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Las LLamas del Pecado
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Consolando a mi suegra

Consolando a mi suegra 3g4z6h

12/4/2025 · 01:49:45
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Las LLamas del Pecado

Descripción de Consolando a mi suegra 4d50l

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Las Llamas del Pecado, tu programa de relatos eróticos más caliente en español.

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Hoy presentamos, Consolando a mi suegra.

Me había casado con una mujer bastante joven para mi edad, Catalina, la cual por aquel entonces apenas había cumplido los 21 años de edad. Provenía de una familia bastante religiosa y sumamente conservadora en el más estricto sentido de la palabra. Había heredado una empresa de electrodoméstico de un tío a una corta edad, casi saliendo de la pubertad, y pronto me familiaricé con la misma hasta el punto de que amplié la misma, incluso abriendo otros sucursales en distintas ciudades cercanas, por lo que mi situación económica se podía decir que, a mi edad de 35 años, resultaba bastante bollante. Hasta que conocí a Catalina, mis relaciones con otras mujeres se habían limitado a algunos encuentros amorosos, pero sin nada serio. Pero al conocer a aquella joven, me quedé prendado, no sólo por su precioso cuerpo y belleza, sino por la sencillez del trato con la misma, muy casera, y casi nulos vicios, en contraste con como otras mujeres que había conocido.

Tras unos meses rodándola, por fin la relación fue más estrecha, y pronto le prepuse matrimonio. Evidentemente ella era virgen y en ningún momento me permitió propasarme con ella. Era de las que se conservaban vírgenes hasta el matrimonio. La verdad es que me había enamorado de aquella joven, y creo que ella también de mí. Por ello pronto decidimos casarnos. Era hija única, y sus padres cuando lo supieron inicialmente lo desaprobaron. No obstante, mi situación económica y al ver mis intenciones bastante serias de casamiento, al final les hicieron aceptar. Eso sí, me impusieron que la boda tenía que ser por la iglesia y con todas las de la ley. Y así fue como contraje matrimonio con aquella joven de 21 años, y con la que aún sigo casado. Mis suegros, como les indiqué, eran muy conservadores y sumamente religiosos, estrictos en el orar y hasta en la vestimenta.

El padre de Catalina, Gerardo, era un hombre de unos 50 años, pelo ya casi blanco, bastante rudo, pero que desde que lo conocía mantenía una enfermedad crónica de pulmón que le hacía permanecer bastante tiempo hospitalizado. Sara, su madre era una verdadera señora. Había tenido a mi esposa bastante pronto. Tal es así que cuando me casé con Catalina ella aún mantenía unos 39 años. Pese a ser de una extrema belleza que se percibía claramente en su cara, apenas podía verificar el resto de su cuerpo, ya que siempre vestía conservadoramente, con blusas casi hasta el cuello y trajes que le llegaban hasta las mismas rodillas. Ni siquiera sus brazos dejaba el descubierto. Deducía que su cuerpo no era muy grueso, aunque tampoco delgada. Jamás la había visto acudir a la playa ni tomar el sol. Tal es así que me costó bastante trabajo convencer a su hija para que vistiera de manera más moderna y acudiera a la playa conmigo.

A los dos años de casados ya había nacido mi primer hijo. Mi suegra Sara estuvo en todo momento al lado de su hija e incluso acudía a casa con frecuencia. Mis relaciones con ella no pasaban de ser las más estrictas, ya que era una persona que, por convicción, no hablaba mucho con otro hombre que no fuera su esposo. Sin embargo, mi suegro pronto enfermó gravemente y pasó el resto de su vida entre la cama de su casa y el hospital. Durante las estancias de mi suegro en el hospital solicitamos a mi suegra que pasara a vivir con nosotros para no estar sola, pero ella se negaba rotundamente. En ocasiones ella volvía en mi coche desde el hospital hasta la casa y apenas mantenía alguna palabra. Pero me di cuenta que aquella mujer estaba sufriendo tremendamente con la enfermedad de su marido. Continuaba siendo una mujer bastante joven, con apenas 43 años, y estaba dedicada en cuerpo y alma a su marido y a su casa.

Por aquellas fechas mi esposa quedó nuevamente embarazada de nuestro segundo hijo. Pero las cosas se precipitaron cuando a los cuatro meses del embarazo, su padre cayó en estado de coma y mi suegra se pasó gran parte del tiempo en el hospital. Para colmo a mi esposa le recomendaron no acudir tanto al hospital y mantener más reposo porque su embarazo era de riesgo, por lo que me quedé encargado de trasladar a mi suegra de su casa al hospital y vuelta, ya que ella nunca ha conducido. Durante una de esos trayectos en el coche observe que Sara estaba completamente abatida y cansada. Antes de llegar a casa le dije.

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