CONTAMINACIÓN 30318

Ya hay un tema que Dios te estaba tratando en mi vida que se llama, es una reflexión mi hermano, que Dios puso en mi vida en estos días, contaminación, y no estoy hablando de la contaminación de Montevideo, no, no, la contaminación de nuestras vidas, pero vamos a orar.

Señor, gracias por tu palabra, abre nuestra mente, nuestro entendimiento, Señor, con esta reflexión que tú nos das, Señor, de poder entender, Dios, que sin ti no podemos hacer nada, Señor, que necesitamos de tu Espíritu Santo sobre nuestras vidas para que siga limpiando y purificando, Señor, todas aquellas cosas, Dios, que muchas veces nos impiden, Señor, tener esa comunión que tú quieres que tengamos contigo, Señor.

Abre nuestra mente, nuestro entendimiento, Señor, para que tu palabra penetre, Señor, allí.

Porque cuando penetra esa palabra tuya de nuestras vidas, la ponemos en práctica, Señor.

Por eso abre nuestros oídos espirituales, Señor, abre nuestro corazón para recibirla, Dios.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén y amén.

Y la pregunta que uno se hacía, ¿no? ¿Se puede, mi hermano, no contaminarse en un mundo que nos contamina? ¿Se puede no contaminarse en un mundo que por donde miremos hay corrupción? ¿Se puede no contaminarse en un cuerpo, nuestra carne, que quiere que nos contaminemos? La respuesta obviamente es que se puede, pero con la ayuda de Dios.

A nuestra manera no podemos, con la ayuda de Dios se puede ser diferente.

Que Dios empezó un proceso en nuestra vida, cuando lo aceptamos, un proceso de limpieza.

Primero empezó por lo grande, ¿verdad? Y después Dios empieza a tratar en lo fino con nuestras vidas.

Siempre hay cosas que tenemos que dejar, siempre hay cosas que tenemos que mejorar en nuestra vida.

Eso va a haber hasta el día que el Señor te llame a tu presencia, siempre habrá algo que cambiar.

Pero Dios empieza a limpiar, empieza un proceso de santificación, como lo llama la palabra.

En nuestra vida que nos va a llevar toda la vida y cuando estemos allí también con Él va a seguir tratando con nosotros, porque el que comenzó la obra, la va a terminar, la va a terminar.

Va a costar, a veces va a doler, nos va a doler, pero va a terminar porque Él es fiel a su palabra.

Y hay una historia que me encanta, la historia de Daniel, si uno tiene el privilegio de ver la historia de Daniel, capítulo 1, no puede quedarse con el primer capítulo de Daniel.

Uno tiene que seguir leyendo todo lo que Daniel y sus amigos pasaron, ¿por qué? Por mantenerse fieles al Señor.

Y les recomiendo, nosotros vamos a ver simplemente unos versículos del capítulo 1, que cuando esté en su casa, lea y estudie la palabra de Daniel y va a darse cuenta todas las cosas que estos muchachos hicieron porque le dijeron al Señor, Señor, a pesar de todo, de todas las cosas que están pasando, yo quiero hacerte fiel.

La pregunta es, ¿tú quieres serle fiel al Señor? ¿Tú quieres que el Señor marque la diferencia en tu vida? Es la manera, no hay otra manera.

Jesús le decía a sus discípulos, lo que contamina al hombre no es lo de afuera, es lo de adentro, es lo que está en nuestro corazón.

Lo que pasa del corazón lo ponemos en práctica después, mi hermano.

Por eso necesitamos que Dios cambie nuestro corazón, que nos limpie, que nos renueve, que nos transforme.

Y la historia de Daniel habla de personas fieles a Dios, que no importara que muchas veces los podían matar, sí, pero ellos se mantuvieron fieles al Señor.

Dice el capítulo 1, en el versículo 1 y 2.

En el año tercero, quiero hacer un contexto rapidito.

Daniel ya estaba en Babilonia.

Acuérdense, mi hermano, que por la desobediencia de Israel, Dios mandó a Nabucodonosor, el rey de Babilonia, y cayó Jerusalén, la destruyeron y los llevó cautivos a Babilonia.

Setenta años estuvieron allí en Babilonia, Dios trató setenta años con ellos y ya estaban en Babilonia.

Dice, en el año tercero, el reinado de Joasín, rey de Judá, reina comunosor de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió, y el Señor permitió que el rey Joasín cayeran manos de Nabucodonosor y que éste se llevara buena parte de los utensilios del templo de Dios al templo de su Dios en Babilonia, que los depositaran el tesoro del templo de su Dios.