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Meditaciones diarias
1893. Hijos de Dios (EDITADA)

1893. Hijos de Dios (EDITADA) 206410

16/5/2025 · 26:47
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Descripción de 1893. Hijos de Dios (EDITADA) 252c38

Meditación del viernes de la IV semana de Pascua sobre la filiación divina. Adopción pero no ficción jurídica. Dios pone su vida en nosotros con la gracia. Es el fundamento de nuestra vida espiritual. La gran revelación del Nuevo Testamento. Consecuencias: confianza, vivir sin miedo, ver una mano amorosa en el sufrimiento. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295 374y26

Lee el podcast de 1893. Hijos de Dios (EDITADA)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, libra el Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.

Te adoro con profunda reverencia.

Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

Madre mía inmaculada, San José mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.

Hoy el Evangelio de la Misa recoge el discurso de despedida de nuestro Señor en la última cena.

Que dice así, no se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí.

En la casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar.

Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros.

Nuestro Señor que está anunciando su muerte y su resurrección, su subida a los cielos y la apertura definitiva de los cielos para todos los cristianos y para todos los hombres.

Y a donde yo voy, ya sabéis el camino, dice nuestro Señor.

Entonces Tomás, que era un poco impaciente, impulsivo, Tomás le dice, Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Que es como si te dijera, Señor, no nos hables tan raro, ¿de qué estás hablando? No entendemos lo que dices.

Y Jesús le respondió, yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí.

Esta última frase, o penúltima, es, Señor, una de las frases más conocidas del Evangelio.

Yo soy el camino y la verdad y la vida.

Tú nos dices que el camino para ir al Padre, para ir a Dios, es el del Hijo.

Nadie va al Padre sino por mí. ¿Y quién eres tú sino el Hijo? El camino hacia el Padre es el camino de un hijo, hacerse niños pequeños delante de Dios.

Nosotros no podemos tratar a Dios como iguales, sino como hijos.

Y por eso tantas preocupaciones que a veces nos inventamos los hombres, no tienen ningún sentido.

Por ejemplo, cuando alguien dice, es que no quiero, siempre rezo a Dios solamente para pedir y me parece mal.

Bueno, imagínate un niño de cuatro años que dice, es que solamente pido, me parece mal.

Pues lo que quieren los padres es que sus hijos cuenten con ellos y les pidan y les pregunten y les pidan ayuda, repito, porque esa es la garantía de que sus hijos van a salir bien, van a estar bien en esta vida.

Porque sus padres saben mejor que ellos lo que quieren.

Por eso nadie va al Padre sino por mí. Yo soy el camino.

Nosotros vamos a Dios haciéndonos hijos, sabiéndonos hijos, haciéndonos hijos pequeños, deponiendo toda actitud de autosuficiencia, prepotencia, voluntarismo, pensar que nosotros somos capaces de algo.

Sin ti Señor nosotros no podemos nada. No podríamos ni tener fe, no podríamos ni tener esperanza, no podríamos ni tener caridad verdadera.

Cuando vas a Belén y entras en la Basílica de la Natividad hay una cosa que te sorprende y es que la puerta está tapiada y solamente queda un hueco de un metro y veinte centímetros, de tal manera que todas las personas que quieren entrar en ese lugar sagrado tienen que inclinarse, agacharse para poder pasar por esa puerta.

Tiene un significado muy profundo como decía Benedicto XVI y es que para acceder al lugar donde se manifestó la palabra de Dios hecho hombre, a ese lugar donde empezó lo divino en la Tierra, de esa manera nueva, pues hay que inclinarse, hay que agacharse, hay que hacerse pequeño, decía Benedicto XVI.

La verdad es que recuerda mucho un suceso de Miguel de Unamuno.

Miguel de Unamuno era una persona que dudaba mucho, dudaba mucho y era un gran intelectual y a veces su razón, demasiado controladora, no le dejaba tener fe.

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