Viento y Verdad parte 4 2e1167

—¡Gracias! —susurró Eszet. —¡Gracias! 76. CONCESIONES.

El argumento de Hasna es probablemente el mejor que podría esgrimir nadie contra lo que yo promulgo, y por tanto debe abordarse.

No estoy seguro de poseer la filosofía, las palabras ni la experiencia, para hacerlo con el respeto que merece.

Del Epílogo de Juramentada por Dali Narcolin.

Shayan apareció en un cuerpo moribundo. Ahogó un grito por el súbito dolor, se llevó una mano al costado y notó sangre mientras yacía en aquella hierba shin con el sol brillando en el cielo.

Tormentas. Estaba en el cuerpo de un cantor herido de muerte. Eso hizo que entrara en pánico hasta que sintió algo en su mente.

—¿Shayan? —¿Patrón? Estás en mi cabeza, como cuando eres una espada.

—Nuestro vínculo se ha estado reforzando. Has dicho las verdades adecuadas. Se nos ha ocurrido que quizá esto empezase a funcionar. Parecías asustada.

—¡Estoy en un cuerpo que se muere! —Gliss dice que lo lamenta, pero no siempre puede elegir los cuerpos. Quería ponerte en un cantor para que entendieras las palabras de Mishram, pero... bueno.

—No pasa nada —susurró Shayan. —¿Probamos otra vez? ¿Me sacáis? O igual podría curarme y...

—Hmm —dijo patrón. Un cantor usando luz tormentosa llamaría la atención de cualquiera que estuviese mirando. Gliss quiere que lo evites. Dice que no morirás de verdad, porque no estás herida de verdad, pero... le diré que te saque de todas formas.

—Gracias —respondió Shayan, apretando los párpados contra el dolor, con una mano en la herida, notando extraño el caparazón roto bajo los dedos.

—¡Espera! ¡Shayan, mira! —A unos tres metros, una cantora sollozaba y se agarraba las heridas del costado, canturreando a trompicones. Una melodía, quizá, con la que reconfortarse a sí misma mientras moría.

—Baad o Mishram estaba acercándose. La deshecha adoptaba la forma de una masa de humo negro, con manos que crecían de ella para moverse. Manos poderosas, negras por completo, que se extendían y aferraban el suelo para empujarla.

—Deje aquí de momento —envió Shayan a Patrón, apretando los dientes. Cuando Mishram llegó a la otra cantora moribunda, sus raras extremidades demasiado largas desaparecieron convertidas en humo, pero la masa principal de negrura permaneció.

—Entonces se transformó en una mujer encantora como si emergiese de entre la niebla, con una túnica vaporosa y largo pelo negro. Se agachó sobre la soldado malherida y cobraron forma brazos adicionales para acunar la cabeza y el cuerpo. Cruzaron palabras, en voz demasiado baja para que Shayan las oyera. Se obligó a esperar, pero no pudo contener los gimoteos de dolor.

—Mishram se volvió hacia ella. El corazón de Shayan dio un vuelco. Aquel era el rostro que había visto en sus dibujos, en el cielo, el humo, los nudos y el grano de la madera.

—Al contrario que Shahnat, que tendía a parecer humana o quizá algún tipo de esperén, con la piel lisa y rasgos demasiado estrechos, Mishram era cantora sin el menor género de duda. Unas líneas rojas de humo componían su cara, confiriéndole un caparazón y unas pautas etéreas.

Clavó la mirada en Shayan y de nuevo se transformó en una nube de humo con brazos estirados. Llegó hasta Shayan con aquel mismo andar sobrenatural y se hizo cantora de nuevo.

—Tormentas.

—¿Quieres que te saquemos? —preguntó Patrón.