
Descripción de A la Diestra de Dios Padre 4m6l21
"A la diestra de Dios Padre" es un cuento del autor colombiano Tomás Carrasquilla que narra la vida de Peralta, a quien Cristo y San Pedro le conceden cinco deseos como recompensa por su altruismo. Con astucia y buen humor, Peralta utiliza estos deseos para burlar a la muerte y al diablo, asegurando el bienestar de su comunidad. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1916172 s1l6
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Estaba un día peralta solo en grima en dichosa la casa haciéndolos los montoncitos de plata para repartir cuando tun tun tun en la puerta fué abrir y mi amo de mi vida que esca rahman tan horrible irán la muerte que venía por él traía la huesa menta muy lavada y en la mano derecha la desgarre cadera en cavada en un palo negro muy largo y tan brillosa y cortadora que se enfriaba uno hasta el cuajo de ver aquello traía en la otra mano un manojito de pelos que parecían hébridas de bach dieta para probar el filo de la herramienta cada rato sacaba un pelo y lo cortaba en el aire por vos le dijo a peralta bueno le contestó éste pero me tenéis que dar un pasito para confesarme y hacer el testamento con tal que no sea mucho contestó la muerte de mal humor porque aquí ando diáfana date por ahí una vueltecita le dijo peralta mientras yo me arreglo si te parece entretenerte aquí viendo el pueblo que tiene muy bonita divisa mira aquel agua castillo tan alto trépate a él pa que divises a tu gusto la muerte que es muy ágil de un brinco y se montó en un horqueta del agua castillo se echó la desgarre trader al hombro y se puso a divisar date descanso viejita hasta que yo me dé la gana le dijo peralta que ni cristo con toda su peonada te baja de esa orquesta peralta cerró su puerta y tomó el tole de siempre pasaban las semanas y pasaban los meses y pasó un año vinieron las viruelas castellanas vino el sarampión y la tosferina vino la culebrilla y el dolor de costado y el descenso y el tabardillo y nadie se moría vinieron las pestes en hitos los animales pues tampoco se murieron al comienzo de la cosa echaron mucha bamboo ya los tutores con todo lo que sabían pero luego la gente fue colando en malicia que sonó pendía de los doctores sino di algo otra cosa el cura el sacristán y el sepulturero pasaron hambre sal lo perro porque ni un ente rito ni la abierta de una sola sepultura valieron en esos días los hijos de viejos y ricos se los comía la incomodidad de ver a los viejos ros comiendo arepa y que no les entraba la muerte por ningún lao lo mismito le su cedía los sobrinos con los tíos solteros y acaudalados y los maridos casaos con mujer vieja y fea se revestían de una injuria viéndola viejo ratán morocha habiendo por ahí mozas tan bonitas con que reponerlas de todas partes venían correos a preguntar si en el pueblo se muere ian los cristianos aquello se volvió una batahola y una con fundición tan horrible como si al mundo le hubiera entrado algún trastorno al fin determinaron todos que la muerte si había muerto y ninguno volvió á misa ni encomendarse a mi dios mientras tanto en el cielo y en el infierno estaban ofuscados y confundidos sin saber qué sería aquello tan particular ni un alma asomar las narices por esos laos aquello era la desocupe es más triste el diablo determinó ponerse en cura de la rasquiña que padece pa ver si mataba él tiempo en algo san pedro se moría de la pura aburrición en la puerta del cielo se lo pasaba por ahí sentadito en un banco dormido bostezando y rezando raticos en un rosario bendecido en jerusalén pero viendo que la molienda seguía cerró la puerta se coló al cielo y le dijo el señor maestro toda la vida le sirvió con mucho gusto pero ahí le entregó el destino esto si no lo aguanto yo póngame al otro oficio que hacer o sea que algún recurso crístico y san pedro se fueron por allá a un rincón una palabra y así después de mucho secreto le dijo el señor pues eso tiene que ser no hay otra causa volvemos al mundo y trata a ese hombre con harta manita para ver si nos presta la muerte porque si no nos embroma amos se puso san pedro la muda de pellegrino se cantó las albarcas y el sombrero y cogió el portón había caminado un poquito cuando
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