Tardes de LiterAteneo XXIV: Crátera. La poesía es un arma cargada de esperanza 3q374l

Buenas tardes. Bienvenidos, bienvenidas aquí todos los que estamos. El acto se ha preparado muy bien, con tiempo y con concienido. Y lo vamos a hacer, si lo permitís. Lo que pasa que somos pocos, pero somos los mejores, lo que decimos. Este acto es el vigésimo cuarto de un ciclo llamado Tardes del Interáteneo, el número 24. Aquí tenéis el carcel. Y esto comenzó hace más de dos años, cuando empezamos con el ciclo. Llevamos ya 24 sesiones.

Entonces hoy tenemos una más y tenemos aquí a tres personas importantes que son capaces de llevar una revista, crearla, llevarla y mantenerla. Ya nos explicarán cómo lo hacen.

Y tenemos también aquí a una persona importante, porque este acto se hace porque el interáteneo nos lo consiente, y una persona del interáteneo que es miembro de la Junta Directiva y recién elegido, además, por cuatro años, bibliotecario de la misma entidad, lo tenemos aquí, que también es quien, de alguna manera, coordina este mismo acto. Y yo quiero que antes de empezar digas algunas cosas, Vicente. En primer lugar, bienvenidos todos. Muchísimas gracias por estar aquí. Muchísimas gracias a los que hayáis querido estar aquí con nosotros.

Después de decir que efectivamente este año tocaba la reelección de la Junta Directiva, nos hemos presentado. Carmen de Rosa, junto a la mayoría de los doce que le acompañamos en la Junta Directiva, y como no ha habido otra candidatura, pues claro, lógicamente hemos vuelto a ganar. Por lo tanto, a partir de ya estaremos cuatro años más. Y no sé si seguiré siendo coordinador de la Comisión de Cultura, como he sido unos cuantos años ya, pero lo que sí que voy a ser estos cuatro años seguro es bibliotecario, porque eso es un cargo que figuraba en la candidatura.

Y después decir que, lógicamente, mientras yo sea el bibliotecario, o mientras yo lleve el tema de las conferencias y sea coordinador de la Comisión de Cultura, la poesía va a tener un espacio en el Ateneo. Cuando llegue al Ateneo, o cuando entré en el Ateneo de Directivo en el 2015, pues se había dejado de haber poesía en el Ateneo. Y me arrimé al grupo del limonero de Homero y no me pudieron decir que no. Y se pusieron a trabajar y después de cuarenta sesiones con poetas en el Ateneo, pues nos hemos pasado al ITE del Ateneo y también ya vamos por la veinte.

Y si yo estoy en esto, pues espero y confío en que vosotros estéis también a mi lado, porque habéis estado siempre. Seguro que sí que estaréis. Y después decir que me alegro muchísimo de que estén aquí los tres señores que nos acompañan a la mesa, pero hay una persona que permitirme que tenga que decir que me alegro de una forma muy especial, que es este Gregorio. Gregorio, tenemos una aventura que ya nos une para toda la vida.

Yo la voy a contar. Gregorio tenía una conferencia el día 29 del mes pasado aquí con nosotros en octubre. El día 29 tenía una conferencia en el Ateneo, cuando nunca hacemos conferencia los martes. Y era un martes, pero habíamos cambiado la fecha por conveniencia y lo habíamos pasado a martes. Y ese martes tocaba una conferencia que vamos a hacer próximamente.

Y a las cinco de la tarde me llamó diciéndome que su mujer estaba un poco asustada porque estaba leyendo noticias de que por arriba había mucha agua. Y yo le dije que en Valencia no caía ni una gota. Y él tenía miedo de no tener mucha gente y yo le dije que nosotros hacemos las conferencias para todo el mundo. Y él mismo se animó y me dijo, pues voy a coger el tren y voy para allá. Y bueno, pues vente.

Y a las cinco y media, ante un vendaval que se originó en la ciudad de Valencia, había un vendaval. Y yo tengo un jardín en la puerta, en el jardín de la tesorería, y veía los árboles y estaba negro. Y tanto vendaval que hablé primero con los compañeros informáticos que estaban aquí, Jesús y Manu, y después le llamé y le dije, eh, Gregorio, ¿has salido ya? Y me dijo, no, voy a salir ahora o estoy a punto de salir.

Le dije, oye, pues vamos a hacerlo por Zoom. Y me dijo, no, no, que yo no tengo Zoom. Digo, pues mira, ¿sabes lo que te digo? Que no vengas. Y creo que eso fue Dios el que nos mandó al aire, eh. Porque si te he separado de tu mujercita y de tu hija, yo voy a tener una carga de conciencia para todo el resto de mi vida, eh. O sea que mira si me alegro de poder seguir saludándolo y teniéndolo en el Atenío. Te quiero mucho y te aprecio muchísimo.