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Relatos Sexuales Liberales
La hija perfecta p6.

La hija perfecta p6. 3o20i

26/2/2025 · 58:36
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Relatos Sexuales Liberales

Descripción de La hija perfecta p6. 465m3

La hija perfecta p6. León siente las cadenas invisibles de Helena mientras las sombras del deseo y el poder lo envuelven. si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex Fuente / Autor https://www.todorelatos.com/relato/226310/ 1bx5q

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Gracias por estar en sintonía. Si aún no estás suscrito, te invito a hacerlo y no te pierdas ninguno de nuestros episodios. Ahora así comencemos. La hija perfecta parte 6 León siente las cadenas invisibles de Elena mientras las sombras del deseo y el poder lo envuelven. La brisa matinal acariciaba su rostro. El tacto frío de la cadena contra su piel seguía pero esta vez no como un peso, sino como un recordatorio.

Había jugado bien sus cartas, dejando a Alejandro con más preguntas que respuestas y una mirada que parecía prometer que volvería a buscarlo. Se ajustó la falda con un movimiento ligero y seguro, sintiendo la seda deslizarse sobre sus muslos. Su reflejo a la ventana del instituto le devolvió la imagen de alguien que comenzaba a entender el poder que podía ejercer sobre quienes lo subestimaban. Pero esa chispa de control se desvaneció apenas cruzó la puerta.

El aire en la sala de clases estaba cargado de murmullos y risas apagadas, como si un rumor invisible hubiera contaminado el ambiente antes incluso de que León entrara. Al cruzar la puerta, sintió el peso de las miradas clavarse en él. Su espalda se tensó instintivamente y sus pasos se volvieron más cortos, como si su propio cuerpo intentara hacerse más pequeño. Se dirigió a su asiento cerca de la ventana, fingiendo no notar las miradas furtivas que se deslizaban hacia él.

El sol proyectaba sombras alargadas sobre las mesas, pero no lograba disipar la sensación de encierro que crecía en su pecho. Marina, la voz de Camila rompió el aire como el filo de un cuchillo. León levantó la vista. Camila estaba de pie, apoyada contra la esquina del escritorio del profesor, con los brazos cruzados y una sonrisa torcida.

Su falda se ceñía descaradamente a sus caderas, y el brillo de sus labios resaltaba cada palabra como un golpe bien dirigido. —¿Cómo estás? —preguntó, con una dulzura tan falsa que hizo que a León se le revolviera el estómago. Las risitas de algunas compañeras resonaron como ecos. León apretó los labios, esforzándose por mantener la compostura mientras deslizaba el bolso sobre su mesa.

—Bien —respondió con un tono neutro, aunque sentía como el calor le subía al cuello.

Camila no se movió. Dio un paso lento hacia él, dejando que el sonido de sus pisadas sobre el suelo acentuara el silencio expectante en la sala. —¿Segura? —insistió, dejando caer la pregunta como quien lanza una piedra en un estanque. Se inclinó un poco más, lo justo para invadir su espacio, porque —no lo sé— te ves diferente hoy. León sintió como el suelo se inclinaba bajo sus pies.

La sangre le martillaba en las sienes. —No sé de qué hablas —susurró, consciente de que su voz temblorosa solo le daba más poder a Camila. —Claro que no —respondió ella con una risita ligera que hizo que las demás la imitaran. Dio otro paso, cerrando aún más la distancia entre ellos. —Pero, ya sabes, algunas cosas se notan.

Esa ropa tan impecable, esa forma de caminar tan segura. No me sorprendería que alguien te ayude a mantenerlo todo tan perfecto. Las palabras se deslizaron como veneno en el aire, cargadas de insinuaciones apenas veladas. León se tensó, sintiendo como las miradas en la sala se multiplicaban, recorriéndolo como un enjambre de insectos. —¿O acaso me vas a decir que todo esto gesticuló hacia su atuendo con un movimiento teatral, dejando que sus dedos recorrieran el aire como si dibujara el contorno de un maniquí? ¿Vienes solo de mamá y papá? Camila hizo una pausa, inclinando la cabeza con falsa curiosidad mientras sus ojos se posaban en la cadena dorada que descansaba sobre la clavícula de León. —Porque, honestamente, algunas necesitamos un poco más que eso. Tal vez, alargó la última palabra, dejando que flotara en el aire como un hilo enredado antes de fijar la vista en el colgante con la letra M, un pequeño patrocinio. Sonrió apenas, como si disfrutara del eco venenoso de sus palabras, y luego añadió con dulzura envenenada. —Un detalle tan delicado.

Seguro que alguien especial pensó en ti al elegirlo.

—¡Ignórala! —susurró Lili, inclinándose hacia León mientras le daba un leve aplauso.

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