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Crímenes Reales Sin Resolver Parte # 2 - Podcast Shorts

Crímenes Reales Sin Resolver Parte # 2 - Podcast Shorts 4i4ey

3/6/2025 · 06:47
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Descripción de Crímenes Reales Sin Resolver Parte # 2 - Podcast Shorts 5b5i4s

Tres crímenes sin resolver en España que hielan la sangre: misterios de ayer y hoy A veces, la realidad supera la ficción. En la historia criminal de España hay casos que no solo han quedado sin resolver, sino que siguen susurrando preguntas al paso del tiempo. Son historias que parecen sacadas de una novela negra, pero ocurrieron de verdad. Crímenes sin rostro, sin justicia, y con demasiados silencios. Hoy, bajo el eco de los archivos polvorientos y las puertas que nunca se cerraron, revisitamos tres de ellos. Con rigor, y con esa voz que no olvida: la del misterio. Número 3: El triple crimen de la familia Barrio (Burgos, 2004) En la madrugada del 8 de enero de 2004, una escena macabra fue descubierta en el segundo piso del número 7 de la calle Jesús María Ordoño, en Burgos. Salvador Barrio, su esposa Julia Dos Ramos y su hijo menor, Álvaro, de solo 12 años, yacían brutalmente asesinados. El crimen fue descrito como una masacre: Salvador recibió 69 puñaladas, Julia 21, y el pequeño Álvaro, 39. No hubo señales de robo, ni de entrada forzada. La escena estaba impregnada de rabia. ¿Un ajuste de cuentas? ¿Un crimen pasional? Nada parecía encajar. El hijo mayor, Rodrigo, no estaba en casa esa noche: estudiaba en un internado en Aranda de Duero. ¿Suerte o coartada? La policía barajó varias hipótesis, e incluso se investigó a un conocido de la familia con antecedentes por otro crimen, pero nunca se pudo sostener una acusación firme. A lo largo de los años, el caso quedó anclado en un punto muerto. En 2024, el triple homicidio prescribió. Teorías predominantes: Venganza personal: algún conflicto oculto entre Salvador y un conocido pudo haber desencadenado el ataque. Psicopatía o crimen ritualizado: la violencia extrema podría indicar una mente trastornada, o un impulso irracional. Crimen familiar encubierto: teorías no confirmadas apuntaron al entorno más cercano, incluso al hijo mayor, aunque nunca se hallaron pruebas. Número 2: El asesinato de Sheila Barrero (Asturias, 2004) Sheila Barrero era una joven de 22 años. El 25 de enero de 2004 fue hallada muerta en su coche, aparcado en un tramo solitario de la carretera que une Degaña (Asturias) con el alto del puerto de Leitariegos. Había recibido un disparo en la cabeza. La noche anterior había cenado con sus padres. Trabajaba en León, y se dirigía allí desde su casa. Jamás llegó. Fue su hermano quien encontró el vehículo. No había signos de robo, ni huellas, ni testigos. Nada. Solo la muerte, fría y limpia. El principal sospechoso fue su exnovio, que la había llamado esa misma noche. Fue detenido, pero liberado por falta de pruebas. El caso, a pesar de la presión mediática y la lucha incansable de la familia de Sheila, sigue sin resolverse. Teorías predominantes: Crimen pasional: su entorno sentimental fue el centro de la investigación. Celos, ruptura, control. Agresor desconocido: un encuentro fortuito con un psicópata o un asesino itinerante. Silencio cómplice: alguien cercano que sabe más de lo que dijo, protegido por el miedo o el tiempo. Número 1: El crimen de Los Galindos (Paradas, 1975) Una finca aislada. El calor del verano sevillano. El 22 de julio de 1975, cinco personas fueron asesinadas en el cortijo de Los Galindos, en el municipio de Paradas. El capataz Manuel Zapata, su esposa Juana Martín, el tractorista Ramón Parrilla, y el matrimonio formado por José González y Asunción Peralta. Uno a uno, fueron cayendo. Algunos golpeados hasta la muerte. Otros, tiroteados. Uno de los cuerpos fue incluso parcialmente calcinado. ¿El motivo? Nunca se llegó a saber. Los investigadores llegaron tarde, y cuando llegaron, ya era tarde también para la verdad. El sumario se perdió. Los testigos se silenciaron. La finca pertenecía al marqués de Grañina, y hubo rumores de fraudes, de tramas de corrupción, de secretos que se querían borrar. Pero lo único que quedó fue el eco de los disparos en medio del campo. Teorías predominantes: Encubrimiento aristocrático: el crimen habría sido perpetrado para ocultar un fraude o desfalco en la gestión de la finca. Reacción desesperada: una discusión acalorada que derivó en un ataque de locura homicida. Crimen en cadena: uno mató, otro cubrió, otro calló. Una conspiración a pequeña escala que terminó devorándolos a todos. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2326979 5v1a4e

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Estos son tres crímenes reales sin resolver, parte 2.

Hay historias en nuestra crónica negra, casos que simplemente no se cierran, se quedan ahí, como heridas abiertas, ¿no? Exacto.

Son misterios reales que, bueno, superan cualquier ficción.

Preguntas y preguntas que siguen flotando.

Pues hoy vamos a adentrarnos en tres de esos casos que siguen sin respuesta en España.

Empezamos por uno muy duro.

Nos vamos a Burgos, enero de 2004.

Una madrugada fría, la del 8 de enero.

El caso de la familia Barrio.

Terrible.

Sí.

Salvador Barrio, su mujer, Juliado Ramos, y su hijo pequeño, Álvaro, de solo 12 años, asesinados.

Y con una violencia descomunal.

Estamos hablando de muchísimas puñaladas.

Los números son escalofriantes.

69 para Salvador, 21 para Julia.

Y 39 para el niño, para Álvaro.

Una brutalidad que cuesta entender.

Y lo más desconcertante, más allá de esa violencia, es la escena en sí, ¿no? Totalmente.

Porque, fíjate, no había entrada forzada.

La puerta no estaba rota.

O sea, que quien entró o tenía llave.

O le abrieron.

Y tampoco parecía un robo.

No faltaba nada de valor, aparentemente.

Tanta hazaña suele indicar algo más personal, ¿verdad? Sí.

En criminología se habla de overkill, esa violencia excesiva.

Suele apuntar a rabia, a un móvil muy emocional.

No cuadra con un ladrón que se ve sorprendido, digamos.

Además, había otro hijo, Rodrigo, el mayor.

Sí, pero él no estaba en casa esa noche.

Estaba en un internado.

Otro elemento extraño en la ecuación.

Y el tiempo, que no perdona.

Este caso, además, tiene una fecha límite.

Así es.

De hecho, prescribió penalmente en 2024.

Una lástima, porque significa que ya no se puede juzgar a nadie, aunque apareciera el culpable mañana.

Qué frustrante.

¿Y las teorías principales que se barajaron? Pues bueno, se habló de una posible venganza contra el padre, contra Salvador.

También de la posibilidad de un psicópata, alguien con una violencia irracional.

Pero no encajaba del todo.

Y luego está la hipótesis más delicada.

Sí, la que apuntaba al entorno familiar.

Pero claro, nunca se pudo probar nada.

Quedó en eso, en teorías.

Un callejón sin salida.

De Burgos nos vamos a Asturias, ese mismo año, 2004.

Pero unos días después, el 25 de enero.

El caso de Sheila Barrero.

Otro crimen sin resolver que conmocionó mucho.

Sheila tenía 22 años.

La encontraron muerta dentro de su coche.

Sí, en una carretera bastante solitaria, entre Degaña y el puerto de Leitariegos.

Iba a trabajar a León.

La causa de la muerte.

Un único disparo en la cabeza.

Muy diferente al caso de Burgos.

Totalmente.

¿Y la escena? ¿Cómo era? Pues justo lo contrario.

Aquí no había desorden ni violencia extrema.

Era una escena limpia.

¿Limpia? ¿A qué te refieres? Pues que no había signos de lucha, no faltaba nada en el coche.

Apenas se encontraron huellas útiles, no había testigos.

Nada.

Como si el asesino hubiera sido muy cuidadoso.

O hubiera tenido suerte, o a más cosas.

Lo encontró su propio hermano, además.

Había cenado con sus padres poco antes.

Todo muy frío.

La investigación se centró en alguien cercano, ¿no? Sí, principalmente en su exnovio.

Llegaron a detenerlo.

Pues nada, lo tuvieron que soltar por falta de pruebas sólidas.

No había cómo demostrar que él estuviera allí.

Y el caso, pues, sigue abierto, pero estancado.

¿Qué hipótesis quedan entonces sobre la mesa? Bueno, la del crimen pasional sigue siendo una posibilidad.

Celos, una relación que acabó mal, es un móvil frecuente.

Claro.

Otra opción es el azar más terrible.

Que se cruzara con la persona equivocada en esa carretera aislada.

Un encuentro fatal.

¿Podría ser? Y luego está la sombra del silencio.

La posibilidad de que alguien del entorno sepa algo y no hable.

Por miedo, por lealtad, quién sabe.

La falta de pruebas es el gran muro.

Vale.

Y nuestro último caso nos lleva mucho más atrás en el tiempo.

Verano de 1975.

Uf, Los Galindos.

Un clásico, por desgracia, de la crónica negra española.

En Paradas, Sevilla.

El cortijo de Los Galindos.

Un escenario aislado y con un calor sofocante ese 22 de julio.

Y cinco víctimas.

Una masacre.

El capataz, Manuel Zapata, y su esposa, Juana Martín.

También un tractorista, Ramón Parrilla.

Y otro matrimonio que trabajaba allí, José González y Asunción Peralta.

Cinco personas.

Cinco muertes en un mismo lugar, pero no todas a la vez, ¿verdad? No.

Eso es lo más extraño.

Parece que fue una matanza secuencial.

Fueron asesinados uno tras otro y además con métodos diferentes.

¿Cómo? Pues hubo golpes brutales.

Parece que con herramientas del campo, también disparos.

Incluso uno de los cuerpos, el de Juana, apareció parcialmente calcinado.

Qué horror.

¿En una finca enorme, aislada? Exacto.

Y la investigación inicial, bueno, fue muy problemática.

Eso siempre se ha dicho.

¿Qué hubo no?

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