
Cazadores de enigmas T2: El Dorado: oro, armas y codiciai · Roma: ¿caída o forzada a caer? 3223y
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El Dorado: oro, armas y codicia La leyenda de El Dorado, la mítica ciudad del oro, llevó a la ruina a innumerables personas que fueron en su busca. Roma: ¿caída o forzada a caer? La caída del Imperio romano en el 467 d. C. sigue siendo un misterio, con debates sobre su legado y continuidad. 1s2h3y
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Se han explorado las profundidades de la selva amazónica, se ha navegado por los ríos más peligrosos de Sudamérica, atravesando las montañas más remotas del continente, buscando El Dorado, una ciudad perdida, repleta de riquezas.
Un lugar que, dicen, estaba hecho de oro.
Un destino que ha fascinado a generaciones de exploradores y conquistadores.
Más de 500 años después de la llegada de Cristóbal Colón a América, El Dorado sigue siendo uno de los mitos más famosos y controvertidos de la historia.
A lo largo de los siglos, la leyenda ha cambiado y las teorías sobre su ubicación han variado.
En su afán por encontrarlo, miles de aventureros se han adentrado en los rincones más hostiles de Sudamérica.
¿Qué lugar puede haber mejor que una selva densa, peligrosa y casi inescrutable, para esconder un tesoro legendario y mítico? ¿Dónde surgieron las primeras menciones de El Dorado? ¿Qué civilización podría haber tenido tanta riqueza como para construir una ciudad de oro? Los muiscas guardaban el oro para sus dioses y, como creían que los dioses estaban por todas partes, ponían oro por doquier.
¿Habrá en algún lugar vestigios de esa ciudad? ¿Y qué pistas podrían ayudar a los investigadores a encontrarla? Las tierras altas de Guayana eran una región aún en gran parte inexplorada y, por lo tanto, misteriosa.
Eran pocos los que se habían atrevido a adentrarse en ese territorio.
Para separar la realidad de la ficción, hemos reunido a un equipo de cinco expertos de todo el mundo, antropólogos, historiadores y arqueólogos.
Juntos llevarán a cabo una investigación.
Gracias a sus testimonios, reconstrucciones y una exploración minuciosa de los lugares donde se ha buscado el dorado, vamos a seguir los pasos de los primeros conquistadores que se atrevieron a embarcarse en su búsqueda.
Cada vez que descubrían un tesoro, estaban más convencidos de que había otro mayor en algún otro sitio.
¿Quién sabe qué más habrá en la profundidad del Amazonas? Fantasía o realidad, una investigación sobre la obsesión por el dorado y los tesoros más codiciados de la historia.
Cazadores de enigmas, el dorado, oro, armas y codicias.
El dorado o la ciudad de oro.
Así es como se llama un lugar escondido en algún rincón de Sudamérica del que se dice que está hecho de oro.
Una ciudad mítica que dio origen a una de las búsquedas de tesoros más sangrientas de la historia.
Esta leyenda tiene su origen en el siglo XVI en Colombia.
Aún hoy, 500 años después, en Bogotá, la capital del país, la existencia de el dorado sigue siendo objeto de muchas teorías.
El famoso Museo del Oro alberga más de 35.000 objetos de oro.
Adornos, collares y pulseras.
Todo ello de tiempos precolombinos, antes de la llegada de Cristóbal Colón y los primeros colonos españoles a América.
Estas valiosas reliquias son prueba de la riqueza de los pueblos que habitaban la región, así como de una gran cantidad de oro que ha alimentado la leyenda de esta misteriosa ciudad, un lugar que nadie ha conseguido aún localizar.
Para investigar su existencia, debemos retroceder en el tiempo hasta los orígenes del mito.
A la época de las primeras grandes expediciones marítimas del siglo XV y una en particular, organizada por el hombre que pasaría a la historia como uno de los mayores exploradores, Cristóbal Colón.
Cristóbal Colón necesitaba dinero para financiar su primer viaje hacia las Indias.
Buscó una nueva ruta hacia la que hoy conocemos como Asia, concretamente, hacia el Japón actual.
Para convencer a los reyes católicos, Isabel I de Castilla y su esposo, Fernando II de Aragón, de financiar su expedición, Colón les prometió traerles oro, muchísimo oro.
Él sabía que los reyes católicos lo necesitaban, sobre todo para financiar una nueva cruzada y poder recuperar Jerusalén del sultán mameluco de Egipto, que llevaba gobernando la ciudad más de dos siglos.
Para conseguir su apoyo, Cristóbal Colón utilizó el atractivo del oro, basándose en los relatos de Marco Polo sobre sus viajes por Asia a finales del siglo XIII.
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