#406 Baneblade (Guy Haley) Prologo 2a4v56

Hola chicos y chicas, aquí Doc.

Bueno, pues aquí tenemos más Warhammer 40.000, más Milenio Siniestro, más Cuadragésimo Primer Milenio, más Grindar del Bueno, como el que os gusta, que es lo que os gusta, y es que llevamos una racha que es que no paramos.

Porque si funciona, ¿pa' qué lo vamos a arreglar? De todas maneras, espero que para la semana que viene pueda tener preparado algo que empecé y que le debo a un oyente y amigo nuestro, que es Paquín.

Hola Paquín, ¿qué pasa tío? ¿Qué tal todo por Italia? Así que sí, la semana que viene tendrás lo tuyo, perdón, tendréis lo vuestro, un relato de Hogwarts, los Caminotes de Valhalla, pero hoy vamos a darle un poquito de regalo a esta bestia acorazada, llena de remaches, de metal y de brutalidad, que es el Pain Blade.

Como dijimos en una ocasión en nuestro spin-off Vehículos 40K, este polígono industrial acorazado sobre orugas que tanto nos gusta.

Espero que os guste, espero que lo paséis muy bien, y espero veros pronto la semana que viene con más relatos salvajes.

Ojo al temazo que suena de fondo.

Una historia a cargo de...

Mil veces mil martillos triples anunciaban el nacimiento del hijo de la guerra, el portador de la ruina, el tanque de combate más poderoso de la galaxia, el Pain Blade.

15 metros de largo, alto como tres hombres, una fortaleza móvil, el martillo del dios emperador, poseedor de un poder de fuego equivalente al de un escuadrón de tanques pequeños.

Pero aún no, aún no.

Esto era sólo un cascarón, desprovisto de dientes y garras, con huecos vacíos donde irían los cañones y sus orugas inertes.

No fluía energía por sus conductos, ni combustible por sus tuberías, pero no por mucho tiempo, porque ahora comenzaba la ceremonia de activación.

El zumbido constante de cien gargantas cantando al unísono creció hasta un crescendo.

Cadenas poderosas resonaron mientras decenas de hombres, desnudos de cintura para arriba, bajo el calor abrasador, tiraban con fuerza.

La luz de los hornos centelleaba en sus cráneos rapados, proyectando sombras sobre los números marcados a fuego en sus frentes.

Las cuadrillas de trabajo arrastraban la máquina en su trineo de plástico y acero por las etapas finales de la línea de producción, hacia la culminación de un proceso de un año en una forja que abarcaba medio continente.

La luz rojiza e incandescente iluminaba los planos del blindaje, mientras máquinas más antiguas que la memoria clavaban remaches al rojo vivo.

El chirrido, rugido y silbido de los sistemas automatizados competía con los cánticos de los tecnos sacerdotes y los gritos de los tecnoadeptos que trabajaban sin descanso.

Las libaciones chisporroteaban sobre el plástico y acero al enfriarse, los pergaminos de oraciones se ennegrecían al ser fijados al casco y la acera corría sobre el acero candente.