Humboldt: un explorador legendario 4d3b5k

Hace más de 200 años, un científico llamado Alexander von Humboldt pasó cinco años explorando Sudamérica. Describió la Tierra como un organismo vivo en el que todo estaba conectado.

La historiadora y escritora Andrea Wolff está siguiendo sus pasos. Fue el primero en advertirnos sobre el cambio climático provocado por el ser humano. Este joven explorador alemán, hoy casi olvidado, se convertiría en uno de los científicos más influyentes de la historia. Humboldt es para la ciencia del siglo XIX lo que Einstein para la del XX.

Supuso un replanteamiento completo del mundo que nos rodea. Humboldt, un explorador legendario.

El 4 de noviembre de 1799, Alexander von Humboldt estaba haciendo su sueño realidad.

Pero de pronto, el suelo tembló bajo sus pies. Aunque salió ileso, aquel terremoto impulsó a este ya apasionado científico a cuestionárselo todo. Sus descubrimientos transformaron el conocimiento humano. Fascinó a reyes y presidentes y se convirtió en una superestrella de la ciencia moderna. Al morir, tenía iradores por todo el mundo.

Se erigieron estatuas en su memoria y se bautizaron decenas de instituciones con su nombre. En los Estados Unidos muchas ciudades y condados se llaman así por él. Incluso Nevada estuvo a punto de ser el estado de Humboldt. Para honrar los avances científicos que propició, cientos de plantas y animales llevan su nombre. Y hasta en la luna hay un topónimo en su honor.

Pero quién fue Alexander von Humboldt, el hombre de quien se dice que inventó la naturaleza.

¿Y por qué supuso una revolución del conocimiento? Alexander nació en 1769 en una aristocrática familia y creció en una lujosa mansión cerca de Berlín. Tuvo la mejor educación que se podía tener, pero siempre le faltó cariño. Humboldt no fue feliz en su infancia.

Su madre era muy fría y distante. Y desde muy pequeño, él soñaba con hacer grandes viajes a países lejanos. Su padre murió cuando él tenía diez años. Alexander pasaba todo el tiempo que podía al aire libre, lo que despertó su fascinación por las plantas y los insectos. Cuando el rey de Prusia, al que su familia recibía en su casa, le preguntó que si quería conquistar el mundo, igual que Alejandro Magno, el joven Humboldt le dijo sí, pero con mi cabeza. A los 18 años, Alexander se fue de casa. Él sató aburrimiento, como él lo llamaba. Quería estudiar ciencia y naturaleza, pero a su madre le parecía poco para él. La ciencia no se consideraba una actividad profesional.

Era más bien una vocación que solo podían cultivar las personas adineradas y con un cierto estatus, que tenían el tiempo y los recursos necesarios para dedicarse a observar la naturaleza. La ciencia del siglo XVIII aún se regía por principios religiosos.

Según la iglesia, el mundo tenía menos de 6000 años y los principales filósofos consideraban que la naturaleza era un mecanismo divino, con Dios en el centro. Alexander sospechaba que quedaba mucho por descubrir. Quería ir más allá de las creencias establecidas y averiguar cómo funcionaba el mundo en realidad.

En 1791 llegó a la ciudad de Freiberg para estudiar en la Academia de Minas. Más de 200 años después, la historiadora Andrea Wulf visita las minas de plata en las que Alexander se formó. La tecnología ha cambiado en estos siglos, pero los túneles subterráneos son los mismos. Enseguida, Humboldt demostró su prodigiosa capacidad intelectual.