
Jesús en la sinagoga (C ORD III) 6361x
Descripción de Jesús en la sinagoga (C ORD III) 113on
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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
El domingo pasado escuchábamos en el Evangelio el relato de las bodas de Caná,
que según el evangelista San Juan es el episodio con el que Jesús inició su
vida pública, su predicación y su enseñanza. Y San Juan tuvo mucho acierto
en poner este episodio como lo primero y principal, porque como veíamos el domingo
pasado, el amor no sólo es lo primero y lo que da sentido a todo, sino que
además es lo único que va a pervivir y lo único que va a trascender de esta
dimensión terrena en la que estamos. Pero este año nos toca en la liturgia
escuchar el Evangelio de San Lucas. Y San Lucas no coloca el comienzo de la vida
pública de Jesús ni en Caná ni en una boda, sino en el pueblo donde vivió toda
su vida hasta los 30 años, en Nazaret y en la sinagoga.
Según San Lucas fue en su pueblo, en un día festivo y en la sinagoga, como
acabáis de escuchar, donde Jesús se presentó diciendo que ha venido a traer
la buena nueva, libertad y luz. Falta, nos hacen las tres cosas en este mundo de
que nos predica tantas malas nuevas, que nos somete a tanto corsé y que tiene
tanta tiniebla. Luego ya sabemos, todo aquel que te hable de lo bueno, que te
libere y expanda tu vida, todo aquel que te ilumine de algún modo aminorando y
achicando tu temor y tu tiniebla, está en la línea de Jesús. Y Jesús se hace
presente en él. Y todo el que no sea así lo debes de desechar, por ser una
mala e incorrecta influencia. Y esto vale para ti mismo. Si eres transmisor de
malas nuevas, si no liberas y expandes la vida de tus semejantes, y si encima no
iluminas, sino que te dedicas a fomentar la oscuridad, el miedo y la tiniebla,
eres una mala, una pésima influencia, y llevas un vivir totalmente desechable.
Tu vida es un desperdicio. Jesús comenzó, según San Lucas, su
ministerio público, en la sinagoga de su pueblo, y en un día festivo, con un
mensaje y una enseñanza muy clara y muy certera.
Dios lo envió a él, y nos envía a nosotros, a ser transmisores de buenas
nuevas, a dar libertad y anchura a los demás, a soltar tanto corsé y
tanta faja como pretenden ponernos y llevamos puesta, y de esa manera tener
luz, dar luz y disipar siquiera un poco la tiniebla. En esto consiste la
clave del vivir, y lo que no sea esto es una vida en desperdicio.
Pero el evangelio de hoy también recuerda que todo esto es y va dirigido
a los pobres, a los cautivos y oprimidos, y a los ciegos. Y claro, los malos
lectores del evangelio, esos que entienden todo en sentido literal,
pensarán, pues esto no va conmigo, porque aunque no estoy podrido de dinero, pobre
no soy, aunque libre total tampoco soy, no estoy en ninguna cárcel, ni estoy
apresado o cautivo, y aunque voy perdiendo algo de vista, tampoco estoy
ciego. Luego estas palabras no deben de ser para mí.
El evangelio siempre va por ti y para ti, y si te parece que no, es que no lo has
entendido, y lo lees que da pena. En primer lugar, tú eres un pobre.
Pobre es todo aquel que lleva una vida en desperdicio. Pobres somos todos, porque
todos andamos con demasiados temores que nos llevan a acumular mucho más de lo
que necesitamos. Probablemente la riqueza material es el indicativo más claro de
lo temeroso y pobre que es un hombre.
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