
Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Parte 2 Audiolibro voz Humana 6z234o
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Parte 2 de Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media, Primera parte De Túor y su llegada a Gondolin, esta narración solo se centra en las historias y no incluye las notas y referencias, apoya el canal suscribiéndote, manita arriba y comentarios, es la única manera en la que pueda seguir subiendo estas lecturas y narraciones. Gracias por el apoyo! esta historia continuara.. 485q3m
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Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media, de J.R.R Tolkien.
Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media.
En esta lectura se omitirán las referencias y notas del editor, centrándose solamente en la historia de cada relato.
Esas colinas grises eran en verdad las estribaciones occidentales de Ered Wethrin, el cerco septentrional de Beleriand, y la montaña era el Monte Taras, la más occidental de las torres de esa tierra, y lo primero que veía el marino desde millas de mar adentro, al acercarse a las costas mortales.
Turgon había morado en otro tiempo bajo las prolongadas laderas, en los recintos de Beniamar, las más antiguas obras de piedras de cuantas levantaron los Noldor en las tierras del exilio.
Allí se alzaba todavía, desolada pero perdurable, alta sobre amplias terrazas que miraban al mar.
Los años no la habían sacudido, y los servidores de Morgoth no habían pasado por allí sin acercarse, pero el viento y la lluvia y la escarcha la habían esculpido, y sobre la albaradilla de los muros y las grandes tejas de la techumbre crecían plantas de un verde grisáceo que, viendo del aire salino, medraban aún en las hendeduras de la piedra estéril.
Luego, entonces, Tuor, a las ruinas de un camino perdido, y pasó entre montículos verdes y piedras caídas, y de ese modo, y cuando menguaba el día, llegó al viejo recinto de los patios altos y barridos por el viento.
Ninguna sombra de temor o mal acechaba en estos sitios, pero lo ganó un miedo reverente al pensar en los que habían vivido allí y ahora habían partido nadie sabía dónde, el pueblo inmortal pero condenado, venido desde mucho más allá del mar, y se volvió y miró, como los ojos que ellos habían mirado a menudo, el resplandor de las aguas agitadas que se perdían a lo lejos, entonces se volvió otra vez y vio que los cisnes se habían posado en la terraza más alta, y se detuvo ante la puerta occidental del recinto, y ellos batieron las alas y le pareció que le hacían señas de que entrase, entonces Tuor subió por las escaleras, ahora medio ocultas, entre la hierba y la colleja, y pasó bajo el poderoso díntel y penetró en las sombras de la casa de Turgon, y luego por fin a una sala de altas columnas, si grande le había parecido desde afuera, ahora vasta y magnífica le parecía desde adentro, y por respetuoso temor no quiso despertar los ecos de su vacío, nada podía ver allí, salvo en el extremo oriental un alto asiento sobre un estrado, y tan quedamente como pudo se acercó a él, pero el sonido de sus pies resonaba sobre el suelo pavimentado como los pasos del destino, y los ecos corrían delante de él por los pasillos de columnas, al llegar delante de la gran silla en la pelumbra, y a ver que estaba tallada en una única piedra y cubierta de signos extraños, el sol poniente llegó al nivel de una alta ventana, bajo el gaviete occidental, y un as de luz dio sobre el muro que tenía enfrente, y resplandeció como sobre metal pulido, entonces Tuor, maravillado, vio que en el muro detrás del trono colgaban un escudo y una magnífica cota, y un yelmo, y una larga espada envainada, la cota resplandecía como labrada en plata, sin mácula, y el rayo del sol la adoraba con chispas de oro, pero el escudo le parecía extraño a Tuor, pues era largo y ahuesado, y su campo era azul, y el emblema grabado en el centro era el ala blanca de un cisne, entonces Tuor habló, y su voz resonó como un desafío en la techumbre, por esta señal tomaré estas armas para mí, y sobre mí.
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