Sabiduría para todos los días, mayo 27 2l5156

Este martes 27 de mayo en Sabiduría para todos los días vamos a hablar acerca de cuáles son tus intenciones. El texto bíblico se encuentra en Proverbios 21, el verso de esta ocasión es el verso 27. El sacrificio del malvado es detestable, sobre todo cuando lo ofrece con malas intenciones. Yo soy el pastor Rafael Kola y me da mucho gusto compartir contigo la lectura y meditación de la palabra en este día.

Cuando leemos Proverbios podemos constatar la importancia que tiene para el pueblo de Dios en tener un estilo de vida que sea contrastante con el estilo de vida de la sociedad en la que el pueblo de Dios es colocado ayer y hoy. Los barones judíos tenían la obligación de cumplir con más de 600 mandamientos para ser considerados que cumplían con la ley, imagínense. Simplemente el hecho de recordarlos llega a todo un reto. Proverbios, sin duda, es parte de esta normativa de la forma de vivir del pueblo del Señor. Una ética muy exigente, sin duda, pero también muy orientada al beneficio de la comunidad, de los demás.

No es una virtud solamente individual sino su impacto es también de carácter comunitario. Parte de estas reglas o de estos principios que debían de normar su vida incluyen aspectos litúrgicos o cúlticos pertenecientes al mundo de la adoración. Y en todos los ámbitos de la vida, incluyendo el aspecto espiritual, son muy importantes las intenciones. Jesús observó que algunas personas ofrendaban para ser reconocidos y obtener algún tipo de beneficio.

Cuando un joven anda rondando una señorita, la pregunta clave es ¿cuáles son sus intenciones? Lo mismo se pregunta el marido cuando su esposa lo despierta con el desayuno en la cama. Piensa, esto está muy sospechoso. ¿Cuáles serán sus verdaderas intenciones? La antigua historia originaria que encontramos en el Génesis de Caín y Abel nos remonta a esa actitud humana arraigada en el corazón del primer acto fallido de adoración, desde la más remota antigüedad. La ofrenda rechazada de Caín por razones equivocadas.

Ese rechazo puso al descubierto algo que solamente Dios conocía, las intenciones de su corazón. Y de ahí en adelante se abrió en la historia de la humanidad y del pueblo de Dios en particular, un camino errado de una religión egocéntrica que busca cubrir sus calencias más íntimas por actos externos y superficiales. Y no podemos dejar de observar que este desafío a una intencionalidad sana sigue presente en el mundo de hoy en toda la humanidad.