
Martes 27 de mayo – Juan 16, 5-11. Os conviene que yo me vaya. 104z2i
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Meditación del día 27 de mayo de 2025 Palabra de Vida t6c1b
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Ojalá Jesucristo se hubiera quedado vivo, resucitado, de modo visible, viviendo en Jerusalén o en Nazaret, donde hubiera querido, y que todos los hombres de la tierra pudieran peregrinar allí, a tierra santa, y encontrarse y decirle a Jesús. Nos hubiera encantado.
Pero, sin embargo, Jesús dice, os conviene que yo me vaya.
Lo dice precisamente porque es la razón por la cual va a enviar el Espíritu Santo pero sobre todo porque sabemos que la fe es el presupuesto del amor.
Mirad, para que dos personas se quieran, primero tienen que saber confiar.
Cuando se pierde la confianza entre los esposos, cuando se pierde la confianza con los padres o de los padres con los hijos, o entre los amigos o en los novios, si no hay confianza, si no hay un decir, creo en tus palabras, se nos va a perder la confianza, Dios, si no hay confianza, si no hay un decir, creo en tus palabras, sé que lo que me dices es verdad, entonces es muy difícil que pueda haber un amor limpio, un amor verdadero y un amor puro. Y por eso Jesús dice, os conviene que yo me vaya, porque a partir de que no me veáis físicamente hablando, aunque esté, pero no me veáis, aprenderéis a confiar, y sólo desde la confianza sucederá el amor.
Y ese amor que va a suceder es el don del Espíritu Santo. Y por eso sí, nos encantaría que Dios bajara y nos hiciera una revelación particular, nos encantaría que Dios nos hiciera una demostración de que todo es cierto, de que todo es real, pero hemos decidido confiar, porque hemos decidido ser discípulos de Cristo, hemos decidido, Señor, no me demuestres nada, no me demuestres nada, porque me basta tu palabra, como aquel centurión romano que decía, Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, basta con que digas una palabra, y yo sé, yo confío absolutamente, pues que mi siervo quedará sano.
No soy digno porque no valgo nada, pero una palabra tuya me basta. Por eso hoy podríamos todos preguntarnos hasta qué punto somos personas confiadas en el buen sentido de la palabra. No ingenuas, pero confiadas. Sabemos en quién confiar. Confías en tus padres, confías en tu mujer, en tu marido, confías en tus sacerdotes, confías en tu iglesia, confías en Dios.
Porque sería terrible que digas, no, yo no me fío de nadie, porque me han dado tantos golpes, me llevo tantas decepciones, que al final, efectivamente, nosotros no podemos poner nuestra ilusión en los hombres. Los hombres, al final, siempre podríamos fallar. Pero en quien sí podemos y debemos confiar, es en Jesucristo resucitado, es en Dios Padre, es en el Espíritu Santo.
Y por tanto, en todo aquello nos transmiten, por medio de la revelación, por medio del magisterio, las enseñanzas de la iglesia. Porque si no confiamos, repito, no sabremos amar. Porque si no está nuestro corazón abierto a ponernos la vida en manos de otros, sabiendo que no nos tienen por qué hacer daño, nunca viviremos la vida. Estaremos siempre encerrados en una muralla para evitar que nos hieran, que nos hagan daño. Y hay que confiar.
Y por eso Jesús dice, os conviene que yo me vaya, que no me veáis, para que aprendéis a confiar.
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