Podcast Desde mi destierro 2x361

El genio de Bach alcanzó también el ámbito del concierto. Lugar de honor merecen los llamados “Conciertos de Brandemburgo” que ya hemos escuchado aquí. Con ellos, Bach, rompe con el concierto convencional basado en un estilo más inspirado en Vivaldi. Grandes maestros aseguran que Juan Sebastián Bach no fue importante para la música del siglo XVIII sino para el siguiente. Tan avanzado fue. No obstante, tras su muerte, Bach fue eclipsado por sus hijos; especialmente por Carl Philipp Emmanuel. Pero el barón Gottfried van Swieten mostró algunos originales de Juan Sebastián a W.A. Mozart y, ello, influyó en el genio de Salzburgo. Digamos, por último, que las primeras ediciones de “El clave bien temperado”, aparecieron simultáneamente en Alemania y Gran Bretaña a principio del siglo XIX y que esta obra ocupó lugar preferente en los atriles de los grandes maestros del piano como Beethoven, Chopin, Liszt o Mendelssohn. Pero fue en 1.829, a raíz del redescubrimiento de “La pasión según San Mateo” que dirigió Félix Mendelssohn (1.809 - 1847) cuando Bach deja de ser un organista de talento y compositor de imponentes fugas para convertirse en un mito de la música. Su valor fue, a partir de entonces, imperecedero. Oigamos el acaglia y fuga en Do Menor BWV 582 interpretada por Karl Richter (1.926-1981).

Digamos ahora que, Juan Sebastián Bach, fue prácticamente autodidacta. Recibió, eso sí, lecciones como instrumentista; pero la formación compositiva es el producto de una grande reflexión personal. Y, naturalmente, de la transcripción de partituras de compositores célebres como Antonio Vivaldi (1.678-1.741) o Dietrich Buxtehude (1.637-1.707). irador tanto de los músicos del norte de Alemania como de los italianos, Bach fue capaz de amalgamar en su obra las estéticas mas antagónicas que imaginarse puedan. Para ello, también se inspiró en músicos ses. Así pues, no es exagerado decir que, nuestro músico, supo aunar los tres estilos. A su ingente obra para tecla y de la incomparable producción de composiciones vocales con pasiones, cantatas y misas, a Bach se le debe un repertorio de cámara e instrumental sencillamente prodigioso. Todavía hoy, su contrapunto, se estudia en todos los conservatorios del mundo. Max Reger (1.873-1.916) compositor, organista, profesor y director alemán, llego a decir: “En una fuga de Bach, está contenida toda la filosofía de occidente”. Vamos pues a escuchar una de ellas; el Preludio y fuga en Mi Menor BWV 548 interpretada por Karl Richter (1.926-1981)

En el anterior audio quedamos en que la música coral y de órgano, había quedado reforzada durante el barroco. Por su parte, la música sacra, se componía y se transmitía en tres ámbitos estrechamente interrelacionados: el palacio, la iglesia y la familia. Si sabemos que Juan Sebastián Bach se había criado en una familia de músicos de capilla, que tenía una amplia prole y que era profundamente religioso, no creo que se ninguna sorpresa que, nuestro músico, se convirtiera en un afamado organista y compositor. También componía tanto música sacra para los templos como profana para los palacios. Igualmente conocemos que formaba cuartetos con sus propios hijos a los que había formado como concertistas y compositores. La música de Bach es, por lo tanto, la cumbre del barroco. Antón von Weber (nacido en Viena el 3 de diciembre de 1.883 y fallecido en Salzburgo el 13 de septiembre de 1.945 cuando, por error, un centinela estadounidense disparó contra él) dijo: “Toda la música está en Bach”. Tampoco se quedó atrás en sus elogios un músico como Igor Stravinski (1.882-1.971). Sin embargo, Juan Sebastián Bach, fue poco conocido en su tiempo. Sobre todo si lo comparamos con sus contemporáneos y también alemanes Georg Philipp Telemann (1.681-1.767) o Georg Friedrich Haendel (1.685-1.759). La música de Bach era demasiado complicada para los oídos de quienes estaban acostumbrados a unos sonidos menos densos. El público estaba muy influido por la sencillez de los músicos italianos de los que la música instrumental estuvo muy impregnada. Ahora es el momento de escuchar la Fantasía y fuga en Sol Menor BWV 542, obra de Juan Sebastián Bach que, como las anteriores, interpreta el organista Karl Richter (1.926-1.981).

Llega 1.750. Ha muerto Juan Sebastián Bach y, con él, el barroco. Es la hora de analizar, siquiera sea sucintamente, la vida y obra del genial músico alemán. No olvidemos que la vida de Bach fue azarosa. No olvidemos que queda huérfano de madre y padre cuando aún era un niño. Tampoco que se educa en casa de su hermano mayor. Que, aún adolescente, es internado en un colegio. Que se gana la vida cantando en un coro. Y que, felizmente casado, enviuda de manera repentina, Que tiene que volver a casarse. Con veinte hijos que mantener. En fin, como se ha dicho, una vida azarosa. Trabajó como un mulo. Dedicado a cumplir con sus múltiples obligaciones de maestro de capilla y otros quehaceres Tres de sus hijos, Wilhelm Friedmann (1.710-1.784), Carl Philipp Emmanuel (1.714-1.788) y Johann Christian (1.735-1.782) fueron eminentes compositores. No hay que olvidar que, por entonces, los oficios pasaban de padres a hijos y que estamos en una sociedad con fuerte implantación jerárquica y muy estratificada. Por si ello fuese poco, se debe resaltar la importancia tanto social y política, incluso teológica, que tenía la música sacra. De esto último, tuvo su importancia en la consolidación de la Reforma de Martín Lutero. Una de las cuestiones que plateaba Lutero era la de centrar la vida social y espiritual de la comunidad en un único servicio religioso a celebrar solamente los domingos; el acto sería en lengua vernácula. Es decir, se rechazaban tanto el canto gregoriano como el idioma latín. Ello da lugar al reforzamiento de las corales y de la música para órgano. Por eso, incluso en pleno siglo XVII, las autoridades municipales consideraban muy delicados todo aquello relacionado tanto con la música sacra como con sus intérpretes. Ya seguiremos con este asunto; ahora, precisamente ahora, vamos a escuchar una prueba de esa música. Nada más y nada menos que la Tocata y Fuga en Re menor BWV 565. El organista es Karl Richter (1.926-1.981)

El barroco medio o pleno (1.630-1.650) se caracteriza por el nacimiento del “bel canto” que es aplicado primero a toda la música vocal y, posteriormente, a la instrumental. Su desarrollo en la primera etapa es notable. El movimiento “belcantista” nace dentro de la propia ópera. Para evitar el cansancio del espectador, durante los recitativos en la ópera, se intercalaron fragmentos melódicos, conocidos como “arias” en los que los cantantes comentaban la acción. Así es como, el espectáculo se divide en momentos de reflexión y momentos de acción. Las “arias” pasan también a la música instrumental y dan lugar a pasajes melodiosos que alternan con los escritos en estilo contrapuntístico. En cuanto al barroco tardío (1.680-1.750) supuso el momento de mayor perfección del estilo. La fuga es el fruto principal de la música instrumental del barroco. Luego se generalizan otros géneros como son el concierto, la suite, la sinfonía o la obertura aunque, en esta fecha, tanto las estructuras como las denominaciones sean todavía algo confusas. No obstante, hay que decir que estos géneros serán fundamentales en el desarrollo del clasicismo. A partir de 1.730, el barroco comienza a recibir críticas basadas en su excesiva complicación y se le achaca sacrificar a la simple técnica la expresión de los sentimientos. Ello dio a la aparición de dos estilos: el galante y el sentimental. Ello marcó ya el tránsito hacia el clasicismo. Uno de los músicos más criticados fue precisamente Juan Sebastián Bach, cariñosamente conocido como “el viejo peluca” por su apego excesivo al contrapunto. Por ello, con la muerte de Bach en el año 1.750, se considera que desaparece el barroco. Hoy vamos a escuchar el Concierto para violín, oboe y orquesta en Re Menor BWV 1060 cuya fecha de composición oscila entre 1.730 y 1.745.

El barroco medio o pleno (1.630-1.650) se caracteriza por el nacimiento del “bel canto” que es aplicado primero a toda la música vocal y, posteriormente, a la instrumental. Su desarrollo en la primera etapa es notable. El movimiento “belcantista” nace dentro de la propia ópera. Para evitar el cansancio del espectador, durante los recitativos en la ópera, se intercalaron fragmentos melódicos, conocidos como “arias” en los que los cantantes comentaban la acción. Así es como, el espectáculo se divide en momentos de reflexión y momentos de acción. Las “arias” pasan también a la música instrumental y dan lugar a pasajes melodiosos que alternan con los escritos en estilo contrapuntístico. En cuanto al barroco tardío (1.680-1.750) supuso el momento de mayor perfección del estilo. La fuga es el fruto principal de la música instrumental del barroco. Luego se generalizan otros géneros como son el concierto, la suite, la sinfonía o la obertura aunque, en esta fecha, tanto las estructuras como las denominaciones sean todavía algo confusas. No obstante, hay que decir que estos géneros serán fundamentales en el desarrollo del clasicismo. A partir de 1.730, el barroco comienza a recibir críticas basadas en su excesiva complicación y se le achaca sacrificar a la simple técnica la expresión de los sentimientos. Ello dio a la aparición de dos estilos: el galante y el sentimental. Ello marcó ya el tránsito hacia el clasicismo. Uno de los músicos más criticados fue precisamente Juan Sebastián Bach, cariñosamente conocido como “el viejo peluca” por su apego excesivo al contrapunto. Por ello, con la muerte de Bach en el año 1.750, se considera que desaparece el barroco. Hoy vamos a escuchar el Concierto para violín, oboe y orquesta en Re Menor BWV 1060 cuya fecha de composición oscila entre 1.730 y 1.745.

El barroco medio o pleno (1.630-1.650) se caracteriza por el nacimiento del “bel canto” que es aplicado primero a toda la música vocal y, posteriormente, a la instrumental. Su desarrollo en la primera etapa es notable. El movimiento “belcantista” nace dentro de la propia ópera. Para evitar el cansancio del espectador, durante los recitativos en la ópera, se intercalaron fragmentos melódicos, conocidos como “arias” en los que los cantantes comentaban la acción. Así es como, el espectáculo se divide en momentos de reflexión y momentos de acción. Las “arias” pasan también a la música instrumental y dan lugar a pasajes melodiosos que alternan con los escritos en estilo contrapuntístico. En cuanto al barroco tardío (1.680-1.750) supuso el momento de mayor perfección del estilo. La fuga es el fruto principal de la música instrumental del barroco. Luego se generalizan otros géneros como son el concierto, la suite, la sinfonía o la obertura aunque, en esta fecha, tanto las estructuras como las denominaciones sean todavía algo confusas. No obstante, hay que decir que estos géneros serán fundamentales en el desarrollo del clasicismo. A partir de 1.730, el barroco comienza a recibir críticas basadas en su excesiva complicación y se le achaca sacrificar a la simple técnica la expresión de los sentimientos. Ello dio a la aparición de dos estilos: el galante y el sentimental. Ello marcó ya el tránsito hacia el clasicismo. Uno de los músicos más criticados fue precisamente Juan Sebastián Bach, cariñosamente conocido como “el viejo peluca” por su apego excesivo al contrapunto. Por ello, con la muerte de Bach en el año 1.750, se considera que desaparece el barroco. Hoy vamos a escuchar el Concierto para violín, oboe y orquesta en Re Menor BWV 1060 cuya fecha de composición oscila entre 1.730 y 1.745.

Tres son las etapas en las que se divide el barroco: temprano, medio o pleno y tardío. El primero, cuyo nacimiento está fechado entre 1.580 y 1.630, se origina en Italia y surge como consecuencia de la evolución de la música del Renacimiento. Sus precursores son Monteverdi por un lado y Caccini, cuya obra “La nueva música”, lleva un título revelador, por otro. Importante fue, en este desarrollo, la aparición de la imprenta. No obstante, hay que decir que la aparición de este nuevo estilo, no significó la desaparición del anterior. Ambos conceptos convivieron hasta el punto de que Monteverdi se refería a su propia obra como “segunda manera” para distinguirla de la “primera manera” que era la que había aprendido de sus maestros y en la que se había iniciado. La nueva música recibió su impulso definitivo en los años finales del siglo XVI cuando un grupo de estudiosos se reunía en un palacio con el propósito de reconstruir la tragedia clásica griega que suponían había sido cantada. Así, con el deseo de hallar una música que no entorpeciera el sentido del sexto como ocurría con la polifonía del Renacimiento, les llevó al nacimiento de un nuevo estilo al que dieron el nombre de recitativo. En él, la voz seguía el texto sin desfigurarlo con adornos o melodías que distrajeran el contenido literario. Como acompañamiento, se introdujo un bajo. De tal manera, el cantante no perdía el tomo. Nace, pues, la ópera. La primera de la que se tiene noticias es “Dafne” y se representó en el año 1.598. También nace la utilización del bajo continuo en el que se basó toda la música barroca tanto vocal como instrumental. En el próximo podcast hablaremos de las otras dos etapas del barroco; el pleno y el tardío. Escuchemos ahora el Concierto para dos violines, y orquesta en Re Menor BWV 1043 compuesto entre 1.718 y 1.720.

Tres son las etapas en las que se divide el barroco: temprano, medio o pleno y tardío. El primero, cuyo nacimiento está fechado entre 1.580 y 1.630, se origina en Italia y surge como consecuencia de la evolución de la música del Renacimiento. Sus precursores son Monteverdi por un lado y Caccini, cuya obra “La nueva música”, lleva un título revelador, por otro. Importante fue, en este desarrollo, la aparición de la imprenta. No obstante, hay que decir que la aparición de este nuevo estilo, no significó la desaparición del anterior. Ambos conceptos convivieron hasta el punto de que Monteverdi se refería a su propia obra como “segunda manera” para distinguirla de la “primera manera” que era la que había aprendido de sus maestros y en la que se había iniciado. La nueva música recibió su impulso definitivo en los años finales del siglo XVI cuando un grupo de estudiosos se reunía en un palacio con el propósito de reconstruir la tragedia clásica griega que suponían había sido cantada. Así, con el deseo de hallar una música que no entorpeciera el sentido del sexto como ocurría con la polifonía del Renacimiento, les llevó al nacimiento de un nuevo estilo al que dieron el nombre de recitativo. En él, la voz seguía el texto sin desfigurarlo con adornos o melodías que distrajeran el contenido literario. Como acompañamiento, se introdujo un bajo. De tal manera, el cantante no perdía el tomo. Nace, pues, la ópera. La primera de la que se tiene noticias es “Dafne” y se representó en el año 1.598. También nace la utilización del bajo continuo en el que se basó toda la música barroca tanto vocal como instrumental. En el próximo podcast hablaremos de las otras dos etapas del barroco; el pleno y el tardío. Escuchemos ahora el Concierto para dos violines, y orquesta en Re Menor BWV 1043 compuesto entre 1.718 y 1.720.

Tres son las etapas en las que se divide el barroco: temprano, medio o pleno y tardío. El primero, cuyo nacimiento está fechado entre 1.580 y 1.630, se origina en Italia y surge como consecuencia de la evolución de la música del Renacimiento. Sus precursores son Monteverdi por un lado y Caccini, cuya obra “La nueva música”, lleva un título revelador, por otro. Importante fue, en este desarrollo, la aparición de la imprenta. No obstante, hay que decir que la aparición de este nuevo estilo, no significó la desaparición del anterior. Ambos conceptos convivieron hasta el punto de que Monteverdi se refería a su propia obra como “segunda manera” para distinguirla de la “primera manera” que era la que había aprendido de sus maestros y en la que se había iniciado. La nueva música recibió su impulso definitivo en los años finales del siglo XVI cuando un grupo de estudiosos se reunía en un palacio con el propósito de reconstruir la tragedia clásica griega que suponían había sido cantada. Así, con el deseo de hallar una música que no entorpeciera el sentido del sexto como ocurría con la polifonía del Renacimiento, les llevó al nacimiento de un nuevo estilo al que dieron el nombre de recitativo. En él, la voz seguía el texto sin desfigurarlo con adornos o melodías que distrajeran el contenido literario. Como acompañamiento, se introdujo un bajo. De tal manera, el cantante no perdía el tomo. Nace, pues, la ópera. La primera de la que se tiene noticias es “Dafne” y se representó en el año 1.598. También nace la utilización del bajo continuo en el que se basó toda la música barroca tanto vocal como instrumental. En el próximo podcast hablaremos de las otras dos etapas del barroco; el pleno y el tardío. Escuchemos ahora el Concierto para dos violines, y orquesta en Re Menor BWV 1043 compuesto entre 1.718 y 1.720.

Repasada la biografía de Juan Sebastián Bach (1.685 – 1.750) lo haremos ahora con su obra musical. Al respecto hay que decir que los límites del estilo barroco se sitúan entre los años finales del siglo XVI cuando se inician los experimentos musicales que terminarán en Monteverdi (1.567 – 1.643) y el año 1.750 que es cuando muere Bach. Nuestro músico es considerado el último gran defensor de este estilo frente a las primeras voces que proponían nuevas soluciones y que llevarían al triunfo del clasicismo. Naturalmente que el barroco, con su más de un siglo de vida, sufre modificaciones y evoluciones. Sin embargo hay elementos básicos que permanecen. El bajo continuo y el estilo concertante son algunos de ellos. Igualmente se abandona progresivamente la armonía modal a favor de las escalas mayor y menor que aún se emplean. Además, la dificultad de las composiciones hace que nazca el compás que divide el tiempo en partes iguales. No hay que olvidar que la música del barroco se caracteriza por la búsqueda de la expresividad y, en su primera etapa, marca la independencia de la música instrumental respecto de la vocal. Si, hasta este momento, la música podía ser cantada o tocada indistintamente, a partir del barroco, comienza a componerse música expresamente para instrumentos. Es más, se llega a especificar los instrumentos, la familia y el número concreto de ejecutantes. En el barroco comienzan su andadura la mayor parte de los géneros que han llegado hasta nuestros días. Además de los géneros instrumentales (la sonata, el concierto y la suite) la ópera y el oratorio se convierten en espectáculos habituales a lo largo del todo el siglo XVII. Ello se debió al gusto de la realeza, la aristocracia y el estamento eclesiástico y al creciente asistencia del público a las representaciones de ambos géneros. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en La Menor BWV 1041 cuya fecha de composición se desconoce pero publicado por primera vez en el año 1.874.

Repasada la biografía de Juan Sebastián Bach (1.685 – 1.750) lo haremos ahora con su obra musical. Al respecto hay que decir que los límites del estilo barroco se sitúan entre los años finales del siglo XVI cuando se inician los experimentos musicales que terminarán en Monteverdi (1.567 – 1.643) y el año 1.750 que es cuando muere Bach. Nuestro músico es considerado el último gran defensor de este estilo frente a las primeras voces que proponían nuevas soluciones y que llevarían al triunfo del clasicismo. Naturalmente que el barroco, con su más de un siglo de vida, sufre modificaciones y evoluciones. Sin embargo hay elementos básicos que permanecen. El bajo continuo y el estilo concertante son algunos de ellos. Igualmente se abandona progresivamente la armonía modal a favor de las escalas mayor y menor que aún se emplean. Además, la dificultad de las composiciones hace que nazca el compás que divide el tiempo en partes iguales. No hay que olvidar que la música del barroco se caracteriza por la búsqueda de la expresividad y, en su primera etapa, marca la independencia de la música instrumental respecto de la vocal. Si, hasta este momento, la música podía ser cantada o tocada indistintamente, a partir del barroco, comienza a componerse música expresamente para instrumentos. Es más, se llega a especificar los instrumentos, la familia y el número concreto de ejecutantes. En el barroco comienzan su andadura la mayor parte de los géneros que han llegado hasta nuestros días. Además de los géneros instrumentales (la sonata, el concierto y la suite) la ópera y el oratorio se convierten en espectáculos habituales a lo largo del todo el siglo XVII. Ello se debió al gusto de la realeza, la aristocracia y el estamento eclesiástico y al creciente asistencia del público a las representaciones de ambos géneros. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en La Menor BWV 1041 cuya fecha de composición se desconoce pero publicado por primera vez en el año 1.874.

Repasada la biografía de Juan Sebastián Bach (1.685 – 1.750) lo haremos ahora con su obra musical. Al respecto hay que decir que los límites del estilo barroco se sitúan entre los años finales del siglo XVI cuando se inician los experimentos musicales que terminarán en Monteverdi (1.567 – 1.643) y el año 1.750 que es cuando muere Bach. Nuestro músico es considerado el último gran defensor de este estilo frente a las primeras voces que proponían nuevas soluciones y que llevarían al triunfo del clasicismo. Naturalmente que el barroco, con su más de un siglo de vida, sufre modificaciones y evoluciones. Sin embargo hay elementos básicos que permanecen. El bajo continuo y el estilo concertante son algunos de ellos. Igualmente se abandona progresivamente la armonía modal a favor de las escalas mayor y menor que aún se emplean. Además, la dificultad de las composiciones hace que nazca el compás que divide el tiempo en partes iguales. No hay que olvidar que la música del barroco se caracteriza por la búsqueda de la expresividad y, en su primera etapa, marca la independencia de la música instrumental respecto de la vocal. Si, hasta este momento, la música podía ser cantada o tocada indistintamente, a partir del barroco, comienza a componerse música expresamente para instrumentos. Es más, se llega a especificar los instrumentos, la familia y el número concreto de ejecutantes. En el barroco comienzan su andadura la mayor parte de los géneros que han llegado hasta nuestros días. Además de los géneros instrumentales (la sonata, el concierto y la suite) la ópera y el oratorio se convierten en espectáculos habituales a lo largo del todo el siglo XVII. Ello se debió al gusto de la realeza, la aristocracia y el estamento eclesiástico y al creciente asistencia del público a las representaciones de ambos géneros. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en La Menor BWV 1041 cuya fecha de composición se desconoce pero publicado por primera vez en el año 1.874.

Dejamos a Juan Sebastián Bach en el año 1.744 cuando acaba la segunda parte de “El clave bien temperado”. Acaba de ser operado por segunda vez de un problema de la vista y su fuerte corpachón acusa las secuelas que dejan los medicamentos que toma. Cuenta con cincuenta y nueve años. Cuanto cumple los sesenta y cuatro queda totalmente ciego. No obstante ello, llega a vivir un hecho tan importante como que, Federico II, rey de Prusia, le reconozca su valía. A la corte acudió Bach acompañado por uno de sus hijos. Cuando, en palacio, se anuncia su llegada, suena un concierto para flautas compuesto por el propio soberano. Estamos en abril de 1.747. El rey era un virtuoso de la flauta y quiso comprobar el genio de Bach; atacó un tema de escaso fuste e invitó a Juan Sebastián a improvisar según las reglas del contrapunto. En breves instantes, nuestro músico compuso una maravillosa y perfecta fuga a seis voces y, sin más problemas, la ejecutó. Fue entonces cuando el rey dijo aquella famosa frase: “Sólo hay un Bach”. Bach vuelve a Leipzig y ya no sale de allí hasta la muerte. Murió con su espíritu compositivo y su energía totalmente intactos. Apuró los últimos días de su vida en arreglar todos los asuntos familiares y, aún en el lecho de muerte, dictó “El arte de la fuga”. El día 28 de julio de 1.750, un ataque de apoplejía, acabó con su vida. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en Mi Mayor BWV 1042 probablemente compuesto en el año 1.720.

Dejamos a Juan Sebastián Bach en el año 1.744 cuando acaba la segunda parte de “El clave bien temperado”. Acaba de ser operado por segunda vez de un problema de la vista y su fuerte corpachón acusa las secuelas que dejan los medicamentos que toma. Cuenta con cincuenta y nueve años. Cuanto cumple los sesenta y cuatro queda totalmente ciego. No obstante ello, llega a vivir un hecho tan importante como que, Federico II, rey de Prusia, le reconozca su valía. A la corte acudió Bach acompañado por uno de sus hijos. Cuando, en palacio, se anuncia su llegada, suena un concierto para flautas compuesto por el propio soberano. Estamos en abril de 1.747. El rey era un virtuoso de la flauta y quiso comprobar el genio de Bach; atacó un tema de escaso fuste e invitó a Juan Sebastián a improvisar según las reglas del contrapunto. En breves instantes, nuestro músico compuso una maravillosa y perfecta fuga a seis voces y, sin más problemas, la ejecutó. Fue entonces cuando el rey dijo aquella famosa frase: “Sólo hay un Bach”. Bach vuelve a Leipzig y ya no sale de allí hasta la muerte. Murió con su espíritu compositivo y su energía totalmente intactos. Apuró los últimos días de su vida en arreglar todos los asuntos familiares y, aún en el lecho de muerte, dictó “El arte de la fuga”. El día 28 de julio de 1.750, un ataque de apoplejía, acabó con su vida. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en Mi Mayor BWV 1042 probablemente compuesto en el año 1.720.

Dejamos a Juan Sebastián Bach en el año 1.744 cuando acaba la segunda parte de “El clave bien temperado”. Acaba de ser operado por segunda vez de un problema de la vista y su fuerte corpachón acusa las secuelas que dejan los medicamentos que toma. Cuenta con cincuenta y nueve años. Cuanto cumple los sesenta y cuatro queda totalmente ciego. No obstante ello, llega a vivir un hecho tan importante como que, Federico II, rey de Prusia, le reconozca su valía. A la corte acudió Bach acompañado por uno de sus hijos. Cuando, en palacio, se anuncia su llegada, suena un concierto para flautas compuesto por el propio soberano. Estamos en abril de 1.747. El rey era un virtuoso de la flauta y quiso comprobar el genio de Bach; atacó un tema de escaso fuste e invitó a Juan Sebastián a improvisar según las reglas del contrapunto. En breves instantes, nuestro músico compuso una maravillosa y perfecta fuga a seis voces y, sin más problemas, la ejecutó. Fue entonces cuando el rey dijo aquella famosa frase: “Sólo hay un Bach”. Bach vuelve a Leipzig y ya no sale de allí hasta la muerte. Murió con su espíritu compositivo y su energía totalmente intactos. Apuró los últimos días de su vida en arreglar todos los asuntos familiares y, aún en el lecho de muerte, dictó “El arte de la fuga”. El día 28 de julio de 1.750, un ataque de apoplejía, acabó con su vida. Escuchemos ahora el Concierto para violín y orquesta en Mi Mayor BWV 1042 probablemente compuesto en el año 1.720.

Tenemos a Bach en una actividad completa. Enseña, compone, interpreta; vive. Estamos en Leipzig y corre el año 1.723. Aunque parezca un ascenso, lo cierto es que la situación era ultrajante para Juan Sebastián. Las autoridades no reconocían las cualidades del músico; antes al contrario, lo despreciaban por innovador. Vente años de enfrentamientos le llevó a Bach a convertirse en más colérico de lo que ya era. Sus superiores, ignorantes, se opusieron a sus avances musicales e incluso le restringieron sus retribuciones. Totalmente decepcionado, el magistral músico, se convirtió en un ser amargado y pendenciero; alejado de sus semejantes y refugiado en sí mismo y en su música. Las únicas alegrías las obtenía de su vida familiar. Juan Sebastián Bach estaba completamente convencido en lo más íntimo de su corazón de la validez de cuanto hacía; su esposa le apoyaba en todo ello; por ello no cayó en la apatía. Se dedicó a copiar mucha música de sus antepasados. Fueron los años más gloriosos y fructíferos de la vida del compositor. Compuso tres ciclos de cantatas y, sin abandonar el contrapunto, se despojó de la retórica y se dispuso a representar la palabra musicalmente. En 1.724 estrena “La pasión según San Juan” y en el 1.727, “La pasión según San Mateo”. De esa época son el “Magnificat” y los oratorios de Pascua, de Navidad y de la Ascensión. Ya en 1.733 inicia la composición de la magistral “Misa en si menor” para acompañar la solicitud que presentó para obtener del elector Augusto III el título de compositor de la Corte de Sajonia. Lo logró tres años más tarde. Con ese éxito, todos aquellos que le habían hecho objeto de sus desdenes, recibieron un duro revés. Comenzaba la más plácida etapa de su vida. También era la última. Miope de nacimiento, el duro y largo trabajo a la luz de débiles candiles, deterioró mucho su vista. Tras dos operaciones, perdió la vista totalmente. Por otro lado, los fuertes medicamentos, quebrantó la salud y la fuerza de un cuerpo que siempre fue fuerte y robusto. A pesar de ello, continuó con su trabajo. Compuso las conocidísimas “Variaciones Goldberg” y la segunda parte de “El clave bien temperado” que terminó en el año 1.744. Disfrutemos ahora el Concierto de Brandeburgo número 3 en Sol Mayor BWV 1047. Al igual que los anteriores, lo interpreta la Orquesta de Cámara de Suttgart que dirige Karl Münchinger.

Tenemos a Bach en una actividad completa. Enseña, compone, interpreta; vive. Estamos en Leipzig y corre el año 1.723. Aunque parezca un ascenso, lo cierto es que la situación era ultrajante para Juan Sebastián. Las autoridades no reconocían las cualidades del músico; antes al contrario, lo despreciaban por innovador. Vente años de enfrentamientos le llevó a Bach a convertirse en más colérico de lo que ya era. Sus superiores, ignorantes, se opusieron a sus avances musicales e incluso le restringieron sus retribuciones. Totalmente decepcionado, el magistral músico, se convirtió en un ser amargado y pendenciero; alejado de sus semejantes y refugiado en sí mismo y en su música. Las únicas alegrías las obtenía de su vida familiar. Juan Sebastián Bach estaba completamente convencido en lo más íntimo de su corazón de la validez de cuanto hacía; su esposa le apoyaba en todo ello; por ello no cayó en la apatía. Se dedicó a copiar mucha música de sus antepasados. Fueron los años más gloriosos y fructíferos de la vida del compositor. Compuso tres ciclos de cantatas y, sin abandonar el contrapunto, se despojó de la retórica y se dispuso a representar la palabra musicalmente. En 1.724 estrena “La pasión según San Juan” y en el 1.727, “La pasión según San Mateo”. De esa época son el “Magnificat” y los oratorios de Pascua, de Navidad y de la Ascensión. Ya en 1.733 inicia la composición de la magistral “Misa en si menor” para acompañar la solicitud que presentó para obtener del elector Augusto III el título de compositor de la Corte de Sajonia. Lo logró tres años más tarde. Con ese éxito, todos aquellos que le habían hecho objeto de sus desdenes, recibieron un duro revés. Comenzaba la más plácida etapa de su vida. También era la última. Miope de nacimiento, el duro y largo trabajo a la luz de débiles candiles, deterioró mucho su vista. Tras dos operaciones, perdió la vista totalmente. Por otro lado, los fuertes medicamentos, quebrantó la salud y la fuerza de un cuerpo que siempre fue fuerte y robusto. A pesar de ello, continuó con su trabajo. Compuso las conocidísimas “Variaciones Goldberg” y la segunda parte de “El clave bien temperado” que terminó en el año 1.744. Disfrutemos ahora el Concierto de Brandeburgo número 3 en Sol Mayor BWV 1047. Al igual que los anteriores, lo interpreta la Orquesta de Cámara de Suttgart que dirige Karl Münchinger.

Estábamos en el año 1.721. Juan Sebastián Bach había enviudado y, rápidamente, como era habitual, contrae nuevo matrimonio. En este caso, la desposada er la hija de un músico de la localidad. Anna Magdalena Wilcken, además de darle a Juan Sebastián trece hijos, fue la cronista de la familia. Ocurrió entonces que el príncipe de Küthen y protector de Bach, contrae matrimonio con una mujer totalmente desinteresada por la música. Esto provocó cierto distanciamiento entre nuestro músico y su amigo. Un año después, en el año 1.722, el Kantor de Leipzig fallece y Bach tiene la esperada oportunidad de dedicarse a la composición de la música sacra. No fue fácil lograr la codiciada plaza. Primero se le concedió a Telemann; luego a Graupner y, finalmente, a Juan Sebastián. Tuvo nuestro músico que aceptar gravosas condiciones no tanto económicas como laborales puesto que, además de sus funciones religioso-musicales en dos iglesias, debía hacerse cargo de tareas pedagógicas en la escuela como por ejemplo enseñar latín. Esto le produjo ciertos sinsabores. Documentado está que debía componer e interpretar música que incitara a los oyentes a la devoción y que las composiciones se alejaran de todo carácter teatral. Todo sea por progresar. Coros formados por los alumnos de las escuelas en las que ejercía la docencia, interpretaban los oficios en diversas iglesias de la ciudad; a todas ellas las surtía de música la increíble capacidad de Juan Sebastián Bach. Total, que compuso doscientas noventa y cinco piezas religiosas. De ellas, sólo han llegado hasta nosotros ciento noventa; las causas no son otras que la negligencia de sus herederos. Por aquellos entonces, la actividad de Bach debió ser febril; a todo lo anterior, hay que añadir que dirigía los coros y daba lecciones como un profesor más. Hoy les ofrezco el Concierto de Brandeburgo número 2 en Fa Mayor BWV 1047. Al igual que el número 1, lo interpreta la Orquesta de Cámara de Suttgart; dirige Karl Münchinger.

Estábamos en el año 1.721. Juan Sebastián Bach había enviudado y, rápidamente, como era habitual, contrae nuevo matrimonio. En este caso, la desposada er la hija de un músico de la localidad. Anna Magdalena Wilcken, además de darle a Juan Sebastián trece hijos, fue la cronista de la familia. Ocurrió entonces que el príncipe de Küthen y protector de Bach, contrae matrimonio con una mujer totalmente desinteresada por la música. Esto provocó cierto distanciamiento entre nuestro músico y su amigo. Un año después, en el año 1.722, el Kantor de Leipzig fallece y Bach tiene la esperada oportunidad de dedicarse a la composición de la música sacra. No fue fácil lograr la codiciada plaza. Primero se le concedió a Telemann; luego a Graupner y, finalmente, a Juan Sebastián. Tuvo nuestro músico que aceptar gravosas condiciones no tanto económicas como laborales puesto que, además de sus funciones religioso-musicales en dos iglesias, debía hacerse cargo de tareas pedagógicas en la escuela como por ejemplo enseñar latín. Esto le produjo ciertos sinsabores. Documentado está que debía componer e interpretar música que incitara a los oyentes a la devoción y que las composiciones se alejaran de todo carácter teatral. Todo sea por progresar. Coros formados por los alumnos de las escuelas en las que ejercía la docencia, interpretaban los oficios en diversas iglesias de la ciudad; a todas ellas las surtía de música la increíble capacidad de Juan Sebastián Bach. Total, que compuso doscientas noventa y cinco piezas religiosas. De ellas, sólo han llegado hasta nosotros ciento noventa; las causas no son otras que la negligencia de sus herederos. Por aquellos entonces, la actividad de Bach debió ser febril; a todo lo anterior, hay que añadir que dirigía los coros y daba lecciones como un profesor más. Hoy les ofrezco el Concierto de Brandeburgo número 2 en Fa Mayor BWV 1047. Al igual que el número 1, lo interpreta la Orquesta de Cámara de Suttgart; dirige Karl Münchinger.