
DÍA MUNDIAL DEL TEATRO, a cargo de Ernesto Barraza Eléspuru, director de teatro y dramaturgo. 95u2u
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El Día Mundial del Teatro, celebrado cada 27 de marzo, nos invita a resaltar la importancia de las artes escénicas y reflexionar sobre la vigencia y el impacto del teatro en nuestra sociedad. 6634e
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Bienvenidos a Cultural Talks del Británico, un momento para reflexionar sobre cultura y coyuntura.
Hoy presentamos Tía Mundial del Teatro, a cargo de Ernesto Barraza Eléspuru, director de teatro y dramaturgo. Cada vez que inicia el curso de historia del teatro peruano, del programa de pregrado en artes escénicas que tengo a mi cargo, invito a mis alumnos a pensar cuándo comenzó el teatro en el Perú.
Tengo la suerte de poder combinar la práctica artística con la vida académica. Esta doble faz en mi ejercicio profesional me permite repensar constantemente ideas y conceptos. El diálogo continuo con los estudiantes me devuelve a veces a preguntas aparentemente resueltas, pero cuyas respuestas encierran siempre nuevas perspectivas.
En los primeros días del curso, comparto con los alumnos un recorrido por la muestra permanente del Museo de Arte de Lima porque considero importante que la reflexión sobre el desarrollo de las artes escénicas en nuestro país tome como punto de partida reflexiones y cuestiones más amplias. Muchas veces, el estudio de la historia del teatro en el Perú en el ámbito académico nos ofrece una mirada limitada, ya sea porque se restringe al teatro escrito haciendo a un lado otras formas de representación escénica o porque deja por fuera el diálogo que se genera con otras manifestaciones artísticas y, por lo tanto, el contexto en el que fueron creadas.
He comprobado que la visita al museo es un primer paso que abre la posibilidad de generar nuevas perspectivas de análisis en los alumnos. En ciertas oportunidades, la actividad termina con un recorrido por el Centro Histórico de Lima y eso abre más puertas todavía. En la mente de los estudiantes, la historia del teatro cobra vida en las calles de una ciudad donde el pasado y el presente parecen desdibujarse entre el polvo y el hollín.
Mientras caminamos por los jirones y las alamedas de esta ciudad que a veces parece estar a punto de engullirlo todo, podemos imaginar a las tapadas, los sargentos y las ñacatitas de Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Asensio Segura. En la puerta de una quinta, nos cruzamos con el tío y el sobrino que juegan a la lotería en una obra de Leonidas Yerobi, mientras recreamos en nuestras mentes cómo fueron las representaciones de los autos sacramentales coloniales que se llevaron a cabo en las mismas plazas que visitamos y que han sobrevivido al paso de los siglos, como las fiestas patronales y otras representaciones que surgieron del secretismo religioso y que se pueden ver todavía hoy en otros puntos del país.
En esos mismos espacios, estos personajes se confunden con obreros desempleados, payasos callejeros, músicos ambulantes, pequeños héroes del presente y otros que vuelven del pasado, familias que sobreviven entre la inflación y los apagones, migrantes que llegan de otras ciudades del Perú a contarnos episodios a veces dolorosos y por suerte también otros que no lo son tanto, pero que juntos narran parte de la historia de una nación que se ve reflejada en su teatro.
Y así, entre el caos, la confusión y la violencia de nuestro tiempo, estos personajes nos revelan quiénes fuimos, cuáles fueron nuestras luchas, nuestras pérdidas y nuestras victorias. Al hacerlo, delatan también quiénes somos hoy los habitantes de este país cuyo nombre Sebastián Salazar Bondi alguna vez definió como palabra de amor. Sabemos que desde 1542 ya se llevaban a cabo en Lima representaciones teatrales de obras de origen español.
También han llegado hasta nuestros días documentos que comprueban que hubo representaciones teatrales en otros pueblos del Perú, incluso en los Andes, a inicios de 1600. Sin embargo, aunque algunos historiadores mencionan textos tempranos escritos por criollos en el siglo XVI, sería recién a partir del siglo XVII que tenemos la certeza del surgimiento de una dramaturgia propia, una que podemos llamar con verdadero sentimiento de pertenencia dramaturgia peruana.
Dentro de este conjunto destacan las obras escritas en Quechua por las primeras generaciones indígenas y mestizas letradas que supieron incorporar una tradición y cosmovisión ancestral a la forma dramática occidental, utilizándola a veces como espacio de denuncia, aunque sea disimuladamente. Fue también durante aquellos años que se crearon muchas de las representaciones que sobreviven actualmente en las fiestas patronales que son parte de nuestra cultura viva. ¿Sería entonces, en este periodo, donde empieza la historia de nuestro teatro? Tal vez esta pregunta encierra, en realidad, otra parte de la historia.
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