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Relatos Sexuales Liberales
Me cogió una transexual, ¿soy gay?

Me cogió una transexual, ¿soy gay? 2g184

20/3/2025 · 13:25
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Relatos Sexuales Liberales

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Me cogió una transexual, ¿soy gay? Matías concurre al psicólogo para que lo ayude a definir si es gay, o no, tras haber tenido dos sesiones de sexo con una chica trans. si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex fuente / autor https://www.todorelatos.com/relato/230262/ b4y5c

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Ahora sí comencemos.

¿Me cogió una transexual? ¿Soy gay? Matías concurre al psicólogo para que lo ayude a definir si es gay o no, tras haber tenido dos sesiones de sexo con una chica trans.

Matías estaba hundido en un sillón incómodo, con las manos apretándose las rodillas y los nervios comiéndoselo vivo.

El consultorio era pequeño, paredes blancas, un escritorio desordenado y un psicólogo flaco, de anteojos y barba recortada, mirándolo con calma desde el otro lado.

—Bueno, Matías, ¿qué te trajo acá? —preguntó el tipo, con voz serena.

Matías respiró hondo, sintiendo la garganta seca, y largó todo de una.

—No sé qué me pasa, loco.

Fui a un boliche, conocí a una mina increíble, terminamos en un telo, pero no era una mina cualquiera.

Tenía pija. Pasó de todo, y ahora no sé qué mierda soy.

El psicólogo no pestañeó, anotando algo en su libreta.

—¿Qué pasó exactamente? Contame desde el principio.

Matías se pasó una mano por la cara y empezó a desentrañar esa noche que le había dado vuelta la vida.

Fue hace unas semanas.

Los amigos me arrastraron a un boliche, uno oscuro con luces de neón y música que te revienta los oídos.

Estaba en la barra, con un trago que no quería, cuando la vi.

Hizo una pausa, viendo la clarita en su cabeza.

Tenía un catsuit blanco, ajustadísimo, que le marcaba todo.

Se le veían las tetas perfectas, sin corpiño, los pezones duros bajo la tela.

Abajo, una tanga roja chiquita que se traslucía un poco.

Pelo negro largo, brillante, cayéndole por la espalda como una cascada.

Bailaba suave, las caderas moviéndose como en cámara lenta, los brazos alzados con una gracia que me dejó idiota.

Era una muñeca.

Entonces me miró, siguió, con la voz más baja.

Sus ojos eran oscuros, grandes, con un brillo cálido que me atrapó.

Me sonrió, una sonrisa dulce, chiquita, y sentí que me derretía.

Me acerqué como hipnotizado, esquivando cuerpos, hasta quedar frente a ella.

Olía a flores, un perfume suave que me pegó directo en el pecho.

«Hola», le dije, gritando por el ruido.

Ella no contestó, me puso una mano chiquita en el pecho, con dedos suaves, y empezó a bailar pegada a mí.

Sentí sus tetas contra mi remera, sus piernas rozándome los jeans.

Era alta, casi como yo, y se movía con una delicadeza que me puso la piel de gallina.

Le puse las manos en la cintura, tocando ese catsuit que le abrazaba las curvas, y me susurró al oído, con una voz como miel, «Me llamo Sofía, lindo».

Después de eso, todo se volvió un sueño, dijo Matías, perdido en el recuerdo.

Bailamos pegados, ella rozándome el cuello con los labios, pasándome las uñas por la espalda despacito, como acariciándome.

Estaba duro, la pija apretándome el pantalón, y ella lo sabía.

Me llevó a un rincón, con esa sonrisa tierna, y pedimos tragos que no tocamos.

Nos besamos lento, profundo.

Su boca era caliente, dulce como caramelo, y me dejaba meterle las manos por el catsuit, tocándole el culo apenas.

«¿Querés ir a otro lado, chiquito?», me dijo, con esa voz suave que me envolvía.

Dije que sí, pagué con billetes arrugados.

Dije que sí, pagué con billetes arrugados y la seguí afuera como si fuera suya.

Matías se recostó en el sillón, mirando el techo del consultorio mientras seguía.

Tomamos un taxi, y en el asiento de atrás ella se me acercó, besándome despacito, pasándome una mano suave por el pecho.

«Vamos a un telo», sí, murmuró, y asentí, perdido en su perfume.

Llegamos a un lugar barato, con luces rojas y paredes oscuras.

Subimos en silencio, y apenas entramos a la habitación la besé con todo, pegándola contra la puerta.

Le metí las manos por el catsuit, subiéndolo un poco, tocándole las piernas, el culo redondo.

Ella suspiraba bajito, apretándose contra mí con suavidad, y yo estaba a punto de explotar.

Se lo saqué despacio, dejándola en esa tanga roja, continuó, tragando saliva.

La tiré en la cama, le subí las piernas, y ella se dejó, abriendo los muslos con una sonrisa dulce.

Estaba listo para meterla, cuando mi mano bajó y sentí algo raro.

Algo duro, caliente.

Me quedé helado, palpando como boludo.

Ella me miró, con esos ojos oscuros llenos de ternura.

«Sí, tengo pija, lindo», dijo, con una voz tan suave que me descolocó.

Me aparté un poco, la cabeza en blanco.

«¿Qué?», solté.

Ella se sentó despacito, mirándome con calma.

«Soy una chica, chiquito».

«Mira», dijo, y me levanté.

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