El nihilismo nos devora v135g

Bienvenidos al bulevar de la filosofía, donde las ideas caminan a su propio ritmo y cada pensamiento encuentra su rincón en la ciudad. Aquí la razón se cruza con la vida cotidiana y la historia se mezcla con el presente. No hay prisa, solo un paseo entre palabras, dudas y paradojas. Así que ajusta el paso y acompáñanos en este recorrido filosófico.

Viene a despertar un día, y darte cuenta de que nada, absolutamente nada tiene sentido.

No hay propósito, no hay verdad eterna, no hay bien ni mal que no sean invención humana.

Solo estás tú, flotando en medio de un universo indiferente. Esto es el nihilismo. No es una postura intelectual, es una caída, una hemorragia interna del sentido. No ocurre de golpe, llega como un eco, después de la muerte de Dios. Nietzsche lo vio venir. Cuando el viejo Dios murió, los valores que sostenía se vinieron abajo. Pero no los enterramos, los momificamos, y seguimos obedeciéndolos, aunque ya no creamos en ellos. Eso es el nihilismo moderno, vivir con el piloto automático encendido, trabajar, consumir, producir, competir, sin saber para qué.

Y aún así, tener miedo de soltar, porque soltar, es mirar al abismo. Nietzsche distinguía dos formas de nihilismo. El nihilismo pasivo, el que se resigna, el que acepta que nada tiene sentido, y se sienta a mirar la pared. Vive anestesiado, come sin hambre, cree sin fe, trabaja sin deseo, ama sin fuego. Y el nihilismo activo, el que lo destruye todo, el que lanza el martillo y no pregunta, el que ya no quiere consuelo, sino verdad, aunque le queme, aunque lo deje solo. El nihilismo no es una etapa opcional, es el precio de pensar.

El que no ha atravesado el nihilismo, no puede crear valores, solo repite lo heredado, solo finge que cree. El nihilismo es el fuego por el que debe pasar todo aquel que quiera dejar de obedecer, pero cuidado, no todos salen, algunos se quedan dentro, se convierten en cínicos, en adoradores de la nada, en bufones sin fe ni rabia. Nietzsche no escribió nada para ellos, escribió para el que cae, y aún así sigue caminando. Hoy el nihilismo nos rodea, pero se disfraza, de ironía, de indiferencia, de algoritmo.

Se mete en nuestras pantallas, en los discursos motivacionales, en el optimismo plástico, y detrás hay nada, una nada con wifi. La única salida, mirar esa nada de frente, sin temor, afirmarla, y desde ahí volver a empezar. Porque si Dios ha muerto y los valores se han derrumbado, si el muro ya no tiene sentido, entonces nos toca inventarlo. El nihilismo nos devora, pero si aprendemos a digerirlo, puede darnos el hambre necesaria para crear de nuevo. No hay pastores, no hay salvación, solo tú y el abismo. Míralo, y empieza.