
Descripción de Programa 4 Chester y Dios 3z284i
El Chester va a ser testigo de una cena de lo más controvertida y, además, como plato principal, uno de los fuertes: Dios. Creencias, vida eterna, altruismo cuestionado, perdón inseguro son los entrantes de un programa que intenta entablar una conversación entre el allá y el 'acá' usando de portador a Risto Mejide, y de intermediarios a unos invitados a cuál más dispar. Raúl Arévalo, el Padre Ángel y Pilar Rahola pondrán a prueba su fe ciega o visible sin moverse de un sillón. 726y3v
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
No creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en el Big Bang, en Charles Darwin, y en que casi todos venimos del mono, aunque hay algunos que parecen quedarse por el camino. No creo en la vida eterna, ni en nada que no venga con periodo de prueba ni garantía ni de evolución. Pero sí creo en la gente, en alguna gente, claro. Creo en la gente que ha elegido no hacerse daño.
Creo en la gente que escucha más que habla, en los que jamás se toman una revancha, y en quien sabe perdonar de verdad. Creo en la gente que rectifica, en la que nunca deja de aprender, en la gente que da siempre más de lo que recibe, en los que son tomados por ilusos o por tontos, y creo en los que no prefieren agradar con una mentira, sino molestar con una verdad. Bienvenidos al Chester y Dios.
Cuando un actor se mete en la piel de un personaje, está recreando una vida. Y cuando ese actor es tan buen actor como mi próximo invitado, más que recrearla, parece que la está creando por primera vez. Hoy me siento con un tipo tan contradictorio como enigmático. Hoy me siento con el que llaman el chompe en español. El ser humano necesita creer en algo. Pero yo creo en cosas terrenales, creo en personas, creo en proyectos. No creo en nada superior.
Raúl Arevalo. ¿Qué tal? Bien, muy encantado. Igualmente, tío. ¿Qué tal? Por favor. Bienvenido al Chester. Muchas gracias, qué ilusión me haces sentarme. Antes estaba sentado fuera y pensaba, ¿y cómo debía sentarme en el Chester? Pero así se está muy bien. Pues es que yo creo que solo hay una postura válida, que es esta, la que tenemos los dos. Hostia, fíjate, qué curioso.
Es verdad, viene la que proba posturas, ¿eh? Y no te voy a decir cuándo. Sí, sí, sí. Pero bueno, muy feliz de que venga un actor de tu reputación, tío. Porque, ¿sabes? Me pasa algo con los actores. Hice una entrevista una vez, un actor que fue bastante heavy, la entrevista. ¿Para otro San Juan? Sí, sí. Muy bien. Y no ha querido venir ninguno más.
¿En serio? De verdad. Ah, pues por esa entrevista casi yo pensaba, si algún día, ojalá algún día me pueda llamar Risto para entrevistarme, fíjate. ¿En serio? Sí, sí, de verdad, de verdad. Hostia, menos mal. Me reí tanto viendo esa entrevista. ¿Te reíste? Sí, porque es un amigo de Alberto y le veía tan descolocado y tal, y era tan maravilloso. Para venir a decirte, oye, qué guapo eres, qué bien lo haces, ya hay otros sitios, ¿no? Sí, sí, eso no divierte. Por eso te hemos invitado a ti.
No porque no seas guapo, porque vamos a hablar de otras cosas. Perfecto. ¿Vale? Vamos a hablar de Dios. A ver, claro. Cuando me dijeron, ¿vas a hablar de Dios? Y yo pensé, de Dios, ¿y qué digo yo de Dios? Tampoco he leído mucha filosofía sobre Dios, ni sé de teología, ni tengo mucho o con la iglesia y, sin embargo, estoy bautizado, he hecho la comunión y tengo una educación cristiana, aunque me pese. Incluso me pesa, porque la culpa cristiana la sufro a diario y durante años la he sufrido mucho.
Yo de pequeño era, era, Raulito, era como, una vez una traputa me dijo, claro, una cosa que me lo que que dice, lo que somos el patio del colegio, cómo aprendemos a sobrevivir en el patio del colegio, es lo que nos queda marcado en la vida, de alguna forma. Y yo de pequeño, pues era como el tonto de la clase, pero el que caía bien, no al que pegaban, el que caía bien a los malos. Estas son las fotos que mi madre le dije, mamá, mándame fotos, y es que manda algunas fotos que me pueden hundir, claro. Las madres siempre nos pueden hundir.
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