
Descripción de El paraguas volador v2d31
Un cuento de Eva María Rodríguez sobre el esfuerzo, la perseverancia y la creatividad. Publicado en www.cuentoscortos.com http://www.cuentoscortos.com/cuentos-originales/el-paraguas-volador Voz: Ester Moreno García Música: Last Cappuccino in Rio de Chris Haugen en Biblioteca de Youtube 6j82y
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Lucrecia tenía las manos manchadas de tinta y el cabello lleno de virutas de madera.
Pasaba horas en su pequeño desván, rodeada de herramientas, engranajes y montones de papeles con garabatos extraños.
Le encantaba inventar cosas. Algunas veces funcionaban, otras terminaban en un pequeño desastre, como aquella vez que intentó hacer un zapato con ruedas y casi atropella la panadera. Pero esta vez sería diferente.
Sobre su mesa había un viejo pergamino, que encontró en la librería de Don Efraín.
Los dibujos mostraban el diseño de un paraguas muy peculiar.
No sólo protegía de la lluvia, ¡también podía volar! —¡Esto es lo mejor que he visto en mi vida! —exclamó Lucrecia con los ojos brillantes de emoción. Con paciencia y mucha determinación, pasó días ensamblando varillas, ajustando mecanismos y probando diferentes combinaciones de tela. Hasta que...
—¡Listo! —gritó sosteniendo su invento con orgullo.
Era un paraguas rojo, con engranajes dorados y un mango de madera antigua.
Parecía común y corriente, pero cuando Lucrecia presionó un botón oculto, las varillas comenzaron a zumbar, ¡y el paraguas se levantó del suelo! El viento le alborotó el cabello mientras se elevaba sobre los tejados del pueblo.
—¡Funciona! —gritó con alegría.
Al día siguiente decidió llevar su paraguas volador a la escuela.
Sería mucho más divertido que caminar. Se sujetó bien, presionó el botón y ¡zas! se elevó con rapidez, esquivando las chimeneas y cruzando el cielo azul.
Pero algo salió mal. El paraguas empezó a vibrar y antes de que pudiera reaccionar, cambió de dirección y voló por su cuenta.
—¡Ey! ¡No! ¡Espera! —intentó controlarlo, pero era como si el paraguas supiera exactamente a dónde debía llevarla.
Después de varios minutos aterrizó justo frente a la librería de don Efraín.
El anciano la esperaba en la puerta, con una sonrisa traviesa.
—Sabía que encontrarías los planos —dijo él. —Ven, hay algo que debes saber.
Lucrecia entró, intrigada. Entre estanterías polvorientas, don Efraín le mostró un libro muy antiguo. En sus páginas había dibujos de inventos increíbles, y en la última hoja, una imagen de un paraguas idéntico al suyo.
Este paraguas perteneció a un gran inventor, llamado Lorenzo Ferrán.
—Explicó don Efraín. —Decen que escondió un mapa secreto dentro de su invento. Un mapa que lleva un lugar lleno de maravillas jamás vistas.
Lucrecia abrió los ojos de par en par.
—¿Y si el mapa sigue dentro de mi paraguas? —el anciano asintió.
Justo en ese momento, la campanilla de la librería sonó.
Un hombre alto, con un gran bigote, entró con paso firme. Era el inspector Rolán.
—He recibido un informe de un objeto volador no identificado sobrevolando la escuela —dijo ajustándose el cinturón. —¿Sabes algo sobre eso? Lucrecia escondió el paraguas detrás de su espalda.
—No.
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