T01XE18 - Diario de una Amazona - Un Podcast de Celia Blanco (@Latanace) - MI PRIMER INTERCAMBIO DE PAREJAS La llamada me desconcertó. Era muy raro que aquel excompañero de la tele me llamara, un martes, a las 9 de la noche. Quería ir a mi casa a verme. Estaba investigando un caso y me necesitaba. — Claro, ven— Le dije. Cinco minutos después, estábamos en el salón, cada uno con una cerveza. —Necesito que me ayudes con esto. Necesito una mujer y tú eres la única que puede hacerlo. Ángel, llamémoslo así, era uno de los que más casos periodísticos había destapado. A mí me encantaba que conociera a tanta gente, que se moviera tan bien por los subterfugios y que pareciera que nunca tuviera miedo. Era el reportero que muchos aspiramos ser. Así que escuché con atención: Llevaba meses detrás de la pista de Antonio Anglés, aquel malnacido que huyó de la justicia después del asesinato de las niñas de Alcaçer. Según me dijo, lo había localizado trabajando en un local de intercambio de parejas. Y quería que fuéramos. Al principio no daba crédito.”¿Tú yo? ¿A un local de intercambio de parejas?”. Sí, me dijo. Vamos, vemos si es él y si es… La poli entra a saco. Según me contó, en el piso de enfrente habría dos policías nacionales para entrar en cuanto diéramos la voz de alarma. Y para allá que nos fuimos. ¿Algo difícil, peligroso y salvaje? ¡Me gusta! El local era uno de los de toda la vida, al lado del Pirulí, Torrespaña para los profanos, justo antes de entrar, señaló un piso en el que, efectivamente, alguien miraba con asiduidad hacia fuera. Ahí estaban los policías. Yo no había ido jamás a un lugar así, así que hice todo lo que me dijeron. Me desnudé completamente, dejé la ropa en una taquilla y entré en el garito. El lugar era muy curioso. Tenía varias piscinas de poco fondo donde las parejas se hacían arrumacos. Por todos sitios había muebles para fornicar: sofás, camas, sillones ergonómicos de ondas… un paraíso para el sexo. Por todas partes había hombres y mujeres, unos en albornoz y otros desnudos. Yo nunca he sido muy pudorosa, así que, en cuanto entré me quité el albornoz y me metí en una de las piscinas para ver con claridad a todo el mundo y no ser yo el centro de atención. Ángel se metió conmigo. A nuestro lado, un hombre y una mujer se metían mano, besaban e intentaban, infructuosamente, lo de follar en el agua. A mí me entró la risa y apunté que jamás había conseguido ese gran hito de hacer de la piscina una buena cama. Ángel me dijo que él alguna vez había conseguido algo, pero poco más que sobar mucho e intentarlo. Al minuto, dos mujeres se metieron también en la piscina. La verdad es que era muy excitante ver tantos cuerpos desnudos fornicando. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres… Había una mujer trans especialmente bella que a mí me encantó nada más verla. De Anglés, ni rastro. Por más que miramos, por más que buscamos, saliendo de vez en cuando de la piscina y dándonos una vuelta, nada. Los camareros no se le parecían ni de lejos. Y los clientes, menos. — Oye, este no está aquí— Le dije al rato a Ángel. — Bueno, espera. Era un buen soplo. De vez en cuando, Ángel y yo nos mirábamos y nos sonreíamos. Hacíamos bromas, nos tocábamos al hablar y dejamos que el ambiente sexual impregnara nuestro ser. Yo, estaba cachonda, lo reconozco. Y él… él solo estaba esperando a que yo claudicara. En el borde de la piscina, los dos muy juntos, Ángel me miraba, se sonreía y me acariciaba la espalda, los brazos, la cara… Yo iba relajándome poco a poco hasta que me dejé, simplemente, me dejé. Ángel me besó, me agarró por la cintura y me pegó a él. Pude comprobar el estado de erección que tenía y, reconozco, me sentí orgullosa. Estaba muy a gusto, mucho más de lo que imaginaba. Que Ángel me agradaba, incluso que me gustaba, era evidente, pero no pensé que pudiéramos liarnos y menos liarnos en un local de intercambio de parejas. En el agua, las manos de Ángel no dejaban de trajinar en mi cuerpo. Me abrazaba, me besaba, me tocaba las tetas, la vulva, las piernas, la cara.. Me tocaba entera por todos sitios. Yo iba relajándome poco a poco y dejándome hacer, sabiendo que follar en el agua no podríamos, pero aprovechando la oportunidad del placer. Así, me agarró de la mano y me sacó de la piscinita para llevarme a uno de los divanes que había al lado, donde me tumbó. — Quiero follarte, Tana. Lo miré, sonreí y lo besé. Hacerlo fue seguir con lo empezado. Ángel no dejaba de besarme, no paraba de tocarme, insistía en que todo pasara como queríamos. Empezó besándome las tetas, amarrándolas con las dos manos, guareciéndolas en ellas. Se entretuvo con los pezones, agarrándolos con los dedos, pellizcándomelos mientras me mordía el cuello. Mi respiración se entrecortaba. Nos miraban. Me gustaba. Nos veían. Me ponía cachonda. Bajó una de sus manos y la metió entre mis piernas, haciendo monerías con los dedos, como si repicara sobre una mesa pero sobre mi vulva. Lo que más me gustaba es que no dejaba de besarme por nada del mundo, de lamerme, de morderme flojito, de que su boca estuviera en mi cuerpo y de que mi cuerpo la sintiera. Entonces, bajó. Bajó despacio. Entreteniéndose desde el cuello, parando en los pechos que lamió y mordisqueó, siguiendo por la tripa, por mi ombligo hasta El Monte de Venus donde se entretuvo besuqueándome el vello. Hasta que llegó. Con la lengua separó mis labios, haciendo que al pasar por el clítoris ya me sobrecogiera. Abrió mejor con los dedos y se esmeró. Lamiendo bien, a un ritmo bueno, certero, contundente. Acelerando conforme yo respondía con todo el cuerpo. Besando con los labios el clítoris, soplándolo después de muchos besitos para que se apaciguara el calentón. Metió los dedos en mi agujero y se pegó más a mí. Para que no hubiera hueco. Para que estuviera del todo dentro. Yo, literalmente, chorreaba… Los dedos entraban y salían al tiempo que él repasaba con la lengua mi clítoris, los labios. Puso una de sus manos bajo mi culo para alzarlo y llegar al ano y ahí… Ahí se esmeró. Notar la lengua en mi parte de atrás me partió en dos. Repasaba los bordes, entraba, volvía a repasar, tocaba, metía los dedos en el coño, volvía al clítoris. Me corrí. Me corrí como me corro yo. Grité. Grité como grito cuando me parto en dos. Una pareja que estaba al lado nos sonrió y animó. Y entonces, llegó ella. Ella era la mujer trans que habíamos visto antes. Se puso al lado, con una sonrisa inmensa y preguntó con voz dulce: “¿Puedo?” Yo no sabía qué quería poder hacer pero fuera lo que fuera quería que lo hiciera. “Sí” ití con la cabeza. “Sí” itió él de viva voz. Era preciosa. Muy morena, tanto de piel como de pelo. Los ojos de un negro embaucador. Los labios muy gruesos. Los pechos operados pero no excesivamente grandes. El óvalo de la cara cuadrado, con una mandíbula marcada que le daba un toque divino. Me gustan las facciones adustas, las líneas firmes, los ángulos. Y ella reunía todas las características para ser deseada. La deseé en ese instante. La mujer empezó tocándome a mí, besándome mientras Ángel me penetraba aprovechando mi humedad después del orgasmo. Con las manos tocaba mis tetas, me acariciaba, tener a Ángel dentro y a la hermosa mujer regalándome caricias me excitó aún más. Yo busqué con la mano la polla de la mujer, una polla grande, delgada, completamente erecta que masajeé y masturbé con gusto. Sentir la polla de Ángel dentro y la de la mujer cerca me pareció una delicia, siempre quise un trío con dos pollas y lo estaba teniendo. Aquello era lo más bonito que me había pasado en una cama toda mi vida. Ángel me puso a cuatro patas para seguir penetrándome. Me gustó más porque lo sentía más y permitió que la mujer se pusiera a mi cabeza para que yo tambien la alcanzara a ella. Empecé a chupar su polla al tiempo que me follaban. Completamente depilada, parecía aún más grande. Tenía dos vergas centradas en mí. Acariciaba el cuerpo de la mujer, de una piel suave, firme, tersa. La cogía de las caderas, apoyando los codos en la cama, para acercarla a mi boca. Ponía especial cuidado en que sintiera mis labios, mi lengua, que se diera cuenta de que lo estaba disfrutando tanto como ella. Antes de correrse, me apartó pero dejó que el semen cayera sobre mí. Me salpicó en el cuello y el pecho. Ángel aceleró. Ella lamió su propio semen sobre mi cuerpo, Ángel también salió antes de correrse para esparcir su semen sobre mi espalda al tiempo que emitía un gemido de placer ronco. Yo me sentía la reina de los mares. Los tres nos miramos y nos sonreímos. Estábamos plenamente satisfechos con el acto. La mujer me besó en los labios y Ángel la besó, después, a ella. Yo estaba encandilada con aquel bellezón que se había unido a nosotros y no quería que se fuera, así que se lo dije: “No te vayas, por favor”. La morena sonrió abiertamente, cogió mis manos y las puso sobre sus pechos. Ángel empezó a tocarle el culo, a besarla por la espalda, ahora le tocaba a ella. Con un gesto, me dijo que volviera a la posición del perrito y, sin dudarlo, me puse. Su polla entró con facilidad, como si la hubiera estado esperando desde siempre. Me encantaba sentirla dentro y miraba para atrás y veía su preciosa cara y más me gustaba. (AHHH) Ángel se puso detrás de ella para acariciarla, tocarle las tetas, besarle la espalda, el culo. La polla de Ángel empezó a ponerse otra vez dura y, no sé cómo, pero con ella penetrándome, entró dentro de su culo. Ambos seguían la coreografía para que fuera como si ambos me follaran a mí. Era la coreografía perfecta de tres personas amándose. La mujer tocaba mis tetas, acariciaba mi espalda, acariciaba mi ano e introducía tenuemente algún la yema de sus dedos en el agujero. Yo me derretía con aquellos mimos. Entonces Ángel salió de ella y puso su cabeza sobre la cama, debajo de mí para alcanzar mi clítoris mientras seguíamos follando. Sentir su lengua al tiempo que sentía la polla de ella me maravilló. AHHHHHHHHH Me corrí. Me corrí como una perra. Me corrí coo no recordaba haberme corrido nunca. Me corrí. Los tres quedamos sobre la cama en un jaleo de brazos y piernas. — No venís mucho por aquí, dijo ella. — No, contestó Ángel, es nuestra primera vez. — Pues espero veros de vez en cuando. La mujer nos besó a ambos y se fue. Ángel y yo nos quedamos un momento abrazados, como asimilando lo ocurrido. — Como Anglés esté aquí, estamos listos. Le dije a mi compañero para que recordáramos a lo que habíamos ido. Ángel soltó una carcajada y me dijo: “Vamos a mirar bien”. Repasamos cada sala del garito, cada rincón. Y Antonio Anglés no aparecía. Después de un rato ambos teníamos ganas de salir, así que volvimos a los vestuarios a por nuestra ropa y salimos del local. — ¿Y ahora qué? Pregunté. — Ahora a casa. A disfrutar de lo que ha pasado. No hemos encontrado al malo, pero nos hemos encontrado a nosotros. Durante un tiempo, Ángel estuvo informándome de sus descubrimientos sobre el asesino de las niñas de Alcasser hasta que otro tema de otros malos lo alejó del tema. Yo me sentía orgullosa con lo que había pasado. Había disfrutado muchísimo y había hecho del sexo una deliciosa experiencia. Nunca más volví a un local de intercambio, Ángel no me lo propuso y yo no estuve con nadie que estuviera interesado en el tema. Seguimos nuestras vidas de reporteros de televisión, él en una cadena y yo en otra. A veces, nos mandábamos Whatsapp recordando el episodio, pero nunca más nos planteamos volver. Con El Paso de los años yo, cada vez estoy más convencida de que Ángel se inventó lo de Anglés para ir conmigo al local de intercambio de parejas. Y no me pareció mal, al contrario, me pareció la mejor de las estrategias. Me pareció que Ángel era uno de los hombres más originales para intentar ser mi amante y jamás le dije que no creía su historieta. Han pasado muchos años de aquello y yo he dejado de tener o con Ángel. Muchas veces me acuerdo de ella. De su piel. De su pelo negro. De su piel bronceada. De sus tetas perfectas y su polla grandiosa. Y pienso que debería volver al local para buscarla, pero no me atrevo. ¿Quién sabe? Lo mismo un día me animo y le recuerdo todo lo que hizo por mí una noche que yo me creí que encontraría al villano. Lo mismo hasta la conquisto.