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Relatos Sexuales Liberales
La hija perfecta p9.

La hija perfecta p9. 3k6ee

2/3/2025 · 01:21:51
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Relatos Sexuales Liberales

Descripción de La hija perfecta p9. 64q8

La hija perfecta p9. Helena estaba allí, perfectamente compuesta, instalada en un sillón de cuero si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex fuente / autor https://www.todorelatos.com/relato/228889/ 5m4z1o

Lee el podcast de La hija perfecta p9.

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Ahora así comencemos.

La hija perfecta parte 9 En el orfanato abandonado, viejos secretos resurgen mientras León, con un plan en mente, se prepara para enfrentar a Elena de una vez por todas.

La noche era espesa, sofocante.

León sentía el peso del aire pegándose a su piel mientras él y Natalia avanzaban en silencio por la carretera.

La moto de Martín rugía bajo ellos, devorando la distancia entre la casa de Isabel y su destino.

El viento le golpeaba el rostro, pero no disipaba el nudo en su estómago.

No habían tomado el auto de Natalia. Era demasiado visible, demasiado fácil de rastrear.

Elena conocía cada detalle de su rutina, cada posesión que le pertenecía.

Su auto era una extensión de su identidad y, por lo tanto, una trampa en potencia.

La moto, en cambio, era rápida, ágil y anónima.

No llevaba GPS, ni registros, ni rastros de ellos más allá del humo que dejaban atrás.

Además, León sabía que, si algo salía mal, tendrían menos posibilidades de ser interceptados en dos ruedas que en un coche.

Movilidad sobre comodidad. Velocidad sobre seguridad.

Natalia conducía con precisión, su cuerpo inclinado apenas lo necesario en cada curva, como si la velocidad no la afectara en lo absoluto.

León, aferrado a su cintura, podía sentir el calor de su cuerpo filtrándose a través de la tela de su chaqueta.

Un contraste perverso, la sensación cálida, casi íntima, frente al frío gélido de la incertidumbre.

Como si estuviera atrapado entre dos fuerzas opuestas.

Elena los estaba esperando. Lo sabía.

¿Pero qué pasaría primero? ¿Su llegada o su caída? La imagen de Martín quedó atrapada en su mente. Sólo regresa entera.

Sus dedos se apretaron en la cintura de Natalia.

Y entonces, algo cambió.

El rugido del motor se transformó en un lamento ahogado.

Natalia soltó una llave.

El rugido del motor se transformó en un lamento ahogado.

Natalia soltó una maldición entre dientes y redujo la velocidad bruscamente.

León sintió el jalón en su cuerpo.

Su respiración se entrecortó al ver las luces del tablero parpadear con una intermitencia inquietante.

¿Qué pasa? Preguntó, su voz apenas audible por el viento.

Natalia frenó la moto hasta detenerse en la orilla de la carretera.

Un silencio denso cayó sobre ellos, solo roto por el sonido lejano de los grillos y el crujir de la grava bajo sus pies.

No lo sé, murmuró Natalia, bajando de la moto con movimientos calculados.

León la observó mientras revisaba el motor, su perfil iluminado por el resplandor de la luna.

Había algo inquietante en la escena, la forma en que su cabello caía sobre su rostro, la tensión en sus hombros, el reflejo plateado en sus labios húmedos cuando los presionaba con la lengua.

—¡Mierda! —susurró Natalia, enderezándose y girándose hacia él.

Sus ojos brillaban con algo que León no pudo identificar de inmediato.

Algo más allá de la frustración.

—¿Se descompuso? Preguntó, pero la pregunta se sintió hueca, sin importancia.

Natalia dio un paso hacia él.

Luego otro.

León sintió el aire cambiar.

No supo si era el frío que subía desde la tierra o la tensión que vibraba en el espacio entre ellos.

Natalia se detuvo escasos centímetros.

Su perfume lo envolvió, algo dulce, con una nota de almizcle apenas perceptible, como el aroma de una fruta madura al borde de la descomposición.

—No sé si fue un accidente o si alguien se encargó de que nos detuviéramos aquí —dijo en voz baja.

León sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Alguien como quién? —susurró.

Natalia ladeó la cabeza, sus ojos recorriéndolo con una lentitud estudiada.

León reconoció la mirada.

Era la misma que había visto en Helena cientos de veces.

Un juego.

Una prueba.

Alguien como yo respondió finalmente Natalia, esbozando una sonrisa que no reflejaba ni una pizca de alegría.

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