LVO Especial - Castel Gandolfo, la Residencia de Verano de los Papas 5n6w6j

Muy buenas noches y bienvenidos a La Verdad Oculta, a uno de los últimos especiales precónclave.

Hoy, 5 de mayo de 2025, nos alejamos un poco del bullicio de Roma para adentrarnos en los Montes Albanos, donde el aire huele a olivos y el lago Albano, del mismo nombre, refleja un cielo cuajado de estrellas. Allí, en la cima de una colina que domina el pueblo de Castelgandolfo, se alza el Palacio Apostólico, un refugio de piedra y silencio que ha servido como retiro veraniego de los papas durante siglos. Sus jardines perfumados, sus corredores susurrantes y sus vistas al cráter volcánico esconden más que paz.

Guardan secretos de intrigas vaticanas, observatorios estelares, leyendas de fantasmas y decisiones que han moldeado el destino de la Iglesia. Esta noche, en La Verdad Oculta, cruzaremos los muros de este santuario papal para desentrañar sus enigmas, desde sus orígenes romanos hasta su papel como fortaleza de fe y misterio. ¿Están listos para caminar por los senderos de Castelgandolfo, donde el pasado murmura en cada sombra? Abran sus almas y sus ojos, queridos amigos, porque la verdad, como el reflejo en ese lago, está a punto de revelarse. Comenzamos.

Imaginen un atardecer en los Castelli Romani, donde las colinas se tiñen de ámbar y las campanas de la Iglesia de San Tomaso Villanova tañen con suavidad. A diferencia del imponente castillo de San D'Angelo, con su aura de guerra y prisión, el palacio de Castelgandolfo es un oasis de serenidad, un lugar donde los papas han buscado refugio del calor romano y las tormentas políticas del Vaticano. Pero no se dejen engañar por su fachada de villa renacentista, con sus balcones floridos y sus muros de ocre.

Este palacio, enclavado en un pueblo que parece suspendido en el tiempo, es más que una residencia de verano. Es un crisol de historia, ciencia y misterio, un lugar donde los ecos de emperadores romanos se mezclan con los susurros de pontífices y los secretos de un observatorio que ha escrutado los cielos en busca de respuestas divinas. Desde su fundación sobre las ruinas de una villa imperial hasta su transformación en un bastión papal, Castelgandolfo guarda historias que desafían la calma de sus jardines. Acompáñenos a desvelarlas.

Nuestra historia comienza en el siglo I d.C., cuando el emperador Domiciano, un gobernante paranoico y visionario, construyó una villa colosal en las colinas de Alba Longa, el mítico lugar de fundación de Roma. Según el historiador Suetonio, en su vida de los Césares, la villa de Domiciano ocupaba hectáreas de terreno con terrazas que descendían hacia el lago Albano, baños termales alimentados con manantiales y un teatro donde el emperador celebraba banquetes bajo las estrellas.

Los mosaicos de la villa, algunos aún visibles en excavaciones recientes, muestran escenas de ninfas y sátiros, un eco de la Roma pagana que adoraba la naturaleza y los dioses. Domiciano, obsesionado con su legado, usaba la villa como refugio de las conspiraciones de Roma, pero también como escenario de excesos donde, según algunos rumores, sacrificaba animales en rituales nocturnos para apaciguar a los dioses. Su asesinato en el año 96 d.C. dejaría la villa en el abandono y las colinas volvieron a la quietud.

Sus secretos serían sepultados bajo la tierra. Siglos después, en el medievo, las ruinas de la villa atrajeron a las familias nobles de Roma, los Sabelli y los Colonna, que construyeron fortalezas en la zona para controlar los pasos entre Roma y el sur, pero fue en el siglo XVII cuando Castel Gandolfo entraría en la órbita del Vaticano. En 1596, la familia Gandolfi, de donde deriva el nombre del pueblo, perdió sus tierras por las deudas, y el Papa Clemente VIII las adquirió para la iglesia. En 1626, el Papa Urbano VIII, un barberín y abogado,