OLR-28/05/2025. Especial Los Dinosaurios 4n4p6k

Muchos de ustedes habrán oído hablar de Inglaterra alguna vez, y ahora también nosotros les vamos a hablar de ella.

Inglaterra es un país formado por unas islas bastante grandes que están al otro lado del océano Atlántico, frente a Europa.

Como son islas, por todo lado hay mar, pero no todas las costas están formadas por playas planas y arenosas.

En Inglaterra hay costas que son muy altas.

Grandes montañas de roca comienzan desde el mismo mar y las olas se van a estrellar contra ellas y las van gastando poco a poco hasta formar extrañas cuevas y figuras raras.

Cerca de una de estas costas de Inglaterra existe un pueblecito muy pequeño.

En este pueblecito sucedió la historia que les vamos a contar.

Hace más de 150 años vivía ahí un humilde carpintero con su familia y en su tallercito no sólo se exhibían los muebles que él hacía, sino también unas piedras raras que tenían extrañas figuras labradas.

Algunas de esas piedras tenían la forma de una parte del esqueleto de un pescado o de otro animal extraño, pero todas eran de piedra y muy a menudo los visitantes que llegaban a ese pueblo iban hasta la casita del carpintero a comprar esas piedras que podían servir de adorno.

Así el carpintero salía de vez en cuando a buscar esta clase de piedras a la costa para poder ganarse algún dinero que le ayudara a mantener a su familia.

Siempre que salía en estos paseos lo acompañaba una hija que tenía apenas ocho años de edad.

Esta niña se llamaba María y buscaba también con mucho entusiasmo las piedras raras en los lugares que su padre le decía.

Varios años después el papá de María murió y entonces ella tuvo que seguir yendo sola a las costas a buscar las piedras bonitas para venderlas y así tener algún dinero y ayudar a su familia.

La vida iba pasando tranquilamente, pero un día caminando por aquellas montañas de piedra llegó a un lugar en que nunca había estado y en lo alto de una piedra se encontró algo que la dejó asombrada.

En esa piedra, que era tan plana como una mesa, había un esqueleto enormemente grande que debía haber pertenecido a un animal gigantesco.

La cabeza, es decir, el cráneo, medía más de medio metro, el cuello tenía por lo menos unos siete metros, el cuerpo medía unos tres metros y tenía una cola más de dos metros de largo.

María pensó que el animal que había sido dueño de este esqueleto debió medir por lo menos unos trece metros de la cabeza a la cola y también pensó que ese animal debía haber sido un pez o un lagarto muy grande.

Con un poco de temor se fue acercando y cuál no sería su sorpresa cuando se dio cuenta de que los huesos estaban hechos de piedra y que todo el esqueleto estaba pegado a la roca plana en que lo había encontrado.

María hizo el intento de levantar una parte del esqueleto pero esto le resultó imposible y por eso inmediatamente se fue al pueblo a llamar a algunos hombres para que le vinieran a ayudar.

Los hombres trajeron palas y picos y pudieron arrancar el esqueleto y lo llevaron hasta la casa de María.

Allí un científico que andaba explorando esas regiones lo vio y muy contento se lo compró a María en 23 libras esterlinas que es la moneda de Inglaterra.

Para María esta cantidad era mucho dinero.

El científico estaba tan contento como si hubiera encontrado una mina de oro y aseguraba que todos los hombres de ciencia se asombrarían al ver ese esqueleto y realmente así fue.

De todas partes del mundo vinieron a ver y a estudiar aquel esqueleto.

Todos estos científicos estuvieron de acuerdo en sus estudios y dieron una noticia sorprendente.

Los huesos pertenecían a un animal que ya no existía en ninguna parte del mundo.

Por medio de aparatos muy complicados llegaron a darse cuenta de que ese esqueleto tenía una edad de 130 años.