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Francia hoy
Repensar el mundo del trabajo en Francia, ¿es una utopía?

Repensar el mundo del trabajo en Francia, ¿es una utopía? t2f22

31/1/2022 · 13:13
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Francia hoy

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Las condiciones de trabajo en Francia han empeorado desde el inicio de la pandemia de coronavirus. La mitad de los asalariados ses dicen estar más cansados, estresados o incluso directamente quemados por sus trabajos, según diversos sondeos. El agotamiento profesional se ha convertido en una de las principales causas de bajas médicas. ¿Cómo salir de ese círculo infernal? ¿Cómo cambiar la relación con el trabajo?   Para escuchar el reportaje, haga clic en el play, encima de la foto.  Un grupo de mujeres se entrena a dos pasos de la Ópera de París. Aprenden a usar las técnicas de defensa personal. La directora de este particular ballet se llama Melinda. La entrenadora rebosa de energía, se encuentra como pez en el agua, dando instrucciones y transmitiendo unas técnicas que conoce al dedillo.   "Lo aceptaba todo" Para llegar hasta aquí, hasta este momento dulce en su vida profesional, el camino ha sido largo. Hace tan solo unos años, “vivía con mucho estrés y ansiedad, con un agotamiento físico y mental total. No conseguía levantarme algunos días. Estaba completamente exhausta”. Melinda trabajaba más de 70 horas por semana en una clínica de cirugía estética.   "No me daba cuenta, pero mi relación con el trabajo estaba completamente desequilibrada. No sabía decir no, decir stop. Lo aceptaba todo. Para mí era fundamental responder de manera afirmativa a todo lo que me pedían: trabajar 12 días seguidos, adaptarme a los horarios de los clientes, que eran políticos o famosos.  Trabajaba los fines de semana o hasta muy tarde entre semana", señala la entrenadora. "Necesitaba ser apreciada, fueran cuales fueran las consecuencias para mí. Temía que mi trabajo no fuera del gusto de todos. Temía que me retaran. Era muy, muy perfeccionista. Todo tenía que estar bien hecho y todo el mundo debía estar satisfecho, siempre dejando en segundo plano mis propias necesidades", agrega.  El trabajo me estaba comiendo viva. Melinda cuestiona las razones internas, personales, que la llevaron al agotamiento profesional. Para Céline Marty, profesora de filosofía y autora del libro Trabajar menos para vivir mejor, las razones son colectivas. "El sufrimiento laboral ha aumentado en las últimas décadas de manera proporcional al aumento de la presión para producir más con menos recursos. Los asalariados se ven en la incapacidad de cumplir con unos objetivos completamente desconectados de la realidad", apunta la investigadora en ciencias sociales. "Es muy duro para ellos porque en la sociedad sa, muy moralista, el trabajo nos define y nos da un estatus. Cuando las cosas van mal en el trabajo, nos sentimos culpables personalmente. Nos vemos incapaces de comunicar sobre nuestro sufrimiento y transformarlo en una reivindicación colectiva, sindical, política, dejando de lado la culpa individual", prosigue.    Tras 12 años de trabajo a destajo, Melinda se quedó embarazada y ante el riesgo de aborto por su elevado nivel de estrés, dimitió. Tras una larga reflexión, decidió convertirse en entrenadora de defensa personal. Un cambio no exento de obstáculos: "La principal dificultad fue el miedo, que tuve yo y mi familia. Dejaba de ser asalariada para trabajar por cuenta propia, tenía que reconstruir todo de cero, incluido mi equilibro financiero", cuenta.  Un cambio de profesión muy complejo en Francia y relativamente mal visto, según Céline Marty: "Si la persona no tiene ahorros propios, no cuenta con casi ningún capital para afrontar el periodo de reconversión profesional. Además, acabará pagando un alto precio, porque nuestro sistema social está basado en las carreras a tiempo completo durante 40 años, para el cálculo del subsidio por desempleo o de la pensión por vejez. Las pausas, como las que se toman algunas mujeres para criar a sus hijos, están penalizadas con una jubilación más baja. Toda nuestra protección social debería reformarse para, entre otras cosas, tomar en consideración estas decisiones individuales, de cambiar de carrera o hacer una pausa, y no penalizarlas".  Desde que es entrenadora, la relación de Melinda con su trabajo ha cambiado por completo. "Incluso si sigo estando muy implicada, preparando mis clases, estando disponible para mis alumnas, mi equilibrio profesional es mucho mejor. En cuanto siento que estoy desgastándome, sé cómo cuidar de mí misma. Al fin y al cabo, es lo que enseño en mis clases: saber escucharse, aceptar las emociones, distanciarse de lo que nos hace daño y de toda sobrecarga", enfatiza.   Crítica de la omnipresencia del trabajo Un equilibrio que Ana quiere llevar al siguiente nivel. Esta joven franco-chilena vino a París para cumplir su sueño de convertirse en directora de cine. Cortometrajes, películas, lo que se pusiera por delante. Pero antes de poder subir la escalinata de Cannes había que entrar en lo que ella llama la máquina infernal del cine, donde se empieza desde muy abajo. "Sentía que no había mucha diferencia entre trabajar 13 horas en un bar y trabajar durante 13 horas en un rodaje, diciéndoles a los extras lo que tienen que hacer. Por eso decidí no entrar en el mundo del cine desde abajo. Yo quiero llevar a cabo mis películas, mis proyectos, a mi manera", explica.   El cierre de los bares y restaurantes por la pandemia le trajo una nueva oportunidad: involucrarse como voluntaria en un espacio asociativo, el Pulpo, una especie de gran almacén donde se recuperan objetos y prendas donados y, o se revenden a precios muy bajos o se redistribuyen a las personas que más lo necesitan.   Al cabo de unos meses, el voluntariado se convirtió en trabajo, pero muy distinto a lo que Ana había conocido hasta entonces. "No siento que tenga que rendir cuentas ni estar en una productividad constante. En la lógica del Pulpo, uno es pagado tantas horas y trata de trabajar durante esas horas. Y digo bien trata, porque no todo se puede lograr. Hablamos de manera metalingüística del trabajo, cada uno individualmente pero también colectivamente. En la mayoría de los trabajos, ni siquiera se habla de eso", comenta.  La asociación el Pulpo funciona además con una jerarquía horizontal, sin jefes, lo que influye enormemente en la manera en que sus empleados ven el trabajo. Para Ana, "uno asume una mayor responsabilidad sobre las cosas, lo cual hace que sintamos que participamos más del proyecto. Eso nutre. Tomamos decisiones y nadie está detrás cuestionándolas. Todo es conversado, dialogado".  En el fondo es consentimiento en el trabajo, y eso es súper importante.  Ana trabaja a tiempo parcial. Gana lo justo para vivir de manera minimalista, y no lo cambiaría por nada. "No le veo la necesidad de trabajar a tiempo completo en algo que te guste. Creo que hay una diferencia entre el trabajo remunerado, con horarios y normas, y el trabajo personal, intelectual. Es una relación a la idea de producción, de tener que estar siempre con una actividad, cuando, en realidad, el ocio y aburrirse es súper bueno para la mente", detalla. La relación de Ana con el trabajo puede parecer una utopía demasiado lejos de la realidad de la mayor parte de la población. Ella misma es muy consciente de ello. "El hecho de tener el tiempo para pensar y cuestionar nuestra relación al trabajo es algo de privilegiados. Hay mucha gente que no tiene ese tiempo, porque tiene que trabajar, tiene cinco hijes, arriendo, y millones de otras cosas", señala.   Según la profesora en filosofía Céline Marty, esta visión utopista del trabajo podría generalizarse si la producción dejara de estar en el centro de nuestras vidas: "Esta crítica de la omnipresencia del trabajo en nuestras vidas viene acompañada de una reflexión sobre las profesiones realmente esenciales y las que son superfluas para la sociedad, los llamados ‘bullshit jobs’, en palabras del antropólogo David Greber. Hay muchas cosas que el mercado produce y que no son necesarias, como vemos con la enorme cantidad de ropa que es producida, no vendida y destruida. Además, un tercio de la producción de alimentos acaba en la basura. Podríamos llevar a cabo una reflexión colectiva, en forma de convención ciudadana, por ejemplo, para decidir qué sectores no son esenciales, y cuales sí lo son. Si concentramos el trabajo en lo esencial, podríamos reducir en general la necesidad de trabajar".   Para Céline Marty, esta reducción de la producción es indispensable para frenar el cambio climático: "Reducir la cantidad de mercancías que se producen es muy bueno para el planeta porque así se consumen menos recursos, tanto en cuestión de mano de obra como de materias primas y energía. Se trata de producir menos y mejor. Eso también permitiría trabajar menos. Para eso hay que reorganizar la producción, dejando de confiar en la mano invisible del mercado y reapropiándose las decisiones de manera política y colectiva", concluye.   1s2i1v

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