Lectura del Evangelio y Meditación diaria. Jueves, 22 de mayo de 2025. Padre Javier Siegrist 56l13

Ofrezcamos de veras nuestras personas y obras en unión con Él por la redención del mundo.

Señor mío y Dios mío, Jesucristo, por el corazón inmaculado de María me consagra tu corazón y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pegados y para que venga a nosotros tu reino. Te pido en especial por el Papa y sus intenciones, por nuestro Bispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones.

Oh, Señora mía o Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti y en prueba de mi enfile de afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón, en una palabra todo mi ser, ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad. Guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén. Vamos a contemplar este Evangelio que la Iglesia nos propone para el día de hoy, lo hacemos como siempre en los tiempos fuertes, contemplando primero esa oración que la Iglesia nos regala, la oración colecta, en la que la Iglesia nos invita a contemplar el paso que ella quiere que demos en este camino de conversión de la Pascua.

No podemos olvidar esto que decimos siempre, que la gran conversión no es la conversión moral a una vida ordenada, sino la conversión a la Pascua, a la vida resucitada, a vivir una vida con Cristo vivo, que es lo que vamos buscando en este tiempo que ya va pasando y vamos apuntando precisamente a esa gran fiesta que culmina la Resurrección, que es la Ascensión, y que nos deja como los apóstoles, mirando al cielo y trabajando en la tierra. La Iglesia nos invita a dar este paso ahora, diciendo así, Señor Dios todopoderoso, que sin mérito alguno de nuestra parte nos has hecho pasar de la muerte a la vida y de la tristeza al gozo, no pongas fin a tus dones ni ceses de realizar maravillas en nosotros y concede a quienes ya hemos sido justificados por la fe la fuerza necesaria para perseverar siempre en ella.

De nuevo, como durante todo este tiempo de Pascua, la Iglesia nos hace levantar la mirada al cielo y al gozo, siempre van esas dos características unidas. La mirada de fe que nos hace vivir la alegría de la Resurrección y la alegría del triunfo de Cristo, no es lo de que ha ganado lo bueno, sino que pertenecemos al ritmo de la vida y no de la muerte y que, por tanto, estamos hechos para vivir mirando al cielo y caminar hacia aquel lugar que es nuestra patria en el fondo y que nos hace estar en todas partes como forasteros, sabiendo que nuestra patria es la vida eterna.

Dice la Nación colecta, sin mérito alguno por nuestra parte, eso a mi parece que es de las grandes conversiones el entender que el Señor será el dueño de mi vida y que pueda Él actuar libremente, sin mérito alguno de nuestra parte nos has hecho pasar de la muerte a la vida con esa alegría de la Resurrección que experimentábamos el domingo de Resurrección y que va empapando todo este tiempo y que debe empapar toda la vida, es porque hemos pasado de la muerte a la vida, del reino de la muerte al reino de la vida.

Es precioso aquel capítulo 19 de la Carta a los Efesios de San Ignacio de Antioquia, donde dice que el reino de la magia y el reino de la muerte ha sido aniquilado precisamente por el triunfo de Cristo resucitado. Esto es lo que celebramos, que pertenecemos al reino de la vida que en mi patria se hicieron. Nos has hecho pasar de la muerte a la vida y de la tristeza al gozo.

Es muy bonito ver cómo la Iglesia, por supuesto que vivimos en el gozo y en un gozo que no se atasque con pequeñeces, sería una maravilla el poder leer ese documento de Pablo VI que siempre quedará como referente en Gaudete Indómino, Alegraos en el Señor, donde San Pablo VI recuerda las características de la alegría cristiana, de ese gozo cristiano del que ya participamos y participamos por participación en la vida de Jesús. O sea, el gozo no es un esfuerzo que yo tengo que hacer, no es el resultado de que se han alineado los astros en mi vida y entonces ya no tengo sufrimiento, no.

De hecho, una de las características que dice Pablo VI del gozo de la resurrección es que convive con la tribulación, que puede uno estar pasando dificultades y se tiene mucha alegría. Ayer mismo teníamos una reunión precisamente con padres cuyos hijos están en el cielo y era muy bonito ver la alegría que se respiraba en esa reunión sabiendo que todos tienen una herida en el corazón, o que todos tenemos, porque es difícil encontrar a alguien que no tenga una herida en el corazón.

El caso es que nos ha hecho pasar de la muerte a la vida.