Míralo a Moll, con noventa años a cuestas y entonando un tango. Fíjate en Scaloni, tan o más o fino ahora que cuando se paseaba en calzoncillos como campeón. ¡Qué pelazo de Bebeto, qué porte aún de Mauro Silva! Pasan los años para todos y parece que por todos ellos pasan menos, como si estuviésemos superponiendo a su imagen actual la de su juventud, cuando los veíamos correr vistiendo de blanquiazul. Y ahora te miras a tí, te fijas bien en el reflejo del espejo, y piensas en qué sería lo que viesen ellos de ti, veterano deportivista que viviste sus glorias, si te devolviesen la mirada. Pues atiende, Dagoberto, estas arrugas mías que se parecen a las tuyas me salieron tras un playoff en una noche de San Xoán. ¿La barriga prominente, dices, Leo? A ver, si tuve que renunciar a una esperanza ante el Albacete o en Castellón, tampoco me pedirás que renuncie a la cerveza. Y a vosotros, meus caras, ¿os sorprende esta expresión de pesadumbre, os extraña que no tenga ánimo de samba? Venid, venid, traed esas caipirinhas y permitidme que os explique lo que son tres años, para cuatro, en Primera Comemierda. El Deportivo de los pesarosos años 20 es un retrato de Dorian Gray en el que los viejos ídolos permanecen eternamente jóvenes mientras los que sostienen la pintura, los penitentes de Riazor, envejecen cinco años en una sola temporada. Así estamos cuando los vemos, que los abrumamos en busca de una inyección de vida para que no se no agriete el lienzo. Hablamos de manera distorsionada, como los abuelos cuando te cuentan que se cruzaron con un viejo amigo de su quinta: “Vi a este chico por la calle…”. Chicos de 80 años. Aficionados veteranos celebrando a los héroes de antaño a los que aún se imaginan goleando por el Deportivo, tan fascinados algunos por el reencuentro que hasta parece que se les olvidan los capitanes de hoy como Álex, que capeó nuestro peor momento para permitirnos que aún podamos seguir celebrando a aquellos. En fin. Terminaron los fastos de la nostalgia y ahora toca lo importante: enfundarse esa camiseta brasileña flúor que te marca la cintura sobrante, vencer a la pereza de un domingo en Sestao, y animar al Deportivo del Mandarín como antes lo hacías con el Deportivo campeón. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, la mirada limpia, la vista al frente, y los dedos cruzados llamando a la fortuna en la 23/24. Pavor.