IV Domingo de Pascua - Homilía 11.05.2025 251j11

Lectura del santo evangelio según San Juan.

En aquel tiempo dijo Jesús, mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna. No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

En este santo evangelio, queridos hermanos, el Señor nos describe de una manera breve pero muy profunda cómo es nuestra relación con Él, la relación que Él tiene con cada uno de nosotros. Y empieza diciendo mis ovejas escuchan mi voz.

Hay muchas voces, hay mucho ruido. Está en la radio, está en la televisión, está en las redes sociales. Voces por todos los lados. Nosotros oímos esas voces pero escuchamos únicamente la voz del Señor. Porque una cosa es oír y otra cosa es escuchar. Escuchar supone que uno hace como un silencio interior y que uno prepara su corazón y su alma para recibir lo que viene del otro.

Y nosotros ese honor se lo damos a Cristo. Oímos las voces, hay muchas, pero escuchar, escuchar. Queremos escuchar sólo la voz de Cristo que es el Buen Pastor, que es el que ha dado la vida por nosotros, que es, como veremos, el que nos da vida eterna. En segundo lugar, Él dice y yo las conozco a mis ovejas. Mis ovejas somos todos los bautizados, somos nosotros. Y el Señor dice yo las conozco.

Cuando nosotros escuchamos la palabra conocer pensamos en tener una información. Pero en la Biblia conocer no significa eso, no significa estar informado. Conocer significa abrazar.

Conocer significa amar. Y el Señor dice yo conozco, o sea, yo amo a todas mis ovejas.

Y eso, queridos hermanos, es muy importante que nosotros nos lo grabemos dentro y que estemos convencidos de ello. El Señor no sólo sabe todo lo que hay en nuestra vida, sino que el Señor nos abraza, nos ama y nos está amando en todos los momentos de nuestra vida. Y cuando le decimos a alguien que a lo mejor está muy desanimado, que se siente mal a causa de sus propios pecados, le decimos, mira, el Señor te abraza, te ama y quiere hacer de ti un santo.

Es verdad, es verdad. El Señor ama a cada una de sus ovejas, nos ama a cada uno de nosotros. Y eso quiere decir yo las conozco, quiere decir yo las abrazo. Existimos los bautizados en el abrazo que Cristo nos da. Y mientras no nos salgamos de ese abrazo, todo va bien. Porque incluso las cosas malas, si no salimos de ese abrazo, se resolverán en bien para nosotros. Como dice San Pablo en la Carta a los Romanos.