Madre Migrante 1u4638

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Radio Tribuna y Radio Oñondí de Paparaguay.

Bueno, bueno, bueno, vamos a entrar ahora a nuestro bloque de cartitas de amor, y esta vez es una carta de una madre inmigrante a sus hijos.

Esta sí que es una carta de amor puro, de amor real, de esos amores que ni la muerte pueden cambiar su rumbo.

El amor de una madre, y más aún inmigrante, tiene un poder extraordinario, que ni la distancia, ni los años, ni la propia muerte pueden acabar con ese amor.

Y dice así, ella está muy bien identificada, la vamos a llamar Lucía, es de América Latina, y, a ver un segundito, sí, Lucía es de Argentina, y le escribe a sus hijos, tiene cinco hijos, por eso se refiere a ellos como mis amores, para no hacer diferenciaciones entre ninguno de ellos, y dice así, mis amores, hoy después de tantos años de distancia física, pero nunca del corazón, quiero escribirles estas palabras que tantas veces guardé en mi pecho.

No fue fácil tomar la decisión de alejarme, fue lo más difícil de toda mi vida.

Cuando dejé mi tierra, también dejé en ella pedazos de mi alma, ustedes.

Lo hice con lágrimas, con miedo, pero también con una esperanza enorme, la de darles una vida mejor, la educación que merecían, y un futuro lleno de oportunidades.

Mis amores, cada día lejos de ustedes fue una mezcla de orgullo y dolor.

Orgullo al verlos crecer, estudiar, luchar, convertirse en las personas maravillosas que son, y dolor por no poder abrazarlos al final del día, por no estar en sus cumpleaños, en sus triunfos, o cuando necesitaban consuelo.

Pero nunca estuve ausente, nunca estuve ausente de la vida de ustedes.

Yo estuve en cada llamada, en cada mensaje, en cada remesa enviada con amor y en cada oración que elevaba por ustedes, y en cada caja llena de besos, de caricias, en todas las ropas, los juguetes, los cuadernos, los libros, las mochilas, los zapatos, los caramelos, los bombones que ponía, cada cosita que ponían en esa caja, iban llenas de amor, de besos y de abrazos.

Quiero que sepan que cada sacrificio, cada noche de soledad, cada jornada de trabajo duro en tierra ajena, tuvo un solo propósito, ustedes, su bienestar, su alegría, su crecimiento.

Tal vez no entendieron del todo cuando eran pequeños, porque mamá no estaba a su lado, pero hoy con el corazón abierto les digo, todo lo hice por amor, por ese amor que no conoce fronteras, ni distancias, ni sacrificios.

Gracias por no soltarme nunca la mano, por recibirme en sus vidas con cariño, por comprender que el amor de una madre también puede verse en forma de esfuerzo, en forma de ausencia, que cuida desde lejos.

Los amo con todo lo que soy, y si la vida me diera otra vez a elegir, haría exactamente lo mismo, solo por verlos felices, realistas.