Meditación y conferencia: “Miedo a la ira”, con Elizabeth Gayán 3z181h

Hola, muy buenas y bienvenidos y bienvenidas a la charla meditación de hoy. El tema, como sabéis, es el miedo a la ira, el miedo a la violencia, el miedo al enfado, el miedo a la agresividad, que es la tónica de hoy en día. Por todas partes podemos ver que esta energía está muy presente, pero claro tiene muchas manifestaciones.

A veces podemos ver que hay una violencia hacia afuera, hay gente pues que está irritada, que grita, que tiene esta energía como muy hacia afuera y otras veces no es así. Otras veces uno puede estar calladito, tranquilo, pero aplica la ley del silencio a alguien, o huye de alguien, o piensa mal de alguien aunque no lo diga, y es la misma energía pero va hacia adentro, está invertida.

Entonces el tema es el miedo a la ira, el miedo a la irritación, el miedo a la violencia. ¿Por qué nos pasa eso? Porque podemos identificar ese miedo y no superarlo fácilmente, cuando otros no tienen ningún miedo, sino que entran en el juego de la acción y la reacción y se encuentran como pez en el agua. En cambio hay otras personas que ante una energía de violencia, aunque la perciban ligeramente, como que les atraviesa y les paraliza.

Y mucha gente huye y mucha gente se sobreadapta por intentar evitar el conflicto, porque de alguna manera esas personas valoran enormemente la armonía, la paz, las buenas relaciones, que sean tranquilas, amorosas, de alguna forma eso es lo natural, lo natural es que vivamos desde la paz, que vivamos desde el amor, el alma lo tiene grabado, eso es lo que quiere, pero estamos en un mundo que eso no es así, y sabemos que todos no tenemos esa paz emergida constantemente, ni ese amor emergido constantemente, porque si lo tuviéramos constantemente emergido, entonces no nos pasaría lo que nos pasa.

A ver si se oye mejor ahora. Entonces, ¿por qué pasa eso? Pues porque hemos tenido quizá experiencias en la infancia, en las que hemos vivido o la gente ha vivido relaciones violentas entre los padres, o a lo mejor padres que cuando se enfadaban estaban sin hablar muchísimo tiempo, y el niño o la niña lo identificó como rechazo, abandono, no me quiere, si yo expreso lo que yo quiero, pues no le gusta, me deja de hablar, si hago lo que yo siento que quiero hacer, pues tampoco es aceptado ni aprobado, y me cortan la energía del amor.

Entonces, si eso queda muy grabado profundamente en el alma, pues y no lo cura, no lo sana, pues llega a una edad de mayor, y aunque no lo parezca, pues cuando detecta que esa energía de fuera es una energía parecida a aquella, porque tiene algo de esa ira o de esa violencia, entonces la persona hace lo que sea por evitar que esa ira se manifieste.

Entonces puede ser excesivamente amable, excesivamente donadora, excesivamente complaciente, estar siempre de acuerdo, y quizá eso no es lo más normal del mundo, porque nunca vamos a estar de acuerdo siempre unos con otros, ni estamos siempre contentos, ni felices, ni somos tan donadores constantemente. Entonces, cuando hacemos o tenemos un exceso de algo, de alguna manera estamos intentando compensar una carencia con esto.

Entonces, cuando uno, por ejemplo, se esfuerza mucho con esa actitud amorosa, pacífica, armoniosa, donadora, complaciente, cuando se esfuerza mucho y aún así viene la ira de parte de las otras personas, o de la otra persona, o de donde sea, pues eso puede provocar un shock interno de decir, bueno, con todo lo que hago y aún así la ira viene, y aún así pues me siento mal, y eso puede crear como un estallido de lloros, o de tristeza, o de una angustia interna, como que a pesar de todo el esfuerzo que hago, aún así recibo pues esta ira. Y entonces uno puede sentirse derrotado, o puede sentir que, claro, no lo está haciendo bien, porque es como cuando, por ejemplo, los padres que no le dan amor a los hijos, no hacen más que darles regalos.