Huéspedes de socorro 5e4r6

Como está sean bienvenidos me llamo iñaki sánchez soy el autor de las historias que escuchan en este espacio sonoro y el responsable de su transformación en ficciones sonoras si me preguntasen por qué lo hago no sabría qué responderles supongo que las personas somos raras uno se levantan por la mañana como autómatas esclavos de su rutina hacen el café se viste ni se van a trabajar ignorando por completo la importancia del sueño que han experimentado hasta hace unos minutos otras en cambio reflexionan sobre la ensoñación y los efectos que ha tenido en sus pensamientos de estos últimos individuos hay un porcentaje minoritario qué se molesta en apuntar en algún sitio lo que han soñado y de esta minoría nos encontramos a muy pocos que se atreven a compartir con el resto de mortales la experiencia a estos últimos hay que agradecerles el gesto por ello yo mismo me dispongo a honrar una de mis cavilaciones la de hoy es una historia más de mi repertorio otra de esas eyaculaciones cerebrales que dudo mucho si se le puede encontrar el sentido de su existencia y puede que ni siquiera sea merecedora de ser recordada durante más de diez minutos no obstante y como favor especial les pido que la escuchen no por mí sino por lorena inserte quien ha tenido el encomiable detalle de dignificar con su voz este relato que se titula huéspedes de socorro tras la enorme desazón que la discusión con su esposa le había producido arkaitz montón su pesquero y se alejó del puerto en principio no tenía pensado faenar tan solo alejarse de la costa para poner sus ideas en orden y calmar los ánimos no obstante cuando ya no quedaba rastro de la costa en el horizonte le siguió perturbando la misma sensación amarga que la había conducido a mar adentro saben ustedes a veces la mejor forma de apaciguar el alma y dejar que los pensamientos dejen de turbar a uno es distraer la mente y a este efecto nada mejor que una actividad física que requiera además un esfuerzo mental en la primavera de mil ochocientos sesenta y seis arkaitz se encontraba firmemente convencido de que podría tirar una red al agua y permanecer las cuatro horas de luz que quedaban de aquel domingo sin pensar en lo que pudiese encontrar cuando la recogiese sólo un auténtico pescador del norte pueda apreciar la belleza del atardecer cuando el mar está en calma