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A Luis le gustaban los cromos. Eran los años 50 y además de ir al colegio o de jugar con otros niños en la calle, Luis ocupaba el tiempo completando algún álbum. En concreto, esos meses estaba entusiasmado intentando acabar una colección de cromos de pueblos y paisajes del mundo. Luis tenía 8 años y era un niño tranquilo que no se metía en líos, pero aquel día estaba muy nervioso. Estaba a punto de conseguir el último cromo de la colección.

Luis vivía en un edificio de varios pisos, en la calle San Juan de Baracaldo, en Vizcaya. Una ciudad en plena expansión industrial, a los pies de la ría, en aquellos años centrales del franquismo. Nervioso y emocionado, Luis salió de casa corriendo detrás de su amigo. Bajó resbalando por la barandilla un tramo asomado el hueco de la escalera, pero al llegar a la curva su cuerpo se abalanzó hacia delante y perdió el equilibrio. Hospital de Cruces, Baracaldo. Luis descansa en una cama en la zona de urgencias.

Los médicos dicen que no está muy grave, pero prefieren ser cautos. Begoña visita a Luis en el hospital, pero no puede acercarse a él. Los protocolos de seguridad son muy estrictos. Es octubre de 2020. La pandemia ha cambiado el mundo y la segunda ola está provocando de nuevo miles de muertes. Luis está grave en el mismo hospital al que hace más de 60 años le llevaron de forma apresurada tras caerse desde un cuarto piso por el hueco de la escalera.

Salió ileso de aquel accidente, pero esta vez es distinto. Esta vez el COVID le ha golpeado más fuerte que una caída desde 10 metros de altura. Begoña mira a través del cristal con cara de preocupación y cansancio. Teme perder a su padre. El año 2020 ya había comenzado de manera dramática para Begoña. En enero se sometió a una operación para tratar las secuelas que le había dejado el parto de su hija Paula un año antes. Poco después falleció su madre.

En ese momento Luis estaba con su hija Begoña en Baracaldo y su mujer estaba en la casa que la familia tenía en Santa Pola. Los días posteriores fueron intensos, tristes y extraños. Begoña y Luis empezaron a vivir su duelo mientras el mundo se sumergía en una distopía y eran incapaces de adivinar lo que les venía encima en los meses posteriores.