Los castillos del Loira y el Renacimiento 5s4e6j

Los castillos de Loira son dentro del patrimonio francés de los monumentos más conocidos en todo el mundo y por lo general asociados al Renacimiento, considerando que en estos palacios construidos a lo largo del Valle del Loira, los arquitectos ses lograron asumir todo ese Renacimiento italiano.

No es del todo cierto. Estos castillos fueron concebidos como auténticas fortalezas medievales en los siglos centrales de esa Edad Media y reformados, todos ellos, a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI, dentro de las tradiciones impuestas en el Duque de Borgoña, ese arte tardogótico muy recargado.

A partir de ahí es posible que se fueran haciendo pequeñísimas reformas ya, no solamente décadas más tarde, sino siglos más tarde, apuntándose al lenguaje clásico. Con todo, hay un par de excepciones. Hay un castillo de obra completamente nueva, el de Chambord, que le diseñó Leonardo da Vinci a Francisco I, pero que más que ser un castillo renacentista, es una auténtica locura leonardesca.

Pero hay un segundo castillo que resulta mucho más interesante, el de Chenonceau. Un castillo que, como todos los demás, era de origen medieval, que le regaló el rey Enrique II a su favorita Diana de Poitiers, y ésta sí, a mediados del siglo XVI, decidió que quería introducir las formas que venían del Renacimiento italiano, ajustado a las tradiciones sas, pero que de esa manera mostraban cómo Diana de Poitiers sabía situarse a la vanguardia artística de ese momento en Europa. De modo que, si queremos encontrar el Renacimiento en el Valle del Loira, en esencia lo que tenemos que hacer es visitar el castillo de Chenonceau.

Si bien es cierto que la construcción no la terminó Diana de Poitiers, fue expulsada antes de que lo consiguiese, y fue su rival, la reina consorte Catalina de Medici, quien consiguió concluir la obra.

Desde finales del siglo X, el Valle Medio del Loira quedó dividido entre los señores de Blois, en la parte oriental, y los señores de Anjou, al occidente, con su corte establecida entre Tours y Angers. El enfrentamiento entre estas dos casas hizo que esta parte del Loira se llenase de castillos en un empeño de unos y otros de forzar el avance de las fronteras.

A comienzos del siglo XV, el rey Carlos VII trasladó la corte al Valle del Loira aprovechando estos viejos castillos de las guerras de los Blois y los Anjou. Unos castillos que se fueron adecuando a las nuevas modas, sobre todo las que venían llegando desde el Ducado de Borgoña, ese tardo gótico muy recargado. Hicimos una sierra de historias al respecto.

Aún en la primera mitad del siglo XVI, la corte sa continuaba en el Valle del Loira y cuando Francisco I se convirtió en rey de Francia, quiso imponer allí sus gustos leonardescos, como pudimos ver en la sierra de historias dedicada al castillo de Chambord.

Don Francisco I, a la vuelta de su cautiverio en Madrid en 1526, dejó de frecuentar el Valle del Loira trasladándose a la isla de , donde se hizo rehabilitar el viejo castillo de Fontainebleau y construir el castillo de Madrid.

Los castillos del Loira podían haber quedado en el olvido, pero ese largo siglo de permanencia de la corte en el valle había generado una serie de hábitos que trascendieron más allá de los cambios de gusto de Francisco I. Para comenzar, porque la situación de inestabilidad militar que había vivido el Loira durante la Baja Edad Media, había concluido con el fin de la Guerra de los Cien Años tras la caída de Burdeos en 1453.

Es cierto que los reyes ses hubieron de seguir combatiendo, tanto contra el duque de Bretaña como contra el duque de Borgoña. Los ingleses salieron del conflicto, inmersos en su propia guerra civil, la Guerra de las Dos Rosas.

Pero esos enfrentamientos de los monarcas ses contra bretones y borgoñones se desarrollaron lejos.