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El misterio de Christ Chrush #2 | AUDIOLIBRO

El misterio de Christ Chrush #2 | AUDIOLIBRO b3n3p

29/5/2025 · 22:54
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—He oído mal —respondió Nathan. —Sin duda no habéis sustituido al tribunal de este protectorado tomando la justicia por vuestra mano. Pero, ¿qué veo? ¿No hay un negro apaleado, atado a un pilar? ¿No hay otros maniatados en el suelo? Mis sentidos me engañan sin duda, pues, ¿cómo un ciudadano distinguido como vos cometería tal falta? Deje este asunto en mis manos desde este momento y nada de esto se tendrá en cuenta.

Yo le garantizo que hallaremos a los culpables. —Pero, ¿desde cuándo interesa a la Corona el asunto de los negros? ¿Acaso no tengo derecho a hacer justicia en mi plantación como cualquier otro? —¿Y qué es la justicia, señor Tomás? ¿Torturar a una persona de acuerdo a una cuestionable intuición? Vos tenéis poder sobre estos negros, al igual que Dios sobre los hombres. ¿Con qué fin vais a utilizar este poder, señor Tomás? ¿Cómo se cree merecedor de la benevolencia de nuestro Señor si hace caer su furia sobre estos infelices sin ninguna prueba inculpatoria? —Jamás nadie me ha dicho cómo debo manejar mis asuntos, señor Nathan, y no consentiré que empecéis vos ahora. Estos negros han tomado venganza a causa sin duda de mi severidad hacia ellos.

—Eso lo decidirá una persona competente, respondió Nathan, y dando fin a la conversación extrajo de su bolsillo un cuchillo con el que principió a cortar las ligaduras de los reos. —En este momento terrible Tomás alzó el puño y parecía que lo descargaría sobre el representante de la corona, pero tras un estremecimiento de ira finalmente lo bajó, y su ánimo entero pareció venirse abajo como devorado por la fatalidad. Marchaos a casa y presentaos mañana temprano en el despacho del prefecto para declarar, dijo Nathan a los negros que tras efusivas muestras de gratitud abandonaron corriendo aquel lugar maldito.

Tras esto y sin mediar fórmula de despedida alguna Nathan subió a su carruaje seguido de Dick, y ambos se alejaron por el camino y parecieron engullidos por la tempestad, dejando atrás a un Tomás Chase derrotado y su plantación. Pasó un mes entero antes de que Nathan, Lucas y Dirk Harper volvieran a verse. En este caso, como la otra vez, fue Dick quien aporreó la puerta de Nathan. Como la otra vez, un criado le recibió. Como la otra vez, fue un Dick impacientes pero en la recepción, y como la otra vez, Nathan le invitó a pasar.

—Ha muerto Tomás Chase. Nathan sonrió. —Esta vez no te has apresurado lo suficiente. Ahora iba a salir hacia la iglesia. ¿Quieres acompañarme? —Claro. ¿Qué se sabe acerca de la investigación? preguntó Dick mientras volvía a colocarse sombrero. Subieron al carruaje. El prefecto es de la opinión de que nada ocurrió, es decir, que los ataúdes estaban en su sitio.

—Pero eso no es posible. Yo lo vi con mis propios ojos.

—Por supuesto, pero, tras interrogar a los negros, quedó convencido de que ellos no podían haber sido. Fue su superstición. Es tal que de emprender una acción así, quedarían malditos por siempre y vilipendiados por el resto de los suyos. Ellos piensan que los malos espíritus tomaron venganza sobre Tomás. Si los negros no fueron, solo queda pensar en alguna travesura o en algún atentado cometido por blancos.

Sin embargo, está demostrado que para abrir el portón es necesaria la intervención de al menos cinco personas. Y dado el tiempo transcurrido, es altamente improbable que en un grupo tan numeroso nadie lo haya contado a nadie. De haber sido así, ya habríamos hallado a los culpables.

—Y, sin embargo, ocurrió —se defendió el incrédulo Dick. —Por supuesto, pero fíjate en este detalle. Ocurrió, pero al mismo tiempo no ocurrió. Dada la naturaleza del caso, la improbabilidad de que se repita y la imposibilidad de resolverlo, es este el partido que más me preocupa.

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