Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
La extraña desaparición del señor Merino
Esto es un fragmento de un episodio exclusivo. ¡Escúchalo completo apoyando a este podcast!
Capítulo 7 de la segunda parte. Como termino aquel asunto.

Capítulo 7 de la segunda parte. Como termino aquel asunto. 6l2c5k

2/4/2025 · 13:01
0
8
La extraña desaparición del señor Merino

Descripción de Capítulo 7 de la segunda parte. Como termino aquel asunto. eu1a

Ricardo explica a Marga y a su familia todo lo ocurrido, y él regresa al pueblo. 4b6h2w

Lee el podcast de Capítulo 7 de la segunda parte. Como termino aquel asunto.

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Capítulo 7. ¿Cómo terminó aquel asunto? A las 9 de la noche, Ricardo y Sandra esperaban en la puerta de su casa. Él ya había recuperado su aspecto habitual del todo, pues estaba vestido con un traje azul marino y una camisa blanca. La verja estaba abierta. Dos coches entraron. En el primero, iba Santos. En el segundo, venían Marga y su familia.

—¡Ricardo, vaya cambio! Comentó Santos nada más bajar del coche.

—Casi no lo conozco. Esa era la idea, que nadie me reconociera, contestó él. Luego Marga lo saludó y le presentó a su familia.

Y él a su vez le presentó a Sandra. Cuando todos se conocieron, entraron en casa.

—Espero que les guste la comida china, dijo Sandra, porque no se me ha ocurrido otra cosa.

—Sí, contestaron todos. —La comida es lo de menos, intervino Marga. Lo importante es que usted está vivo.

Ricardo, que ya hemos visto que era un hombre bastante sentimental, se sintió conmovido por esta observación y dijo dulcemente a la vez que les indicaba con la mano que se sentaran.

—Muchas gracias, Marga. No sé si Santos le habrá explicado… —No me ha quedado tiempo, interrumpió Santos. —Entonces les explicaré brevemente lo que ha pasado. Ricardo explicó a la familia la parte que a él le tocaba, incluido el misterio de las famosas manchas de sangre al que nadie podía darle una explicación. Y luego Santos les explicó cómo había llegado a aquellas conclusiones que finalmente lo habían llevado hasta aquel pueblecito de Galicia. Cuando terminó su explicación, dijo… —Por fin todo está claro, ¿no? —Sí, dijeron unos.

—Por fin… —agregaron otros.

—Ricardo, su gato está en mi casa, bueno, en casa de mis suegros… —comentó entonces Marga.

—¿Y cómo está? —preguntó Ricardo con notable alegría.

—Muy bien, ha crecido mucho. No se lo he traído porque no sabía… —Sí, tráigamelo, quiero tenerlo. —Bien, contestó Marga.

—Entonces Ricardo la miró, sonrió y dijo… —Bueno, supongo que tendremos que ajustar cuentas.

—¿Cuánto tiempo estuvo usted aquí? —Ocho meses, contestó Marga.

—Y yo le di seis mil euros, que hacen setecientos cincuenta al mes, ¿qué le parece? —Pero como estuvo también mi novio… —Ya, interrumpió Ricardo, pero yo no hablé de que aquí hubiera nadie más. Usted me dio permiso para traerlo, pero de visita. En ningún caso hablé de que pudiera quedarse aquí a vivir, y mucho menos hasta su primo. Marga se dio cuenta de que estaba metiendo la pata, y como le había acogido afición, miró a Santos como pidiéndole socorro. Este entonces intervino.

—Ricardo, comprenda… —Tranquilo, abogado, interrumpió Ricardo.

—A ver, después de lo que ha pasado, yo no voy a discutir con ustedes, ni por cuánta gente ni por cuánto tiempo han estado aquí. Y menos después de ver que mi casa está en perfectas condiciones, y que hasta han tenido el detalle de llevarse a mi gato en vez de dejarlo aquí abandonado. —En cuanto usted, Santos, supongo que su inusitado interés por los honorarios de la señorita es porque usted piensa cobrar de ahí lo suyo. ¿O me equivoco? —No se equivoca, contestó Santos.

—Bien, ¿y a cuánto asciende? —preguntó Ricardo.

—Dos mil euros, precio de amigo. —¿Precio de amigo? Pues, ¿qué le cobra usted a sus enemigos? —preguntó Ricardo sorprendido.

—Mis enemigos no me suelen llamar, contestó Santos riendo.

—Pero tranquilo, Ricardo, que se puede negociar. —No, a mí no me gusta ponerle precio al trabajo de los demás. Yo le abonaré su factura.

—¿Y en cuanto a ustedes, ¿les parecería bien otros mil euros para cada uno? La familia se miraron unos a otros sorprendidos. Ricardo estaba dispuesto a asumir la factura de Santos y a pagarles a ellos en vez de ponerles pegas por haber estado los tres viviendo en su casa. —Sí, sí, contestaron los tres muy contentos.

—¿De verdad? —están conformes, porque si no lo están, este es el momento de decirlo.

—Sí, contestó Marga. —Claro que estamos conformes.

—Bien, dijo Ricardo. —Eso es hasta ahora.

—¿Y a partir de ahora? —¿Cómo a partir de ahora? —¿Es que quiere que siga trabajando para usted? —¿Por qué no? —No lo ha hecho tan mal y hasta acabó preocupándose por mí.

—Ah, no, perdone, Ricardo, pero no. Intervino, Javi.

—¿Por qué no? —preguntó Marga.

—Porque yo ya tengo que buscarme un trabajo serio. No puedo pasarme la vida haciendo chapucitas y ayudándole a mi novia en el suyo. Además, ya no podré estar aquí contigo… —Perdóneme, no se ofenda, Ricardo, pero cuando Marga vino la primera vez…

Comentarios de Capítulo 7 de la segunda parte. Como termino aquel asunto. 5c286g

Apoya a este programa para poder participar en la conversación.
Te recomendamos
Ir a Misterio y otras realidades