Natalia, Lorenzo y su Gran Museo Internacional - Primer aniversario 2h5f6w

Vivir en Valdivielso, como el paraíso, pero con radio.

Sí, el pasado domingo, por fin, le devolvimos la visita que le debíamos a Natalia.

El de Quintanilla de Santa Jadea no es un gran museo internacional, aunque así se llame, es un pequeño museo local, ya sabéis, nuestra pasión por las cosas pequeñas.

Sí, un pequeño museo local, pero sin embargo, su historia y las creaciones de su autor, mezcladas con el amor y la pasión que Natalia ha puesto en hacerlo existir, son la envidia, diría yo, de los grandes museos del mundo.

Porque no dudo de que, yo que sé, esos grandes museos, el Prado, el Louvre, que bueno, podríamos irnos a muchos museos, tendrán también una historia ahí escondida.

Pero supongo que tiene que ver más con un gran proyecto, con un gran mecenas, con una gran inversión y con tantas cosas.

Sí, yo creo que les daría un poco de envidia, si conocieran esta historia, saber cómo surgió.

Ya quisieran ellos haberse encontrado las pinturas de Lorenzo Pérez Arenas.

Y no solo las pinturas, como digo, sino también esa historia que, poquito a poco, y tirando del hilo, va contando cosas nuevas.

Sí, el pasado domingo, por fin, le devolvimos la visita a Natalia.

Era un día soleado, pero frío también, a diferencia de lo que hoy tenemos allí, y ya sabéis, aún más, porque Quintanilla de Santa Galeria está un poquito más alto y, de hecho, al fondo, se veían las cumbres nevadas.

¿La disculpa para ir? Bueno, pues ese primer aniversario desde la inauguración de este espacio, que desde luego es pequeño, sin duda, pero es mágico también, ¿no? Estaba esa disculpa y también que tocaba pello, con lo cual, pues doble razón para, por fin, acudir.

La pasada semana, Natalia ya nos adelantó que tenía nuevas noticias que contarnos y también nos dijo que no las iba a desentrañar hasta ese día, el del primer aniversario.

Si el casual hallazgo de las obras del pintor y las averiguaciones que ha ido haciendo en todo este año han convertido esa historia en un rescate increíble, ahora la noticia es que el hijo de Lorenzo, del que le separaron a los cinco años, se ha puesto en o con Natalia y quiere venir.

Quiere acercarse a esa que fue la casa de su padre desde México, porque, como sabéis, él nació y él se quedó, ha vivido 70 años en México. En fin, que este, bueno, anciano ya ha encontrado, ha vuelto a encontrar, ¿no?, el hilo que le une a su padre. Uno no deja de preguntarse qué va a ser lo siguiente, ¿no? Porque, claro, en fin, ¿qué va a encontrar después, no? ¿Dónde nos va a llevar esta historia que cada día nos da un capítulo increíble? La verdad que no hay duda en que Natalia comprara esa casa, que no quemara todas aquellas maderas cubiertas de polvo, de broza, aquellas maderas en las que ella intuyó unos colores al fondo, ¿no? Pues fue una suerte que ella lo encontrara, una suerte para ella, sin duda, una suerte para Lorenzo, tampoco ninguna duda, porque si no, todo aquello que él escribió, todo aquello que él soñó, nunca se habría hecho realidad.

Una suerte ahora también para su hijo, para sus nietos, una suerte para la zona, que ahora aquella zona, que es muy hermosa, pero a la que yo probablemente no habría ido, de no ser por este pequeño museo, una zona, como digo, de enorme belleza, pues ahora tiene ese pequeño rincón que yo considero ya de imprescindible visita.

Así que, bueno, ahí nos pusimos en ese rincón, tan hermosamente decorado, con una decoración que tampoco es de las que se pueden comprar, sino que está llena, yo creo que cada objeto que se ve por ahí, más allá de los cuadros, estoy convencido de que cada objeto tiene una historia, ¿no? Y el modo de contarlo y el modo de decirlo, bueno, todas esas cosas. Natalia empezó contando la historia, que no voy a reiterar ahora, porque aquí nos la contó hace un año, y ya la escuchábamos, la pasada semana, y llegó el momento en que tenía que dar esa noticia.

Hace tres semanas recibo un mensaje en el móvil y me dice, hola, eres Natalia del Gran Museo Internacional, soy el hijo de Lorenzo, hijo, o sea, nieto de Lorenzo Pérez Arenas. Y yo, me quedo así, no me lo puedo creer.

Y a los dos días digo, sí, sí, soy yo, y si te podemos llamar, digo, vamos, por supuesto.