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Programa Radial Enhorabuena con el mensaje de Mons. Arturo González Amador, obispo de Santa Clara en el VII Domingo del Tiempo Ordinario, 23 de febrero de 2025. 325e2l
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
¿Estás escuchando? Enhorabuena. Enhorabuena. Una voz de esperanza de la diócesis de Santa Clara. Queridos hermanos y amigos, la paz del Señor sea con todos ustedes. Cualquier momento del día es ocasión para ponernos en la presencia del Señor. Claro está que hay momentos particulares que exigen de un corazón agradecido elevar un pensamiento, una plegaria a Dios. Ellos son el comienzo del día y el final de la jornada. Esto no significa que el resto del tiempo vivamos de espaldas a Dios, olvidados de Él.
Ahora nos unimos en la oración con el Salmo 102, bendiciendo a Dios e invocando su nombre, agradeciéndole los favores recibidos de Él y pidiéndole perdón. Sí, porque para estar en la presencia de Dios y hacer oración, siempre es necesario pedir perdón, perdón por nuestros pecados, porque es imposible invocar a Dios y querer alcanzar sus favores teniendo el corazón embarrado por el egoísmo, la ambición, el odio, la injusticia, la indolencia frente al sufrimiento de los demás. Es imposible invocar a Dios sin reconocernos pecadores, hombres y mujeres, con las manos manchadas por la maldad.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios. El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades.
Él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. No nos trata como merece en nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. Como dista al oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
El pasado domingo escuchamos el texto de la Bienaventuranza según el relato de San Lucas.
Hoy seguiremos escuchando palabras duras, sí, palabras duras de Jesús, que suenan como inaceptables a la razón humana. Seremos confrontados con la lógica del Evangelio, la lógica del amor, aquella de la que el apóstol Pablo afirma, aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que suena o un platillo que retiña.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
Podemos afirmar que entre las cosas más novedosas y originales enseñadas por Jesucristo están precisamente las palabras del Evangelio que escucharemos a continuación, tomadas del relato de San Lucas, en el capítulo sexto, a partir del versículo veintisiete. Son palabras muy duras, se los aseguro. Dispongámonos no sólo a escucharlas, más bien a vivirlas, porque de la Biblia no sólo podemos tomar lo que nos gusta y suena bien al oído. Un discípulo del Señor, si quiere serlo en verdad, tiene que calzar sus propios zapatos.
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