
Descripción de Capíitulo 37 66573z
Capítulo de la serie radiofónica El cielo que nunca vi, una producción Radio Centro 1o81b
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Viva Estudios presenta una producción de Radio Centro, El cielo que nunca vi, una idea original de José Maya, con la actuación estelar de Lupita Lara y Néstor de Barbosa. Así pasaron aquellas fiestas de tanta importancia para el mundo cristiano. Caía la tarde de un día radiante a pesar de ser invierno, cuando Betina entró a una tienda situada en una elegante zona comercial. Estaba entretenida viendo unos abrigos cuando una voz cerca de ella le hizo voltear el rostro.
Betina, aunque tarde te deseo lo mejor de la vida. Oh Tati, pero qué sorpresa, pensé que aún estabas en el extranjero. Pues no, decidí aplazar el viaje para después de Año Nuevo. Hiciste bien Tati, estas fechas representan algo así como la reunión de la familia. Supongo que cenaste en casa de los Suárez del Olmo. No, porque ellos tuvieron otra invitación. No me digas que pasaron la noche buena en casa de esa gentuza que protegen.
No son gentuza, Tati, sino personas muy agradables, y estoy segura de que se desvivieron por atenderlos. Naturalmente, como que les interesa tenerlos contentos. Es ridículo que Javier y su padre se dejen engañar por esa plebe. Si Ignacio y Javier se sintieran defraudados, no los hubieran invitado a ellos a comer al día siguiente en su casa. Es el colmo. Habrá que oír a la servidumbre de los Suárez del Olmo.
Pero claro, ya le estuvieron ahí una temporada, si son casi como de la familia. Pues sí, eso es cierto, y yo lo encuentro muy bien. Tú eres tan absurda como ellos, Betina, reconocelo. Mira Tati, si los hubieses tratado, no los juzgarías con tanta dureza. Algún día te llevarás un desengaño. Esos van a sacar todo lo que puedan. Con sus adulaciones los tienen locos. Ya, ya verás en lo que acaba todo esto, y me alegraré por Javier, por él más que por nadie.
Creí que Javier te tenía sin cuidado. Y me tiene sin cuidado, pero resulta humillante que alguien en quien yo puse interés se desviva por personas que no lo merecen. Es como si me hubiera dado una bofetada. Me hizo desprecios que nunca antes permitía nadie. Olvídalo, Tati. Ustedes son muy distintos, y nunca comprenderás a Javier. Porque lo comprendo me indigna. Se cree un ser superior y necesita que lo adule. A la ciega esa lo hace a las mil maravillas.
Sólo le falta besar el suelo que él pisa. Sabes, siento náuseas ante gente tan rastrera y tan despreciable. No tienen nada de lo uno ni de lo otro.
Posiblemente poseen más dignidad y virtudes que esos amigos con los que tú alternas últimamente. Ninguno procede de esa gentusa que vive en barriadas denigrantes. Entre esa gentusa, como tú le llamas, hay personas dignas de todo respeto. Ay, no me hagas reír, Bettina. Vas a pasarte al enemigo.
No, no me paso a ningún lado. Simplemente reconozco que el dinero puede encubrir y hasta fomentar vicios comunes a todos. Tú los toleras y hasta los aplaudes si proceden de gente bien situada. Y ya ves, yo los considero más censurables en quienes por su posición y la educación que recibieron, podrían encaminar su vida de otra forma. Y puedes enumerar esos vicios que imaginas en mis amigos.
Ah, desde luego. La irreflexión, la holgazanería, el vivir exclusivamente para la propia diversión, no respetar nada, buscar en la bebida y hasta en las drogas satisfacciones destructivas. Tantas, tantas cosas.
Si todo lo que tú llamas vicio es como eso que has dicho, puedes incluirme entre las personas a quienes por lo visto desprecias. Más que despreciarlas, las compadesco. Y a ti también, si ese es el camino que estás dispuesta a seguir.
Hay quien no lo sigue porque la edad no se lo permite. Puede que sea eso lo que a ti te pasa, Bettina. Pues mira, si es la edad lo que me impide ser tan inconsciente como tú, no sabes lo que me alegra haber perdido la juventud.
Tu generación no ha sabido vivir, Bettina, y ahora les llena de envidia el modo como la nuestra se desenvuelve. No, acabarás mal, Tati.
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