedra. Tom descubrió Charing Village y descansó ante la hermosa cruz construida allí por un afligido rey de antaño. Luego descendió por un camino hermoso y tranquilo, más allá del manguero.
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