Huevos de dinosaurio 4k5f3y

Imagina el paisaje 70 millones de años atrás.

Estamos en Loarre, un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes ubicado en la comarca de la Hoya de Huesca, a unos 30 kilómetros de la ciudad.

Su célebre castillo, el más importante de Aragón y la fortaleza mejor conservada de toda Europa, es el símbolo de identidad de un municipio que hoy muestra un gran tesoro, sus huevos de dinosaurio.

El sol calienta una vasta llanura, y entre la vegetación primitiva, enormes criaturas se mueven con lentitud.

En el suelo, un grupo de dinosaurios ha encontrado un rincón seguro para nedar.

Las hembras depositan con mucho cuidado sus huevos, ocultándolos bajo la tierra y la vegetación, intentan defenderlos de los depredadores del momento.

Lo que aquellas criaturas no sabían es que millones de años después, ese rastro de su existencia iba a emerger en este pequeño pueblo de la comarca de la Hoya de Huesca.

Cuando pensamos en dinosaurios, solemos imaginarnos en lugares lejanos, en otras latitudes.

Pero lo cierto es que aquí, en pleno corazón de la Hoya de Huesca, es posible conectar con el pasado más remoto de nuestro planeta.

En el yacimiento de Santa Marina, uno de los más extensos de Aragón, se han encontrado huevos fosilizados de dinosaurio con más de 65 millones de años de antigüedad.

Extraer este material de la roca es emocionante para Laura de Jorge, restauradora del Laboratorio Paleontológico del Oarre.

Lo primero que te viene a la cabeza es decir, ostras, es que esto tiene X millones de años y yo lo estoy sacando ahora mismo de la roca.

Y es la primera vez que unos ojos ven este material, ven este hueso, ven este huevo, desde hace, en este caso, 68 millones de años.

Se trata de un hallazgo extraordinario que ha dado lugar a un espacio único, el Laboratorio Paleontológico del Oarre, la primera subsede del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de Zaragoza, inaugurada en el año 2022.

Un espacio donde hoy se investiga, se conserva y se comparte con el mundo este legado fascinante.

Un viaje al pasado que nos permite comprender cómo vivían los últimos dinosaurios que habitaron Europa y asombrarnos con la magnitud de nuestro planeta.

Miguel Moreno Aranza es investigador y responsable del laboratorio.

Te da una perspectiva de lo inmensa que es la historia de la Tierra.

O sea, es una cosa que los profesionales igual lo tenemos ya muy asimilado, pero cada nuevo descubrimiento te devuelve a esa casilla de salida y vuelves a ser aquel niño que descubría por primera vez lo que era un dinosaurio y veía, ¿cómo? ¿millones de años? Entonces esa sensación, cada descubrimiento te la devuelve un poquito y es una experiencia muy interesante.

Tener entre tus manos un huevo de dinosaurio es emocionante, es como sostener el eco de un mundo perdido, tocar el tiempo, sentir el peso de millones de años.

Es una experiencia que te obliga a mirar con otros ojos y sentir lo efímeros que somos frente a la inmensidad del tiempo.

Entonces pues les damos un fragmento de cáscara de huevo de dinosaurio y al principio ellos solo ven una piedra, pero de repente les dices, pues que sepas que tienes una cáscara que formó parte de un huevo de dinosaurio de hace 68 millones de años más o menos y que de aquí nació un sauropodo.

Estás teniendo un fragmento de lo que fue un huevo de que nació un sauropodo y la reacción de la gente va desde la aprensión de tener una cosa tan valiosa y tan brutal en la cara que a veces te hacen así como que te la quieren devolver del rollo yo no quiero estar responsabilidad a flipar, a mirarlo, a tocarlo, a notar la textura, son huevos rugosos, son muy curiosos, aparte de color negro porque han fosilizado este color, no es que fueran así en origen.

Entonces es muy bonito cuando ves como se abre la mente de una persona a aprender a identificar una cosa que después un día irán al campo y dirán, ostras, esto se parece a lo que me decía Laura en el laboratorio, puedo identificar un fósil, ¿no? Esta iniciativa nace a raíz de un hallazgo excepcional, un conjunto de huevos fosilizados en un estado de conservación asombroso descubierto en 2019 en el yacimiento de Santa Marina, en plena sierra del Oarre.

Un testimonio directo de los últimos dinosaurios de la humanidad.