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Ideas para vivir mejor
7 minutos para reflexionar: La Felicidad NO es lo que crees

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20/2/2025 · 07:19
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Lee el podcast de 7 minutos para reflexionar: La Felicidad NO es lo que crees

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Cada mañana, a las siete en punto, un señor que se llamaba Don Emilio salía de su casa.

Llevaba su radio portátil, inseparable. Llevaba una camisa de cuadros, bien planchada. Llevaba una sonrisa intacta, como si la vida no pudiera hacerle torcer el gesto. Caminaba sin prisa hasta la plaza, siguiendo todos los días el mismo ritual invisible. Allí se sentaba en el mismo banco de siempre, cruzaba las piernas y encendía una radio con un chasquido preciso. Después, Don Emilio levantaba la mirada e iba saludando a todo el mundo que pasaba por delante de él.

Algunos respondían con buena educación, como debe ser. Otros respondían con sorpresa. Había quienes miraban a Don Emilio como se mira a esas personas que han descubierto un secreto que nadie más conoce. Pero Don Emilio nunca dejaba de sonreír, daba igual cómo le miraran los demás.

Andrés, nuestro protagonista número dos, lo había visto muchas veces. Lo veía hacer lo mismo todos los días desde la mesa de la cafetería de la esquina, atrapado entre un sorbo de café y el parpadeo de las notificaciones de su teléfono móvil. Siempre con prisas, siempre con la sensación de que le faltaba algo. Pero aquel día fue distinto.

Aquel día, la sonrisa de Don Emilio no lo desconcertó tanto como solía hacerlo. Siempre se preguntaba cómo podía alguien ser tan feliz sin tener un motivo, sin que le dieran un ascenso, sin haberse comprado un coche nuevo, sin haber conseguido un gran logro que justificara esa felicidad. Y aquel día Andrés se acercó a Don Emilio.

Disculpe, le dijo midiendo sus palabras, no quiero parecer impertinente pero me gustaría saber por qué está usted siempre tan feliz. Don Emilio lo miró con esos ojos llenos de historias que tenía y después soltó una carcajada, una carcajada de esas auténticas que no se pueden fingir. Y le respondió, mira chico, llevo muchos años en esto de la vida y antes pensaba como tú. Antes pensaba que la felicidad era un trofeo que uno se iba ganando con esfuerzo. Así que trabajé, ahorré, me esforcé y cuando por fin tenía todo lo que se suponía que debía darme esa felicidad, me di cuenta de algo. Me di cuenta de que seguía esperando sentirme pleno.

No me sentía pleno. Andrés pronunció el ceño, no le gustaba esa respuesta o mejor dicho no le gustaba lo que esa respuesta insinuaba. Así que le preguntó qué es lo que hizo entonces. Y Don Emilio le guiñó un ojo y señaló la plaza con un gesto amplio. Abrió así la mano y señaló la plaza y le dijo, cambié el chip, dejé de ver la felicidad como un destino y la convertí en mi combustible. Empecé a disfrutar de los pequeños momentos, empecé a disfrutar del primer café de la mañana, empecé a disfrutar del sol en la cara, empecé a disfrutar de una conversación intrascendente pero agradable y cuando empecé a hacer eso, curiosamente todo lo demás empezó a fluir.

El trabajo, las relaciones, la vida, todo mejoró. Y no porque hubiera conseguido más, sino simplemente porque ya no estaba esperando más para ser feliz. Ante esto Andrés no supo qué decir. Se quedó en silencio. Casi por costumbre miró su reloj. Se dio cuenta de que su próxima reunión empezaba en 20 minutos.

Pero por primera vez en mucho tiempo había algo dentro de él que le decía que se quedara en aquella plaza un rato más, que se quedara charlando con Don Emilio un rato más. Respiró hondo, se dio cuenta por primera vez de que el sol brillaba, de que la plaza estaba tranquila y en ese instante, sin haber alcanzado ninguna meta, sin haber logrado nada extraordinario, sintió algo.

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