Más allá del bosque (1949) BETTE DAVIS / JOSEPH COTTEN / RUTH ROMAN / KING VIDOR / Drama / Cine Clásico 2bu6z

La historia nos habla de la maldad.

La maldad es impetuosa, devastadora.

Por nuestro propio bien, es muy conveniente que por una vez la contemplemos en su desnuda fealdad.

Quizá de esta forma veamos con mayor claridad cómo aquellos que se dejan arrastrar por la maldad acaban como el escorpión, dándose un aquijorazo mortal.

Esta es la calle principal del pueblo de Loyleton, en el estado de Wisconsin.

Se diría que es domingo, ¿verdad? Todo está vacío, no hay un alma por las calles.

Pero no puede ser domingo porque el aserradero está funcionando.

El aserradero es el pulso y el latido del pueblo de Loyleton.

Sus habitantes se despiertan con su estridente sirena, se van a comer y con él regresan a sus casas.

Y por la noche, si sus dormitorios dan frente al aserradero, tienen que dormir con las persianas bajas para evitar la fuerte luminosidad y el polvillo del gran incinerador que ilumina el cielo y puede verse hasta con los párpados cerrados.

El cine también está cerrado.

Hoy, el drama tiene lugar en el propio pueblo.

Sí, todo está vacío, o casi todo.

Hay un caballo atado delante de la herrería de Spengatbor, pero a los caballos no les importa esperar si alguien se retrasa.

En el segundo piso del edificio del banco está la consulta del médico, el único médico de Loyleton, pero su puerta está cerrada.

Y aunque estuviera abierta, no habría pacientes.

Hoy, seguro que no.

Y ahí está el tren que pasa dos veces al día yendo o viniendo de Chicago.

Y cada día, Rosa acostumbraba a dar un paseo hasta la estación con su despreocupado pero atractivo caminar que atraía la mirada de iración de todos los hombres.

Rosa Molín se quedaba contemplando el tren que parecía decirle Ven Rosa, vente conmigo antes de que sea demasiado tarde.

Chicago, Chicago, Chicago.

Y a un extremo de la calle, la más alejada del centro del pueblo, está su casa, la mejor casa de Loyleton.

Si conocieran a Rosa, sabrían que era obligado que tuviera la mejor casa del pueblo y lo más lejos posible del desagradable ruido del aserradero.

Tiene incluso una criada.

Aunque se trata de una muchacha india, tiene un dibujo que no tiene cualquiera de las demás mujeres.

Ahí la tienen, saliendo por la puerta trasera.

Si Rosa estuviera en casa, Jenny iría de uniforme, pero Rosa no está en casa.

Rosa está en el juzgado enfrentándose a las preguntas del juez.

Rosa Molín ha matado a un hombre.

Ni siquiera los chiquillos del pueblo quieren perderse detalle.

Todos conocen a Rosa, al menos de vista.

Ahora esperarán oír en voz alta aquello que hasta hoy solo ha sido susurrado.

Las tareas domésticas se han quedado sin hacer.

Los platos siguen en el fregadero, los niños sin asearse y la comida de los maridos sin preparar.

Amistosas o hostiles, todas las mujeres del pueblo están aquí.

Todas se preguntan si al fin van a poder enterarse del secreto que hay en la vida de Rosa.

Y los hombres del jurado se preguntan lo mismo.

El juez se dirige a ellos en tono solemne con estas palabras.

Juran solemnemente que en nombre de este estado tratarán de averiguar cuándo, cómo y de qué forma halló la muerte la persona a la que aquí nos referimos y que llevarán a cabo esta investigación de acuerdo con sus conocimientos y con las pruebas que se les proporcionen.

¿Por qué iba yo a matarle? ¡Que alguien me lo diga! ¿Por qué iba a querer matarle? ¡Fue un accidente! ¿Un accidente? ¿Dónde? CC por Antarctica Films Argentina