OTRAS VIDAS 22 DE MAYO DE 025 5c1i4d

Otras vidas. Con Raúl Bacarrey y Pilar Salafar.

Eurovisión es una parada más de la rueda de nuestro año. Ya sabéis. Navidad, Semana Santa, Feria de Abril, el final de la Liga… Bueno, pues ahí también encontramos esta cita con la que nos bombardea los medios de comunicación y que comienza meses antes, en el Benidorm Fest. Otro bombardeo de publicidad, promoción, espectáculo decadente y purpurina.

No me gusta Eurovisión, creo que ya se nota. Nunca he sido eurofán y tampoco es que yo sea un entendido música. Lo mío son más las letras. Pero siempre he pensado que la calidad de las canciones eurovisivas no era muy elevada. Ya ni siquiera sirve para lanzar carreras internacionales, como la de Celine Dion que quedó en primer lugar. Para crear hits que perduran en el tiempo, ni para marcar tendencias musicales. Es un espectáculo que me aburre sobremanera. No le encuentro el interés por ninguna parte.

La lógica del concurso es única e indescifrable para mí. A veces triunfan canciones que me parecen un bodrio y otras veces fracasan propuestas bien defendidas. Y creo, sinceramente, que este último es el caso de Melody. Este año, por primera vez de mi vida, he visto casi todas las canciones. Y a mí ya digo, sin entender de música y mucho menos de Eurovisión, me gustó la garra de la intérprete Nazarena, su poderío vocal, su alegría para defender su trabajo. Incluso la puesta en escena, plagada de tópicos españoles un poco kitsch.

Pero ¿acaso no va de eso Eurovisión? ¿De ser un poco kitsch? Los jurados profesionales parecieron no entender la actuación de Melody. Y lo peor, el público tampoco. Y esto te lleva a plantearte qué buscan los jurados eurovisivos y cómo se dirime el voto popular.

La primera premisa de las dictaduras es la censura. Eurovisión no se corta ya un pelo.

Nada de mensajes políticos, nada de banderas LGTBI, como si su público no perteneciera a este colectivo en su gran mayoría. Nada de hablar de guerras porque deslucen el brilli-brilli.

Nada de informar, en definitiva, ni de sentirte libre. Las reglas del concurso más ortera de la música pretenden excluir a la política, como si todo en la vida no fuera política.

No poder hablar de los muertos de Gaza o no poder sacar una bandera arcoiris es también una forma de política. La peor de todas, la de la falta de compromiso social, la de la manipulación a través de la desinformación. Parece que Eurovisión nos quiera anestesiados consumiendo dosis ingentes de azúcar musical.

No vivimos en buenos tiempos para la lírica, no se valora a los artistas de raza, somos esclavos de algoritmos y de los hilos que mueve el dinero en las sombras más abyectas. Con todo, Melody supo estar a la altura y ser parte de lo que representa España, la disidencia. Bienvenidas y bienvenidos a Otras Vidas.

Buenas, ¿qué pasa? Que estamos últimamente ya con lo de la tecnología, que ahora se va, ahora viene, ahora se va, ahora viene. Hemos tenido esta mañana un problema y no hemos podido grabar el programa como hubiésemos querido, que es online, escuchando las voces de ambos. Así que hemos decidido, porque todo tiene solución en esta vida comercial