
Descripción de La Piel del Deseo. Capítulo 5 60544t
El matrimonio de Casandra parece a punto de derrumbarse. Mientras tanto, la novia de nuestro protagonistra tendrá un primer día de trabajo diferente al que esperaba _____________________________________________ Hola! Ayúdame uniéndote a Ivoox desde los siguientes enlaces: * Anual https://www.ivoox.vip/?-code=c7cb5289b6e940372f0f816d1de4fe6e * Mensual https://www.ivoox.vip/?-code=9af38537eef891dabb408d0e292f3c38 *Plus https://www.ivoox.vip/plus?-code=208ff5ca551218eda9d25aad9113bc8c 2q2219
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Hoy presentamos, La piel del deseo. Capítulo 5
Aquella noche, cuatro años antes, Cassandra y su marido habían pasado buena parte de la
tarde y la noche en la fiesta a la que Ramón les había invitado. Una fiesta más a la que
acudían cada semana, con mucho baile, risas, alcohol, mucho frotarse entre ellos, mucho
tontear con otros invitados, rozando el o físico sin llegar a ello, aunque Cassandra
sospechaba desde hacía un tiempo que Dante tenía algunas cosas que ocultar al respecto.
A menudo metiéndose en cualquier habitación de la casa donde estuviesen para follar y dar
un espectáculo de gemidos a los demás que les celebraban con aplausos, aullidos y silbidos
en cuanto salían del escondrijo de turno. Fueron los mejores años de Cassandra, pura diversión,
como vivir una segunda adolescencia sin restricciones. Sabía que tanto ella como
su marido eran irados y deseados. En aquellas fiestas había gente más rica, más poderosa,
mejor vestidos, incluso más guapos. Pero ellos desbordaban un magnetismo irresistible.
Y Cassandra lo disfrutaba. Joder, sí lo disfrutaba. Y cuando Dante apareció con
aquel polvo de Venus y ella lo probó. Por Dios, era como coger todas aquellas sensaciones que
ya de por sí la catapultaban al cielo y multiplicarlas por cien. Recordaba que la
primera vez que se lo tomó, tuvo un orgasmo simplemente bailando con Dante. Era enloquecedor
y maravilloso. ¿Sus mejores años? Aquella noche, cuatro años antes,
terminaron la fiesta en casa de Edelmiro. Edelmiro era simpático, un juerguista nato,
que disparaba un comentario jocoso tras otro. Solía caer bien, era mayor que ellos dos,
por aquel entonces, Cassandra tenía treinta y cinco y su marido cuarenta y uno, frente a los
cuarenta y cuatro de Edelmiro, pero, sin duda, el más jovial de los tres era él.
Esa noche, o, más bien, esa madrugada, Dante estaba especialmente agotado. Se había quedado
dormido frente a una botella de cerveza en la cocina de Edelmiro, sentado. Cassandra
todavía albergaba cierta energía y bailaba sola en la sala de estar, al ritmo de alguna
música latina que ni siquiera le gustaba, pero ¿qué importaba eso? Solo importaba estirar
aquellas sensaciones lo máximo posible. Sabía que tanto a ella como a su marido solo les quedaban
unos años más de juergas antes de que tuviesen que parar el ritmo. Pero, mientras durase,
lo disfrutaría cuanto pudiese. No tardó en descubrir que el final del ritmo sucedería
esa misma noche. Edelmiro se puso a bailar con ella. Hasta ahí todo bien. Le brillaban
los ojos de lujuria, pero ¿eso no era novedad? Edelmiro era amigo desde hacía años. Su marido
estaba a cinco metros. No había de qué preocuparse. Edelmiro puso las manos en su
cintura. Tenía la mirada clavada en su camisa un tanto abierta que permitía ver buena parte
de los pequeños pechos. Hasta ahí todavía era aceptable. Había confianza. Edelmiro la hacía
girar. Buscaba frotar su paquete cada vez con más frecuencia y menos sutileza contra su culo,
por encima de la minifalda. Y todavía era aceptable. El polvo de Venus ayudaba a quitarle
importancia. Cassandra se había tomado una pastilla hacía menos de ocho horas, al contrario que su
marido, que hacía algunas horas más. Probablemente por eso no había aguantado tan bien como ella.
Entonces Edelmiro le abrió la camisa, rompiendo varios botones, la empujó contra un mueble y pegó
la boca a uno de sus pechos. ¿Y Cassandra despertó de su sueño de placer para darse de bruces con la
realidad? El velo teñido de fantasía con el que el polvo de Venus lo cubría todo desapareció.
Cassandra reaccionó. ¿Un rodillazo? ¿Un puñetazo? ¿Un empujón? Eso fue suficiente
para que todo se fuese a la mierda. Edelmiro tropezó, perdió el equilibrio y suciendió de
lleno contra la picuda esquina que tenía detrás. Y eso fue todo. Ahí se acabó la vida de aquel
hombre. Y con él, el ritmo de la fiesta continua en la que Cassandra vivía. Al borde del pánico
absoluto, despertó a Dante. Había sido un accidente, no debería ser un problema.
Pero Cassandra hacía poco tiempo que se...
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